Desde hace 23 años el autismo ha estado en mi vida

Desde hace 23 años el autismo ha estado en mi vida

Toco hoy un tema sensible, pues tengo un hijo de 25 años que batalla con el autismo. Ha tenido una vida complicada, superando el acoso y la mofa característica de la gente que no respeta, entiende o ayuda a las personas que son diferentes por diseño, no porque quieren. También lo ha sido para mí, como su padre, que lo ha visto crecer con las dificultades que crea una condición que la gente piensa que entiende, pero que en el fondo no comprende nada de ella.

Lidiar con el autismo no es fácil. Quien diga que es una bendición de Dios o una prueba de la vida no tiene idea de lo que dice. El autismo es una condición demoledora, que destroza los cimientos de las familias, pues la primera reacción que provoca es la negación, después viene la incomprensión, luego la desinformación, para finalmente convencerse, buscar ayuda, documentarse y comenzar una intervención que, si no ocurre antes de los cinco años, poco vale para que ese ser humano tenga mayores oportunidades de integrarse al mundo y su tiranía.

Desde hace 23 años el autismo ha estado en mi vida y lo estará para siempre, porque no tiene cura, porque mi hijo siempre lo padecerá, pues no es una enfermedad, que se cuida con una vacuna, una píldora o una operación. Reconozco que el autismo es más conocido hoy que hace dos décadas, que la gente tiene, por lo menos, una concepción de que se trata de algo complejo y es más común de lo que se cree. Seguimos, sin embargo, empantandos en los mismos problemas y sin las mismas soluciones que entonces.

Los gobiernos creen que con aprobar una ley de autismo o desarrollar un centro de intervención temprana resuelven el problema, lo cual no es ni de cerca así. Las autoridades tienen que entender que el autismo es una condición que requiere apoyos diferentes por toda la vida, que una cosa es el autismo en edad temprana, otra en niños, otra en adolescentes, otra en adultos y otra en adultos mayores. Que todo comienza con una detección temprana, por lo que todos los niños a la edad de tres años deberían ser sometidos a las pruebas de rigor y, los que sean detectados, al correspondiente tratamiento. De eso hablamos, no son boberías.

Periodista puertorriqueño y Subdirector de Diario Libre. Ganó el Premio Nacional de Literatura Puertorriqueña, Categoría Periodismo, en 2018, por sus columnas en el periódico El Nuevo Día, del cual fue Director Asociado.

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