Un ministro israelí enciende aún más los ánimos en Oriente Próximo con su defensa de una sinagoga en la Explanada de las Mezquitas

Antes de que, a finales de 2022, un Benjamín Netanyahu necesitado de apoyos para regresar al poder le confeccionase una cartera a medida con competencias ampliadas, el ultraderechista Itamar Ben Gvir ya había dejado muy clara su oposición al denominado statu quo en la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén, uno de los sitios más sensibles y explosivos del conflicto de Oriente Próximo. Tercer punto más importante para el islam (tras La Meca y Medina), es lugar de rezo y presencia musulmana casi ininterrumpida en los últimos 1.300 años. En hebreo se conoce como Monte del Templo, por los dos templos judíos que albergó hace entre 2.000 y 3.000 años, aproximadamente.

Desde 1967, tras la conquista de la parte oriental de la ciudad por el ejército israelí en la Guerra de los Seis Días, unos acuerdos verbales dejan la administración en manos del Waqf ―una fundación religiosa bajo tutela de la monarquía jordana― y reservan el rezo a los musulmanes, mientras que los judíos lo hacen en el Muro de las Lamentaciones, único reducto del segundo templo bíblico. Esa situación es con la que el hoy ministro de Seguridad Nacional israelí quiere acabar.

Ben Gvir, cuya cartera incluye la policía (con presencia en los accesos y en el interior de la Explanada), acumula en estos dos años provocadoras declaraciones y visitas que las propias fuerzas de seguridad israelíes ven como gasolina a un fuego ya bien ardiente. Como si fuese un ritual, acaban con Netanyahu emitiendo un comunicado ―dirigido principalmente a tranquilizar a un país clave en el asunto, Jordania― dejando claro que el “statu quo no ha cambiado” y que solo él decide al respecto.

Este lunes, sin embargo, Ben Gvir ha echado particularmente leña al fuego, al asegurar que levantaría allí una sinagoga. Durante una entrevista con la radio militar israelí, Galei Tzahal, ha insistido en que tiene dada la orden a los policías de no hacer cumplir el statu quo. “No habrá discriminación, no habrá racismo. ¿Un musulmán puede rezar, pero un judío no? Es una política racista”, ha señalado. “Para mí, un judío no va a tener miedo a rezar. ¿Por qué? ¿Porque le molesta a Hamás? ¿Los que violaron a nuestras mujeres y a nuestros bebés? […] No podemos rendirnos a Hamás, ni al Waqf”, dijo. Ben Gvir se agarraba a que discriminar por motivos religiosos es ilegal, obviando que es sabido que el statu quo no está inscrito en el ordenamiento jurídico.

En un momento de la entrevista, los periodistas preguntan cómo los policías en el lugar tendrán claro si permitir el rezo judío ―como les dicta el ministro del ramo― o seguir el statu quo, cuya vigencia defiende Netanyahu, jerárquicamente por encima. Ben Gvir responde:

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.

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― No es que haga todo lo que quiero. Si por mí fuera, hace tiempo que ondearía allí la bandera de Israel. Toda esta guerra es una guerra por el Monte del Templo

―¿Construiría una sinagoga allí? ¿Construiría una sinagoga allí?

― Sí, sí, sí

Netanyahu reaccionó emitiendo el comunicado de rigor, sin mencionar a Ben Gvir, para recordar que “el statu quo oficial” en la Explanada “no ha cambiado”. Insuficiente, para el ministro de Interior, Moshe Arbel, que pide que lo cese por el “precio en sangre” que puede tener. El titular de Defensa, Yoav Gallant (que tiene una mala relación con Ben Gvir), lamentó una postura tan “peligrosa, innecesaria e irresponsable”.

