Recorrido por la frontera: el mercado en Dajabón
Son las 7:50 de la mañana y miles de haitianos ocupan el puente que da a la puerta fronteriza. Es viernes, día de mercado en Dajabón. Quedan diez minutos para que toda esa masa de gente pueda entrar a República Dominicana para negociar.
El mercado de Dajabón es el más concurrido de todos los que hay a lo largo de la frontera. Miles de haitianos y dominicanos asisten cada lunes, viernes y domingo.
El reloj ya marca las 8:00 a.m y los militares del Cesfront (Cuerpo Especializado en Seguridad Fronteriza Terrestre) abren las puertas del puente. Una a la izquierda y la otra a la derecha. Hombres y mujeres separados para verificar sus huellas dactilares.
Los haitianos, cargados de comida y diferentes productos para vender, se empujan para conseguir la mejor posición para entrar. Algunos llevan horas esperando, por lo que la tensión es alta.
Entre gritos y empujones a unos metros del límite fronterizo, un militar haitiano saca un látigo y empieza a dispersar al tumulto de gente. Un latigazo, dos, tres. Los haitianos forman dos filas concretas y el militar vuelve a su posición. Los hombres se colocan a la izquierda y las mujeres a la derecha.
Poco a poco van entrando todos, sin embargo, eso toma su tiempo. Son miles las personas que cruzan hacia el mercado binacional de Dajabón. La hilera recorre cientos de metros y avanza poco a poco debido a las medidas de seguridad.
El veto a la prensa
Nos acercamos a la puerta fronteriza. Allí donde se produce el control de los que entran al país. Un militar del Cesfront toma fotografías para identificar a los periodistas. «Es protocolo, tenemos que tomar foto de su carnet», dice uno que confiesa que lleva poco tiempo sirviendo.
Allí, algunos haitianos van cargados con carretillas y tratan de entrar a República Dominicana para vender sus productos. Los militares las chequean, preguntan, y si todo está en orden, pueden pasar.
Otros toman el camino opuesto, han comprado en el país y van a venderlo a Haití. Alfredo es un ejemplo. «He comprado hielo para vender por la calle». Explica que es una persona humilde y trabajadora. «Hay gente que pide 50 pesos cada día, pero yo trabajo. Tú sabes, la vida es así».
Para él, la vida significa comprar en un país libre y venderlo en otro que está sumido en la violencia. Así es la vida para Alfredo.
Cuando llevamos cinco minutos documentando, hablando con el haitiano Alfredo, el coronel Morlin Fabián Tolentino, del Cesfront, se acerca. «No pueden estar aquí, ya llevan cinco minutos».
Diario Libre intenta hablar con él y le explica que durante toda la semana ha recorrido los mercados binacionales de sur a norte. Este es el primero en el que nos echan porque «ya llevan cinco minutos». El coronel parece enfadado. Sin embargo, nadie más lo está. El ambiente en el mercado es pacífico.
Para el coronel Morlin es posible que la libertad de prensa dure cinco minutos.
Abandonamos esa zona, obedeciendo las órdenes del militar serio y no dispuesto a conversar, y nos dirigimos al interior del mercado.
Todo esto, sin saber que cuando regresáramos al coche, nos llevaríamos una sorpresa.
Un laberinto en Dajabón
El mercado binacional de Dajabón está compuesto por una red laberíntica de pasillos llenos de mercancías de todo tipo. Comercian con ropa, perfumes, bolsos, bisutería, fruta, verdura, cigarrillos, alcohol y todo lo que puedas imaginar. Hay tanto vendedores dominicanos como haitianos.
Los compradores caminan a toda prisa, parece que cada uno sabe a dónde va. No dudan en su recorrido. El mercado acaba de empezar, pero el tiempo es oro, no todos los días lo hay.
Uno de los comerciantes es Wilson, un dominicano de Santiago que lleva tres años asistiendo al mercado. «Compro y vendo pantalones y vengo los lunes y los viernes», explica. Para él, la situación de violencia de las pandillas en Haití ha supuesto un problema. «Las ventas han bajado un 60 % porque l gente que viene de fuera no puede llegar», confiesa.
Los mercados binacionales que recorren la frontera antes eran un motor de comercio para muchas ciudades de Haití. Ahora, con el control de Puerto Príncipe de las pandillas y la violencia en el país, tan solo las localidades más próximas a la frontera pueden beneficiarse de este intercambio.
Una goma saboteada
El carro de Diario Libre estaba parqueado cerca de los militares. El coronel Morlin ordenó abandonar la zona, muy serio y sin dar explicaciones.
Cuando volvemos al carro, después de haber recorrido el mercado por sus pasillos laberínticos y haber hablado con su gente, encontramos una sorpresa. La goma del carro está pinchada.
Un corte profundo en el lateral, sin duda hecho con algo afilado. El agujero, del tamaño de la hoja de un arma blanca, indica que es fruto de una acción intencionada.
Diario Libre no tuvo ningún problema en ninguna frontera, con ningún civil ni militar. Sin embargo, en Dajabón un coronel echó a la prensa y minutos después apareció una goma saboteada. ¿Casualidad? Quién sabe.
Los mercados binacionales ayudan a Haití
Durante el recorrido observamos cuatro de los mercados fronterizos más importantes: Pedernales, Jimaní, Elías Piña y Dajabón. En todos ellos, centenares de personas acudieron pacíficamente a comerciar.
Los mercados binacionales suponen un soplo de aire fresco para un país como Haití, que está en medio de una situación de violencia generalizada y con la economía petrificada.
No solo se benefician aquellos que compran y venden, sino que trascienda mucho más. A lo largo de este viaje, Diario Libre ha podido hablar con vendedores dominicanos que se ganan la vida en la frontera, con un conductor haitiano que se juega la vida llevando comida a su pueblo, con hombres y mujeres que, a pesar de un muro que los separa, colaboran como países vecinos.