Julius Krein, analista político estadounidense: “Muchos candidatos republicanos son guerreros culturales muy amateurs”
Empezó casi como un chiste. Era 2015 y Donald Trump, el magnate de los negocios probablemente mejor conocido por ser el rostro del reality televisivo The Apprentice, había decidido presentarse a las elecciones presidenciales con el Partido Republicano. No cabe duda de que lo que ofrecía era novedoso: sin guion, políticamente incorrecto e ideológicamente fuera de lo convencional. Para el filósofo político Julius Krein (1986, Dakota del Sur), formado en Harvard, y varios de sus colegas que por ese entonces trabajaban en el mundo de las finanzas, entre algunas de sus salidas de tono más escandalosas había opiniones sensatas sobre el estado de las cosas. Así que abrieron un blog anónimo para profundizar en algunas de sus ideas, especialmente en torno al modelo económico, el comercio internacional y China. Esta intelectualización del trumpismo ganó tracción rápidamente, más de lo que esperaban o podían manejar, así que lo cerraron antes de las elecciones por miedo a perder sus empleos.
En 2017, sin embargo, durante el primer año de mandato de Trump, se lanzó la revista política trimestral American Affairs, en gran medida para cuestionar partes de lo que puede llamarse el consenso neoliberal: fronteras abiertas para el capital; transferencia de poder de gobiernos nacionales a tecnocracias transnacionales; mercados sin restricciones; y promoción de la democracia como única premisa de la política exterior. “Existía un público para estas cosas”, dice Krein desde Boston a través de una videollamada.
Al principio, algunos tildaron la publicación de “órgano de la administración Trump”, pero Krein se apresura a negar esa representación: “En realidad nunca se preocuparon mucho por nosotros”, afirma. En agosto de 2017, el propio Krein se había vuelto públicamente contra Trump, publicando un artículo de opinión en The New York Times titulado I Voted for Trump. And I Sorely Regret It, (Voté por Trump y me arrepiento mucho), en el que reconocía que las posturas y el comportamiento de Trump eran indefendibles.
Desde entonces, American Affairs se ganó una reputación de “revista de política heterodoxa” que publica, por ejemplo, argumentos conservadores en defensa de un mayor papel del Estado, pero también artículos de izquierda contra la política identitaria y las fronteras abiertas. Cuando se sucedieron la pandemia de la covid-19 y la invasión rusa de Ucrania, las grietas que Krein llevaba años señalando se reventaron. Parecía que el consenso neoliberal se había derrumbado por su propio peso.
Pero, ¿qué puede seguir al final del “fin de la historia”? El tablero está limpio para que se forme un nuevo consenso político y económico y las elecciones presidenciales estadounidenses de este año son el escenario obvio. Sin embargo, para Krein, ni Biden ni Trump ni ninguno de sus partidos están a la altura de las circunstancias.
Pregunta: ¿Cómo explicaría la secuencia que terminó con el fin del llamado “consenso neoliberal”?
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Respuesta: Los paradigmas económicos neoliberales han ido socavando poco a poco las condiciones en las que se basan, y creo que eso se agudizó especialmente tras el año 2000 y la entrada de China en la OMC (Organización Mundial del Comercio). Pero creo que políticamente la crisis de la covid-19 y de la cadena de suministro, así como la invasión rusa de Ucrania, aceleraron el interés por estas cuestiones. Se convirtieron en algo más que una narrativa académica y se ampliaron para interesar al establecimiento de centro-izquierda.
P: La administración Biden se ha alejado de las ideas neoliberales básicas, pero no ha vendido realmente su política como un cambio de paradigma. ¿Lo es?
R: Sí y no. Hay un cambio de paradigma porque pronunciar ahora las palabras “estrategia industrial” en Estados Unidos no causa conmoción y repulsión entre la élite intelectual. Es un gran cambio, pero no han cambiado realmente muchas de las dinámicas subyacentes, tanto políticamente, en términos de ganar votantes, como más sustanciales, por ejemplo en el cambio de los incentivos financieros y corporativos.
P: ¿Cuáles son esos incentivos que han permanecido intactos?