Arbel también señaló que los “comentarios irresponsables” dificultan la “alianza estratégica de Estados musulmanes contra el malvado eje iraní” que Israel trata de construir informalmente, con Jordania como pieza clave. Con un acuerdo de paz con Israel desde 1994, es el único país árabe que le ayudó el pasado abril a interceptar los más de 300 misiles y drones que lanzó Teherán, en represalia por el asesinato de sus mandos militares en un edificio consular en Damasco. Amán ha mostrado su enfado, con notas de protesta, por los ataques desde el seno del Gobierno de Netanyahu al papel del Waqf y los intentos por cambiarlo.

La crítica del titular de Interior tiene también un trasfondo religioso. Es del partido ultraortodoxo sefardí Shas, que se adhiere al antiguo consenso rabínico que prohíbe las visitas, por el carácter sagrado de los antiguos templos judíos. En cambio, Ben Gvir pertenece al nacionalismo religioso más radical, conectado con los movimientos ―minoritarios, pero cada vez más populares e influyentes― que desafían el statu quo y fuerza motriz del incremento de visitas en grupo, aprovechando las pocas horas en que pueden entrar no musulmanes.

“Más resistencia”

Las declaraciones no han pasado desapercibidas en el mundo árabe-musulmán. Los medios se han hecho eco, el Ministerio de Exteriores de la Autoridad Nacional Palestina las ha calificado de “muy graves” y Hamás ha pedido “más resistencia” a los palestinos de Cisjordania e Israel “para proteger los lugares sagrados”, presentándolo erróneamente como un plan para “construir una sinagoga dentro de la mezquita de Al Aqsa”.

Aunque Ben Gvir no determine la política oficial, crece desde hace años la sensación entre los palestinos de que Al Aqsa ―como se refieren a todo el complejo, por la mezquita homónima― “está en peligro”. En sus redes y grupos de WhatsApp circulan cada vez más vídeos de grupos de judíos religiosos rezando allí, disimuladamente o no tanto. También es inédito el número de ministros que aboga por, como poco, acabar con las normas no escritas que rigen en la Explanada y, como mucho, desmantelar los edificios de culto musulmán y edificar un tercer templo judío.

La polémica se produce mientras otro país árabe de Oriente Próximo en paz con Israel, Egipto, alberga el diálogo de un alto el fuego en Gaza, donde el ejército israelí ha ordenado este lunes el enésimo desplazamiento forzoso para la población. Decenas de miles de personas están abandonando Deir al Balah, en el centro del castigado enclave, y Médicos sin Fronteras se plantea suspender el cuidado a heridos, y dejar solo las actividades para salvar vidas, por la orden de evacuación en las cercanías del hospital Al Aqsa y una explosión a unos 250 metros que desató el pánico, señaló la ONG.

Un bebé prematuro, evacuado del Hospital Al Aqsa al Nasser, por una orden de evacuación israelí, este martes en Deir Al Balah, en Gaza.Abd elhkeem Khaled (REUTERS)

Las esperanzas de que el diálogo, iniciado hace dos semanas en Doha (la capital catarí) y que sigue estos días en El Cairo, alumbre un acuerdo se ha ido desvaneciendo con el paso de los días, aunque el tercer mediador (Estados Unidos) ha subrayado este lunes que está siendo “constructivo”. Su secretario de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, ha asegurado que trabajan “frenéticamente” para cerrar un acuerdo “definitivo y aplicable”. “El proceso seguirá en los próximos días a través de grupos de trabajo para abordar más los asuntos y detalles pendientes”, añadió.

Los equipos se quedan de momento en la capital egipcia. Un dirigente de Hamás, Osama Hamdan, acusó en la víspera a Israel de intentar introducir otro añadido al borrador acordado en julio: que, tras el alto el fuego, los gazatíes tengan que atravesar un escáner de seguridad para pasar del sur al norte del enclave. El movimiento islamista exige que el pacto derive en la salida completa de las tropas en Gaza y el movimiento libre de su sus habitantes. Otra exigencia de Netanyahu es la presencia de tropas israelíes en la frontera de Egipto y Gaza (llamada Corredor Filadelfia), que tanto El Cairo como Hamás rechazan.

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