La chacabana ha salido del clóset para no regresar
Ha salido del clóset para no regresar. Su nobleza resalta a flor de piel. Poco importan sus orígenes, si locales o foráneos. En todo caso, tiene un toque caribeño y se desempeña con soltura en estas geografías de canícula eterna. Bendita chacabana, que llegó para quedarse por los buenos ejemplos del Grupo Puntacana, Intec y el presidente Luis Abinader. Encaja en la tiranía del protocolo, se pasea por los pasillos palaciegos y no levanta malas miradas ni frunce ceños.
Ya sea en su versión de algodón egipcio, italiano, voile y sea island, o de lino portentoso, la frescura le acompaña. De color subido, tenue, escandaloso o discreto, resplandece más si no brilla. Es el problema de los tonos oscuro cuando se los plancha sin el cuidado requerido.
Se dice que el lino fue domesticado en el Cáucaso, en Georgia. Sin embargo, al tacto se sienten mejor las variedades europeas. Nada como el lino del Véneto, la Toscana o Lombardía. Sedoso. Fresco. Inmune a la embestida de los años, a los sudores tropicales, a las torturas de las lavadoras. Tanta hidalguía ha catapultado esta prenda con destellos de son cubano hasta la antesala de la haute couture. Ahora se la encuentra en Europa, bajo el ropaje de guayabera. Tiene alma gemela en las Filipinas, elevada al altísimo grado de traje nacional.
Holgada o ceñida, la chacabana exuda masculinidad, excepto si tornea maravillas femeninas. Flexible es en materia de sexos. Cómplice de dietas fallidas, viste con igual distinción al joven que al veterano añoso. A flacos y gordos sirve como cubierta perfecta, sin remarcar excesos. Prenda de todos los días, de este viernes laborable y del finde festivo. Bendita chacabana, nunca chabacana.