EE UU y Japón refuerzan su alianza militar para contrarrestar el creciente peso de China
Si hubiera que resumir la estrategia geopolítica de la Administración del presidente de EE UU, Joe Biden, en un solo principio, bien podría ser el de “preparar las alianzas para los nuevos desafíos”, llámense el auge de China, la agresividad de Rusia o la amenaza nuclear de Corea del Norte. En estos preparativos, Japón es un aliado fundamental. Y Washington pretende dejarlo claro esta semana con una visita cuasi de Estado del primer ministro nipón, Fumio Kishida, en la que se reforzará la alianza militar y la colaboración de las respectivas industrias de Defensa, y que se cerrará con un encuentro trilateral inédito con Filipinas.
Los tres países cuentan con “objetivos, intereses y ―la verdad― preocupaciones estratégicas cada vez más convergentes en áreas como el mar del Sur de China”, apuntaba en conversación con periodistas este lunes el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Kirby. “Vamos a tratar de encontrar modos para profundizar la colaboración con nuestros socios más allegados para garantizar una región indo-pacífica libre, abierta, próspera y segura”.
Kishida llegó a EE UU el lunes acompañado de su esposa, Yuko, para una visita de cuatro días en la que va a recibir el mayor nivel posible de agasajos. No es, oficialmente, una visita de Estado, puesto que no es el máximo líder de su país ―lo es el emperador Naruhito―, pero se le ofrecerá una cena de Estado en la Casa Blanca con cerca de 200 invitados el miércoles y el jueves ofrecerá un discurso ante ambas cámaras del Congreso. Las banderas niponas para recibirle ya decoran las farolas de las principales avenidas en Washington.
El miércoles, el primer ministro japonés, que en septiembre se presenta a la reelección como líder de su formación, el conservador Partido Liberal Demócrata, también participará en una ceremonia de bienvenida en la Casa Blanca y, tras una reunión con el presidente Joe Biden, ambos líderes ofrecerán una rueda de prensa conjunta.
El vínculo con Tokio “es la relación bilateral más importante en Indo Pacífico”, según Chris Johnstone, analista experto en Japón del Centro de Estudios Estratégicos Internacionales (CSIS) en Washington.
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Ambos países comparten profundas suspicacias en torno al auge de China y la creciente influencia del gigante en Asia Pacífico. Tokio es un actor fundamental en esa región y cada vez más activo en el resto del mundo. Y también más alejado de la política oficial pacifista que adoptó en la posguerra, moderniza sus fuerzas armadas desde hace una década y ha prometido doblar su presupuesto de Defensa para alcanzar el 2% de su PIB. Además, es la piedra angular de la red de minialianzas económicas y de seguridad que ha tejido Estados Unidos en Asia para contrarrestar la pujanza de China, desde el Quad (EE UU, Japón, Australia e India) a la trilateral EE UU-Japón-Corea del Sur, pasando por la asociación económica para Indo-Pacífico IPEF.
Durante la visita de Kishida, los dos aliados planean reforzar aún más su asociación, según han apuntado altos cargos estadounidenses. El secretario de Estado adjunto, Kurt Campbell, indicaba la semana pasada en un evento que esos planes incluyen pasos para la colaboración y coordinación de sus políticas industriales de Defensa, con el objetivo de desarrollar de modo conjunto, y en el futuro facilitar la coproducción, de equipos punteros de defensa.
Japón se perfila como una posible base de astilleros y para la producción de municiones, incluidos sistemas de defensa antimisiles Patriots que podrían reexportarse a Ucrania.
“La guerra en Ucrania ha puesto de relieve la importancia de (desarrollar) una capacidad conjunta entre los aliados como una parte fundamental de la capacidad de disuasión y de nuestra capacidad colectiva de combate. Es parte de un asunto más amplio para Estados Unidos para permitir una mayor y más fácil cooperación en tecnología y defensa con nuestros socios más cercanos, porque la necesitamos”, apunta Johnstone.
Colaboración con Aukus
Este lunes, los tres integrantes de la alianza militar conocida como Aukus (Australia, Reino Unido y Estados Unidos) anunciaban que se plantean la colaboración con Tokio en su llamado Pilar II, el desarrollo conjunto de armamento estratégico en áreas como la inteligencia artificial, la guerra submarina o equipos hipersónicos.
“Hay un amplio consenso acerca de que Japón debería de ser uno de los primeros socios, si no el primero, al que se incluye como parte de un esfuerzo ampliado en proyectos específicos”, adelantaba Johnstone. Pero altos cargos de EE UU resaltan que antes de una integración más profunda, Japón debe resolver cuestiones como una defensa cibernética más sólida o legislación más dura sobre información de alto secreto.
Los dos países también reforzarán y actualizarán su alianza militar bilateral suscrita tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, para permitirles responder de manera más ágil a las amenazas que perciben desde China y ―cada vez más, también― de Corea del Norte, y el hostigamiento de Pekín hacia la isla de gobierno democrático de Taiwán, que China considera parte de su territorio. Se espera que Biden y Kishida anuncien pasos para reforzar el intercambio de información y mejorar la coordinación de sus mandos, aunque sin llegar al nivel de la alianza EE UU-Corea del Sur, donde las fuerzas de ambos países están gestionadas por un mando conjunto.
“Si pensamos en las provocaciones de Corea del Norte, las amenazas nucleares, la asertividad marítima de China y el refuerzo militar más amplio de ese país, este es un paso natural en el desarrollo de la alianza que contribuirá al efecto disuasorio”, según el experto del CSIS.
El jueves, Biden también recibirá a Ferdinand Marcos hijo, el presidente de Filipinas, por segunda vez en poco más de un año, antes de celebrar una reunión trilateral que se centrará en la creciente presión de Pekín hacia Manila en el mar del Sur de China, donde ambos gobiernos mantienen una agria disputa territorial. El foro trilateral, el primero entre estos socios, “envía una señal inequívoca de que tanto Washington y Tokio están del lado de Manila frente a la creciente agresión marítima de Pekín”, apunta Lisa Curtins, directora del Programa sobre Seguridad en Indo-Pacífico del Centro para una Nueva Seguridad Estadounidense (CNAS). Filipinas, tras el acercamiento hacia Pekín favorecido en el mandato de Rodrigo Duterte, ha pasado en la era de Marcos a entrar cada vez más de lleno en la órbita de alianzas estadounidense.
“La cooperación muy de cerca entre Japón, Estados Unidos y Filipinas es fundamental para un orden abierto y libre, basado en el Estado de derecho, y para la prosperidad económica de la región”, declaraba el primer ministro el pasado viernes.
No todo serán sonrisas y halagos en las reuniones entre los representantes estadounidenses y sus pares japoneses. Pendiente entre ambos están las aspiraciones de la acerera japonesa Nippon Steel de adquirir la estadounidense US Steel por 15.000 millones de dólares, un plan que se encuentra en entredicho después de que lo hayan criticado tanto el presidente Biden, como el candidato presidencial republicano, Donald Trump. El viaje de Kishida también busca reforzar la posición de Japón de cara a un hipotético triunfo de Trump en las elecciones del próximo noviembre, ante la posibilidad de que el expresidente pudiera exigir mayores inversiones en Defensa a Tokio o tratar de buscar un pacto con China que desestabilizara la región de Asia Pacífico.
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