Prospectos firman por más dinero, pero reciben menor pedazo del pastel
Sin importar la vara que se utilice la ecuación arroja una conclusión similar; reclutar un prospecto dominicano resulta cada vez más caro para los clubes de las Grandes Ligas. Si en 2004 costaba de media pagar US$29,272 por un fichaje dos décadas más tarde (2023) ha trepado a US$180,025, un aumento del 515%.
Solo en el último decenio, cuando se introdujo topes al gasto, la inversión total saltó desde los US$42,478,960 en el año fiscal 2012-2013 para firmar a 357 jugadores hasta los US$89,112,500 para incorporar a 495 en 2023.
Si el año pasado las organizaciones erogaron US$169 millones para este 2024 subirá hasta US$176 MM, casi el doble de los US$90 MM que autorizó la liga cuando introdujo los límites en 2012.
Sin embargo, el sistema se ha transformado; el jugador recibe una porción menor del dinero y en el reparto más actores tocan del tarta.
Los días del 30% que se cortaba a ese pago de firma hoy pueden llegar hasta el 60%; ahora los entrenadores tienen que comprar el talento y destinar hasta cinco años de trabajo, cuando lo normal eran dos. Pero es que nadie se quiere quedar fuera de la fiesta, ni siquiera acreedores que arriesgan sumas tan altas como las tasas a las que prestan.
La reestructuración
Ese salto del 764.8% que experimentó en los últimos 10 años el desembolso que hacen los clubes ahora engrasa a casi toda la cadena en torno al pelotero… y más allá.
Carlos Mauricio, el padre de Ronny, en entrevistas que concedió en 2023 para defenderse en torno al uso del bono que recibió su hijo cuando firmó en 2017, no deja un detalle en el aire.
De los US$2,1 millones que recibió el infielder petromacorisano a Carlos Guzmán, su entrenador principal, correspondió el 40% (US$840,000); un 10% (US$210,000) fue a parar una liga donde se formó en el Batey Alemán; el 6% (US$126,000) a otro preparador que lo tuvo antes y un 5% (US$105,000) a la Dominican Prospect League (DPL), la plataforma donde jugó y lo representó en los trámites de firma.
Al jugador le quedó US$819,000. Pero no era el monto bruto. Había que pagar esos préstamos que se tomaron una vez hubo el «apalabreo» con los Mets.
DL ha tenido acceso al caso de un prospecto que firmaría por un bono que supera la barrera del millón, pero que un crédito en la frontera de los US$200,000 tomado en 2023 por su familia le dejaría el dinero neto a cobrar en menos de US$50,000, en 2025. El interés mensual roza los dos dígitos.
Todos en el barco
«Los ligueros (dueños y entrenadores de las ligas infantiles) se cansaron de enseñar a los niños a jugar y cuando ya estaban avanzados ver cómo los dueños de programas se llevaban a los muchachos y solo dejaban las migajas… un par de docena de pelotas y el premio de salir en la foto el día de firma», dice un entrenador que pide la omisión de su nombre.
De ahí que comenzaron a confeccionar el registro de admisión a esas ligas, donde incluían el derecho de negociar porcentajes del bono si el jugador salía a un programa de desarrollo.
A ese descuento de ese potencial pago se sumó la figura del padre, que pasó de ser un simple observador a convertirse en el primer «agente» del niño.
El poder de los progenitores puede ir desde condicionar el porcentaje que dejaría a la liga si firma hasta recibir un pago para cederlo a un programa. Esa prima puede depender del nivel de proyección del atleta, pero va desde los US$2,000 hasta US$150,000 por niños de 11 años.
«Todo eso subió los costos y el dinero para mantenerlo operando sale de los que firman. Por eso quiebran tantos programas, por eso son tan pocos los que consiguen los grandes bonos. Es muy difícil mantener activo un programa si no firmas jugadores sobre los US$400 mil», dice otro actor de la industria.