Francia matiza el polémico discurso de Macron: los soldados que fueran a Ucrania no entrarían en combate con Rusia
Emmanuel Macron, fiel a su estilo, ha abierto una puerta de improviso y con estruendo. Las profundas reservas entre los socios de la UE y la OTAN ante la propuesta del presidente francés para estudiar el envío de tropas terrestres a Ucrania obligaron este martes a sus colaboradores a un esfuerzo de pedagogía. A explicar y matizar qué quiso decir cuando, en una rueda de prensa el lunes al filo de la madrugada, respondió así a una pregunta sobre el despliegue de soldados occidentales: “Nada debe excluirse. Haremos todo lo necesario para que Rusia no pueda ganar esta guerra”.
El responsable de aclarar las cosas fue el ministro de Exteriores, Stéphane Séjourné. Ante una Asamblea Nacional donde la extrema derecha y la izquierda radical acusaban al presidente de jugar con fuego, explicó que el envío de tropas a Ucrania tiene un límite: que no entren en combate directo con Rusia.
“Debemos contemplar nuevas acciones de apoyo a Ucrania”, dijo Séjourné, miembro del círculo confianza de Macron, y sentado en la primera fila de la rueda de prensa del presidente el día anterior, al final de la conferencia de líderes de la UE y la OTAN sobre Ucrania. “Estas [acciones]”, continuó, “deben responder a necesidades muy precisas. Pienso sobre todo en el desminado, en lo cibernético, en la producción de armamento sobre el terreno”. El ministro concluyó que “algunas de estas acciones podrían requerir una presencia en el territorio ucranio, sin franquear el umbral de la beligerancia. Nada debe descartarse”. Una fuente diplomática, que pidió anonimato, explicó: “Si se envían tropas, debe ser para objetivos precisos, no para el combate”.
Todo el debate —y la difusa línea sobre la que camina Macron— se mueve entre la voluntad de evitar convertir a franceses y europeos en beligerantes, y la aseveración de que nada se descarta y, como dijo el presidente en la rueda de prensa, “todo es posible si es útil para alcanzar [el] objetivo”: que Rusia no derrote a Ucrania. Y para ello Francia quiere preservar su “ambigüedad estratégica”. Es decir, no mostrar todas las cartas.
La “ambigüedad estratégica” es un término frecuente en la disuasión nuclear. (Francia es la única potencia atómica de la UE y Rusia también tiene la bomba). Macron, en un momento de dudas occidentales sobre la guerra e incertidumbre sobre el futuro del paraguas protector de Estados Unidos, quiere enviar un mensaje a Vladímir Putin: el apoyo europeo a Ucrania es sólido. Poner límites a este respaldo —decir, por ejemplo, que no habrá tropas y deshacer así la ambigüedad— le restaría credibilidad.
“Nuestro temor es que, si nos limitamos a hacer lo que hacemos hoy, finalmente se acredite la posibilidad de que Rusia va a ganar, y no queremos conformamos con esto”, dice la citada fuente diplomática. De ahí la necesidad de no cerrar ninguna puerta y de evitar líneas rojas como las que fijaron hace dos años al inicio de la invasión rusa de 2022. En la rueda de prensa, el presidente recordó: “Muchos de los que hoy dicen ‘nunca, nunca’ [tropas terrestres] son los mismos que decían ‘nunca, nunca tanques, nunca, nunca aviones, nunca, nunca misiles de largo alcance (…). Les recuerdo que hace dos años, muchos en [la] mesa [de la cumbre del lunes] decían: ‘Vamos a proponer sacos de dormir y cascos”.
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Hay una nueva línea roja ahora, la de no enviar tropas de combate, pero existen antecedentes de militares en funciones accesorias que acabaron entrando en la pelea. El más famoso, el de los “asesores” que Kennedy envió a Vietnam a principios de los sesenta, y que llegaron a ser medio millón al final de la década. Circula otra referencia habitual en estas situaciones, la de los años treinta. “No nos resignamos, intentamos encontrar para hoy las opciones que nos permitirán evitar lo peor mañana”, dice la citada fuente. “No creemos que, teniendo en cuenta la experiencia europea, el pacifismo sea por sí mismo una respuesta”.
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