R: Comienza en los años setenta y ochenta con el traslado de la mano de obra al resto del mundo. Y tras el fin de la Guerra Fría, se dispara. También añadiría que, aunque el neoliberalismo aspira a una especie de rectitud fiscal, en realidad depende mucho de la deuda para mantener las cosas marchando; y como hemos visto con la crisis financiera, eso tiende a añadir más inestabilidad financiera. Esta situación simplemente ha ido tan lejos que está causando muchos problemas. El primero y más obvio es con la base industrial, en particular la de defensa. A nivel macroeconómico ha significado la pérdida de producción y el aislamiento de los beneficios de la mayoría de los empleados, y eso genera desigualdades geográficas y financieras que luego potencian la inestabilidad política.
P: Pero nadie en la escena política estadounidense lo está explicando más allá de las palabras de moda sobre la amenaza de China o la antiglobalización en general.
R: Creo que hay personas en ambos bandos que son capaces de desarrollar una agenda posneoliberal, o la tienen o tienen partes de ella, pero tienden a ser tecnócratas, no son las voces dominantes de ninguno de los partidos.
P: ¿Es difícil electoralmente vender este tipo de ideas?
R: No sé si lo difícil es la atención de los medios, porque cuando empiezas a hablar de estos temas complejos y áridos, los medios no quieren cubrirlos. Pero hay encuestas que dicen que esto es lo que todo el mundo quiere. Lo que pasa es que no tienen la oportunidad de votar sobre ello porque los partidos están enfrascados en guerras culturales o lo que sea.
P: ¿Cómo puede un partido construir una base electoral más amplia en este contexto?
R: Los republicanos tienen dos problemas que les impiden construir un mayor realineamiento. El primero es que todavía hay segmentos significativos del partido que están atrapados en una especie de caricatura de la economía de Reagan de los años ochenta, y eso tiene un techo bastante claro en este momento, incluso con una parte de votantes republicanos. Y luego, dos, creo que el partido en general tiene un problema de aptitud. Muchos de los candidatos republicanos son guerreros culturales muy amateurs, y el propio Trump no se presenta realmente con un programa. Se presenta con una campaña efectiva, pero fundamentalmente de stand-up comedy contra los excesos del progresismo, que creo que puede ser suficiente para ganar las elecciones, pero no es un programa sobre el que se puedan construir cosas. En el lado demócrata, creo que su compromiso con la identidad ha creado una polarización inversa. Les cuesta hablar del nacionalismo de forma positiva y presentarse realmente como líderes de la nación estadounidense, que es lo que realmente tienen que hacer para ganar las elecciones.
P: No parece una muy buena selección…
R: Los votantes tendrán que elegir entre personas que están inmersas en una moral elitista muy impopular y, en cierto modo, antiestadounidense; o personas que al menos afirman ser nacionalistas y apoyar a Estados Unidos en general, pero que están consumidas por todo tipo de extrañas cuestiones propias de la guerra cultural y, en realidad, muestran muy poco interés en dirigir el gobierno de forma eficaz.
P: ¿Y hay alguna forma de salir de este punto muerto?
R: No creo que este estado de las cosas sea permanente o inherente. Pero sí que probablemente se resolverá por acontecimientos externos. Ya estamos viviendo una situación en la que Estados Unidos está agotando sus reservas de artillería. Hay problemas importantes en Oriente Medio que podrían empeorar; y aunque la base industrial estadounidense probablemente podría soportar una guerra con Irán, en realidad es algo muy ajustado. Y si China —y no lo estoy prediciendo, pero tampoco se puede descartar— hiciera un movimiento y bloqueara Taiwán o algo así, la estimación actual es que Estados Unidos probablemente se quedaría sin munición en una semana o diez días. A medida que más miembros de la élite estadounidense tengan que enfrentarse a estas realidades y a un mundo en el que el orden mundial liderado por Estados Unidos se aleja cada vez más, se impulsará la política interna más que cualquier tipo de cuestión de campaña nacional. Pero eso es absolutamente impredecible, por supuesto.
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