El atentado yihadista de Solingen amenaza con impulsar a la ultraderecha alemana ante unas elecciones clave
El atentado de Solingen ha conmocionado a Alemania, que no sufría un ataque islamista tan grave desde el que dejó 12 muertos en un mercadillo navideño de Berlín en diciembre de 2016. El viernes por la noche un hombre la emprendió a cuchilladas de forma indiscriminada contra los asistentes de uno de los conciertos que la ciudad había organizado para celebrar los 650 años de su fundación. Mató a tres personas e hirió de gravedad a otras cinco. El hecho de que el autor confeso sea un refugiado sirio de 26 años ha avivado el debate sobre la seguridad y la política migratoria en un momento extremadamente sensible: este domingo se celebran unas elecciones regionales clave en las que la ultraderecha parte como favorita.
Tras la conmoción inicial, llega la búsqueda de explicaciones y de consecuencias. El debate gira en torno a la migración como un riesgo para la seguridad del país y se mezcla con la impresión de que esta atmósfera puede dar alas a Alternativa para Alemania (AfD), un partido xenófobo que ha hecho de las consignas antinmigración el eje de la campaña. La formación ha tratado de sacar partido del atentado incluso antes de que se conociera cualquier dato sobre el agresor. “Höcke o Solingen”, es el lema que enarbola AfD, en referencia a Björn Höcke, líder del partido en Turingia y representante del ala más radical que a las pocas horas del ataque, cuando todavía no se sabía nada sobre el agresor, llamó así a votar a su partido: “Liberaos, ¡acabad de una vez con la aberración del multiculturalismo forzado!”.
El canciller alemán, Olaf Scholz, prometió este lunes desde Solingen intensificar las deportaciones y reducir el número de entradas irregulares en el país. “Haremos todo lo posible para garantizar que aquellos que no pueden permanecer en Alemania sean repatriados”, aseguró con gesto serio en esta localidad de 160.000 habitantes del oeste del país, donde rindió homenaje a las víctimas. “Siento ira, mi ira se dirige contra los islamistas. Tienen que saber que no cejaremos en su persecución”, aseguró el político socialdemócrata tras depositar una rosa blanca junto a los ramos de flores y las velas que los habitantes de Solingen han ido acumulando cerca de la plaza donde se produjo el apuñalamiento.
La ultraderechista AfD centra su discurso en los fallos de la política migratoria y relaciona directamente a los refugiados con la violencia. Ha culpado al resto de partidos del atentado y se arroga ser la única formación que “hará algo” para evitar casos como el de la deportación fallida del presunto asesino. Según las encuestas ―todas previas al ataque en Solingen― la formación parte como favorita o está empatada con la segunda fuerza (la conservadora CDU) en los tres Estados federados que celebran elecciones en septiembre (Turingia y Sajonia, el día 1; Brandeburgo, el 22). La victoria de la formación, vigilada por los servicios secretos por su extremismo, generaría un terremoto político de consecuencias desconocidas. AfD ha conseguido alcaldías y pequeños distritos rurales, pero nunca ha logrado ser la fuerza más votada en uno de los 16 länder alemanes.
Los expertos tratan de responder a la pregunta de si Solingen puede dar alas a AfD, que ronda el 30% de intención de voto en los últimos pronósticos, y aumentar su ventaja. “Ese peligro existe”, aseguró este lunes Matthias Quent, sociólogo especializado en ultraderecha en la televisión pública. “AfD alcanzó un máximo en las encuestas del 35%-36% en el otoño-invierno del año pasado, que se había invertido tras la ola de protestas democráticas de principios de año”, explicó.
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En enero, los alemanes salieron de forma masiva a la calle para mostrar su repulsa por la reunión que AfD celebró con neonazis en la que se habló de un plan para expulsar a millones de extranjeros. El atentado de Solingen podría devolver ese apoyo: “Esta incertidumbre, pero también la agitación, pueden por supuesto tener un impacto en el resultado de las elecciones”, apuntó Quent.
Críticas al Gobierno
El presunto asesino ni siquiera tendría que estar en Alemania. Issa al H. llegó en diciembre de 2022 después de entrar en la Unión Europea a través de Bulgaria. Debería haber abandonado el país el año pasado, cuando las autoridades emitieron una orden de deportación contra él. No pudo ejecutarse porque no lo encontraron cuando fueron a buscarlo al centro de acogida para refugiados donde residía. ¿Cómo ha podido suceder?, se preguntan este lunes todos los medios de comunicación mientras la oposición califica de “fracasada” la política migratoria del Gobierno de Scholz.
Lo ocurrido con Issa al H. ha sido muy común en Alemania en los últimos años. Las deportaciones se anuncian previamente a los afectados, que en muchos casos simplemente se ausentan de su domicilio para evitarlas. Dos de cada tres intentos de deportación fracasan, según datos del Ministerio del Interior alemán, que hace meses anunció una reforma legal para dar más atribuciones a la policía, como registrar otras habitaciones de los centros de acogida o presentarse sin previo aviso para impedir que los afectados se den a la fuga.
“Tenemos que empezar a deportar a gran escala”, anunció en la portada de una revista Scholz en octubre del año pasado, cuando los municipios alemanes empezaron a plantarse ante la imposibilidad de acoger a más refugiados. El número de entradas irregulares no dejaba de crecer, y se sumaba a la presión para los servicios públicos que supone el millón largo de personas que huyeron de la guerra en Ucrania y se han instalado en Alemania. El Gobierno anunció también su intención de deportar a Siria y Afganistán, países considerados inseguros, después de que un afgano matara a cuchilladas a un policía en Mannheim en junio pasado.
En la práctica, aplicar esas deportaciones masivas o enviar a los refugiados a Siria y Afganistán ha demostrado ser muy complicado. Para empezar, Berlín no mantiene relaciones diplomáticas ni con los talibanes en Kabul ni con el Gobierno del presidente sirio. Bachar el Asad. Hace meses que el Ministerio de Exteriores negocia con otras capitales para expulsar a afganos a terceros países, pero esa solución, de conseguirse, llevará tiempo.
El líder de la oposición conservadora, Friedrich Merz, ha criticado duramente a la coalición por estar semanas debatiendo sobre cómo evitar la presencia de cuchillos en las calles. El aumento de los ataques con arma blanca en los últimos meses había provocado que la ministra del Interior, la socialdemócrata Nancy Faeser, anunciara mano dura y la prohibición, entre otras cosas, de portar navajas de más de seis centímetros de hoja (actualmente el límite son 12).
“El problema no son los cuchillos, sino las personas que andan por ahí con ellos”, aseguró el presidente de la CDU. “En la mayoría de los casos, se trata de refugiados, y la mayoría de los delitos obedecen a motivos islamistas”, añadió. Merz pidió no aceptar a más refugiados de Siria y Afganistán y empezar a deportar masivamente a los que ya están en Alemania y no tienen derecho a permanecer en el país.
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