Israel anuncia que mató en julio al jefe militar de Hamás en un bombardeo en Gaza
Mientras miles de personas despedían en Teherán al líder de Hamás, Ismail Haniya, asesinado en la víspera, el ejército de Israel ha anunciado la muerte de otro dirigente clave del movimiento islamista. Se trata de Mohamed Deif, el escurridizo jefe del brazo armado de Hamás, las Brigadas de Ezedin Al Qasam, con el que ya había intentado acabar una decena de veces. Hamás, de momento, no lo confirma, ni desmiente.
Deif fue el objetivo de un ataque aéreo israelí el pasado día 13, en una zona de acampada humanitaria cerca de la ciudad gazatí de Jan Yunis en la que malviven centenares de miles de desplazados. Los cazabombarderos mataron a más de 90 civiles, pero no estaba claro si también a Deif. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, compareció ese mismo día ante la nación para presumir de la “eliminación”, pero admitiendo que no podía darse por hecha, y Hamás insinuó que había sobrevivido. Este jueves, 20 días más tarde, las Fuerzas Armadas y el Shin Bet (los servicios de inteligencia en Israel y Palestina) han confirmado la muerte, tras “evaluar” la información obtenida por sus servicios de inteligencia. También la de Rafa Salameh, comandante de la Brigada de Jan Yunis, con el que estaba escondido.
Deif, al frente de las Brigadas desde 2002, tenía para los palestinos un aura de personaje mítico, siempre en las sombras. Como su rostro (desconocido y presuntamente desfigurado en uno de los fallidos intentos israelíes de asesinarlo) o su propio apellido, que en realidad es Masri. Deif significa en árabe “Invitado”. Su apodo precisamente por ir siempre de casa en casa, para evitar ser localizado.
La última vez que escapó a la muerte fue en 2021. En un intento previo, en 2014, Israel mató a su esposa y uno de sus hijos, al lanzar un misil contra su casa. Siempre conseguía salvarse (Israel lo ha dado erróneamente por muerto en el pasado), incluso herido de gravedad, en los ataques aéreos contra los coches en los que circulaba o los pisos francos que pisaba.
Israel lo tenía en el punto de mira desde los años noventa. Y lo considera la mente que planificó durante años el ataque del 7 de octubre de 2023 que dejó cerca de 1.200 muertos (principalmente civiles), más de 250 rehenes (cerca de la mitad, aún en Gaza, decenas de ellos ya muertos) y desencadenó la invasión de Gaza.
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El anuncio se produce justo con Oriente Próximo en su momento más peligroso desde que comenzó la guerra en Gaza, hace 10 meses, por otros dos de los denominados “asesinatos selectivos” y que ha llevado a aerolíneas como Lufthansa, United Airlines, British Airways y Delta a cancelar sus vuelos a Israel o Líbano.
El primero fue el martes, en Beirut, de Fuad Shukr, número dos de Hezbolá, por el que Israel saca pecho y que la milicia libanesa admitió un día más tarde al sacar su cadáver de entre los escombros. Luego, el miércoles, en Teherán, de Haniya, al que una multitud ha dado este jueves su último adiós en el patio de la universidad, con la presencia de las principales autoridades gubernamentales y militares. Entre ellos, el líder supremo, Ali Jamenei, que ha pronunciado la oración fúnebre por Haniya y la otra víctima mortal del ataque: su guardaespaldas, Wasim Abu Shaaban. Su asesinato fue la represalia de Israel por el ataque más letal de Hezbolá en la guerra de baja intensidad que libra con Israel. En un aparente error, que no reconoce, mató a 12 niños y adolescentes en una localidad drusa de los Altos del Golán, territorio sirio en manos de Israel.
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