La oposición afronta dividida las elecciones presidenciales en Argelia
La mayoría de los partidos de la oposición argelina han declinado participar en las elecciones presidenciales del próximo 7 de septiembre al considerar que el actual clima de regresión en materia de libertades hace imposible la celebración de unos comicios libres. Sin embargo, dos partidos históricos, el progresista Frente de Fuerzas Socialistas (FFS), y el islamista Movimiento de la Sociedad por la Paz (MSP), a diferencia de anteriores elecciones presidenciales, esta vez han optado por concurrir a la cita con las urnas. Sus líderes, Youcef Aouchiche (FFS) y Abdelali Hassani Cherif (MSP) serán los dos únicos candidatos que competirán con el presidente Abdelmajid Tebún, que aspira a la reelección, algo que en Argelia todo el mundo da por hecho.
“Durante meses, buena parte de los partidos opositores estuvimos discutiendo la posibilidad de presentar una candidatura conjunta. Pero, desgraciadamente, no fue posible lograr un acuerdo”, explica Zoubida Assoul, una exjueza que lidera el partido Unión por el Cambio y Progreso (UPC). Finalmente, ella decidió presentar candidatura, pero no pudo pasar la criba de la Junta Electoral. “Era consciente de que las elecciones no serían justas y transparentes, pero el boicoteo solo favorece a la consolidación del régimen. Es mejor intentar generar una dinámica de cambio”, reflexiona sobre el dilema que debe abordar la oposición en cada contienda.
“La presencia de estos del FFS y el MSP solo servirá para maquillar lo que será una farsa electoral”, sostiene Laurence Thieux, profesora de la Universidad Complutense de Madrid especializada en Argelia. “No existe un sistema de partidos sólido porque sus propuestas de cambio no tienen credibilidad. El régimen argelino siempre ha sido muy hábil a la hora de cooptar y neutralizar a los partidos”, añade Thieux. Desde la llegada del multipartidismo en Argelia a finales de los años ochenta, la mayoría de formaciones han alternado fases de colaboración con el régimen, con la recompensa a veces de alguna cartera ministerial, con otras de boicoteo electoral.
A causa de la desafección hacia los partidos, la revuelta popular de 2019, conocida como Hirak, se hizo al margen de ellos y no contó con líderes visibles por miedo a su cooptación. El movimiento de protesta evitó la enésima reelección del presidente Abdelaziz Buteflika, cuyas facultades físicas se habían visto mermadas años atrás, pero no logró la democratización del país. Tras la elección de Tebún, un ex primer ministro con buenas relaciones con el ejército, se intensificó la represión del Hirak, facilitada por la pandemia de covid y los consiguientes confinamientos.
Ante la negativa del régimen a satisfacer sus demandas de nombrar una junta electoral independiente y de liberar a las decenas de presos de conciencia que languidecen en las cárceles, varios partidos opositores declinaron presentar su candidatura a las presidenciales. Este fue el caso de Jil Jadid (Nueva Generación), un partido creado en el momento álgido de las llamadas primaveras árabes y que pretendió insuflar aire fresco al panorama político del país. “El poder ha optado por la continuidad dentro de la continuidad… Desgraciadamente, el retorno de las prácticas del pasado de manera caricaturesca es desesperante”, declaró su presidente, Soufian Djillali, en una entrevista al diario TSA-Algerie.
50.000 firmas
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Louisa Hanoune, la histórica dirigente del comunista Partido de los Trabajadores, quiso presentar su candidatura, como ya hiciera en 2009 y 2014, pero acabó tirando la toalla ante los obstáculos para poder validarla. Según la ley electoral, los aspirantes deben recabar las firmas de 50.000 ciudadanos o bien el apoyo de 600 cargos electos. En una rueda de prensa, Hanoune, que fue encarcelada en 2019 durante varios meses tras expresar su apoyo al Hirak, justificó su decisión por “las condiciones injustas” a las que se enfrentó a la hora de reunir los apoyos necesarios, dando a entender la existencia de presiones para impedir su candidatura.
En cambio, otras dos mujeres, Zoubeisa Assoul y Saida Neghza, presidenta de una influyente asociación patronal, quisieron llegar hasta el final, pero no pudieron cumplir las condiciones de la junta electoral. Tras conocer su descalificación, Neghza, conocida por no tener pelos en la lengua, reaccionó de manera furibunda contra la junta electoral, y llegó incluso a poner en duda la veracidad de las 300.000 firmas aportadas por la campaña de Tebún. Unos días después, la justicia abrió una investigación contra ella y otros dos candidatos descalificados por haber intentado comprar el apoyo de cargos electos.
“Las reglas estaban hechas para hacer imposible recabar las 50.000 firmas necesarias. No había tiempo material. Además, hubo problemas con el sistema electrónico habilitado para recogerlas”, se queja Assoul, que admite no haber llegado a la cifra necesaria. Aunque no ha pedido el voto para ninguno de los tres aspirantes, sí insta a la ciudadanía a acudir a las urnas. “Si no hay ningún candidato que convenza, se puede votar en blanco, y enviar así un mensaje al Gobierno”, sostiene esta abogada especializada en la defensa de los activistas acusados de delitos de opinión.
El pasado jueves se inició la campaña electoral con varios mítines y mensajes de los aspirantes en las redes sociales. “Desde 1962, hemos probado diversos modelos, pero nunca el nuestro, uno acorde con nuestros principios y valores islámicos … De ahí, las dificultades económicas y sociales que vivimos”, afirmó el islamista Hassani en el vídeo de presentación de su programa electoral. Su formación, el MSP, es la que cuenta con más diputados en el Parlamento (65) después del oficialista Frente de Liberación Nacional (FLN), que cuenta con 89, el partido que lideró la lucha por la independencia y en estos comicios apoya a Tebún.
El otro aspirante opositor, el FFS, es el partido argelino más antiguo después del FLN. Fundado en 1963 por el disidente histórico Hocine Aït Ahmed, nunca antes había participado en unas elecciones presidenciales. Con implantación sobre todo en la región de La Cabilia, se ha caracterizado por su defensa de los derechos de la minoría amazig. “Con la presencia del FFS, el régimen ha querido elevar la participación en La Cabilia, la región tradicionalmente más abstencionista. Y es que la única duda de estas elecciones es cuál será la tasa de participación, que ha ido cayendo en las últimas elecciones.”, sostiene la profesora Thieux.
Según varios observadores consultados, el margen de debate público se ha reducido durante los últimos años. “El ambiente es diferente al de 2019, mucho más cerrado. Por ejemplo, ya no quedan medios independientes. De una forma u otra, el Estado los controla todos”, lamenta un periodista argelino que prefiere mantener el anonimato.
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