La heterogénea composición de nuestro Panteón de la Patria

La heterogénea composición de nuestro Panteón de la Patria

El tema del héroe lo he dilucidado en ocasiones anteriores, pero procede abordarlo de nuevo para que el lector comprenda mejor el origen de la heterogénea composición de nuestro Panteón de la Patria, augusto mausoleo en donde descansan los restos mortales de los hombres y mujeres ilustres de la República. 

El Diccionario de Autoridades de la Real Academia Española define al héroe como «el varón ilustre y grande, cuyas hazañas le hicieron digno de inmortal fama y memoria. Los antiguos llamaban así a los que por sus acciones grandes los tenía el vulgo por deidades, y por un compuesto de Dios y hombre».

El historiador Sidney Hook, en El Héroe en la historia, refiere que el héroe es quien se destaca de una manera cualitativamente única en la esfera de su actividad frente al resto de sus contemporáneos. Es decir que el héroe es quien acomete una acción extraordinaria con un impacto positivo sobre el conglomerado social al que pertenece. Ese acontecimiento extraordinario, ya internalizado en la memoria de la comunidad, pasa a formar parte del recuerdo colectivo o de la historia. De esa manera los hechos gloriosos del pasado inspiran a las generaciones del presente y estas, a su vez, contribuyen a moldear el futuro de la nación.

En la construcción de la identidad nacional, la historia escolar también desempeña un papel significativo ya que es una herramienta eficaz para evocar y transmitir, de generación en generación, las proezas memorables de las grandes personalidades. Y así, junto con los medios de comunicación, la literatura y los intelectuales, es como se va conformando el olimpo de los héroes nacionales.

Después de la guerra restauradora, en Santo Domingo surgió una especie de «ideología del heroísmo«, según la cual las grandes personalidades no solo podían dirigir al pueblo, sino también cambiar por su propia voluntad el curso de los acontecimientos.  Harry Hoetink, en su clásico estudio El pueblo dominicano: 1850-1900. Apuntes para su sociología histórica, refiere que esa «ideología del heroísmo» privilegió a quienes estaban dotados de un singular carisma personal y que, tanto en tiempos de guerra como de paz, demostraron poseer un carácter fuerte y un valor digno de Aquiles o de Ulises. Se diría que entonces hubo quienes prefirieron la fuerza a la razón y fueron gobernados por caudillos militares y no por civilistas liberales, de suerte tal que cuando llegó el momento de conformar el panteón nacional, fue menester escoger héroes de un sector y del otro a fin de equilibrar la balanza debido a que coexistían las antiguas animadversiones políticas. 

Ello explica por qué, cuando visitamos el Panteón de la Patria, observamos un tanto desconcertados que están juntos, más no reburujados, liberales y conservadores, tirios y troyanos, mansos y cimarrones. 

Tal vez ahora nos resulte más inteligible la reflexión del historiador García que figura al final del cuarto tomo de su Compendio de la historia de Santo Domingo: «Núñez de Cáceres, Duarte y Espaillat, no recibieron en su vida sino desengaños; Santana, Báez y Heureaux, gozaron de todos los favores nacionales y recibieron todos los honores públicos. ¡Terrible contraste!».

Historiador y ensayista. Especialista en historia dominicana.  

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