Elecciones | ¿Gana el partido o el candidato?
Tras la liberación de París en agosto de 1944, el líder de la Francia Libre, general Charles de Gaulle, fue escogido como presidente del gobierno provisional que debía tratar de devolver a ese país su humillado orgullo que el poderío militar nazi, con el apoyo de ciertos colaboracionistas franceses, había mancillado a su antojo entre 1940 y 1944.
Consciente de que no podría cambiar el sistema político que imperaba entonces, bajo las normas de la Constitución que había dado origen a la Cuarta República, y al cabo de dos años de enfrentamientos con los partidos de derecha, comunistas, socialistas y demócratas, el héroe de la resistencia francesa renunció a su mandato en octubre de 1946. Se retiró a su residencia privada en Colombey-les-deux-Eglises, en el Alto Marne, al este de Francia, molesto por la dificultad para gobernar un país que, como decía, «tenía más de 300 tipos de quesos» y, como si no fuera suficiente, una «dictadura de partidos«.
De Gaulle, formado en la prestigiosa academia militar de Saint-Cyr, era igualmente un excelente escritor, como dan cuenta L´appel, Memorias de guerra y Au fil de l´épée, sus obras más sobresalientes. Además de su liderazgo militar y político, como solía repetir, tenía una idea muy clara de lo que quería que fuera su país: ¡tenía un proyecto de nación! Asqueado por la mezquindad de los partidos, que impedían el progreso de Francia, renunció a la presidencia, pero no abandonó la política y, como buen estratega, esperó por casi 12 años hasta que la Asamblea Nacional le llamó para que tomara de nuevo las riendas del país y continuara en su afán de devolverle a Francia su lugar de potencia en el concierto de las naciones.
Respondió poniendo una condición: que se adoptara una nueva Constitución, que el presidente de la República, así como los diputados, fuera elegido por sufragio universal directo. La nueva Constitución fue adoptada en 1958 dando nacimiento a la Quinta República y, el 8 de enero de 1959, De Gaulle fue elegido presidente y reelegido en 1965 para un segundo mandato interrumpido por su renuncia en 1969.
De Gaulle logró en Francia un sistema híbrido: mitad parlamentario, mitad presidencial, que terminaría con la dictadura de partidos. Todavía hoy, con algunas modificaciones naturalmente, sigue vigente. El militar y político proponía, en su nueva Constitución, que el ciudadano que había reunido las 500 firmas podía postularse. Según de Gaulle, el candidato es un individuo, no importa que a ese candidato lo respalde un partido. De ahí que, por disposición constitucional, en los colegios electorales no hay delegados de partidos. En la boleta electoral sólo figura el nombre del ciudadano. Nada más. Es elegido el candidato que obtenga la mayoría absoluta: 50 + 1 de los sufragios expresados, como en República Dominicana, gana el candidato, no el partido. En Francia la función pública no es una parcela para que el presidente distribuya cargos en la administración pública a la que se accede por oposición, por concurso, exceptuando los miembros del gabinete que generalmente son políticos de la organización cuyo respaldo y apoyo hizo posible la victoria. Quien gana las elecciones es un hombre o mujer de carne y hueso. No una abstracción. Un partido.