El transfugismo político en República Dominicana
A pocos días para los comicios congresuales y municipales del próximo 18 de febrero no me sorprende que algunos políticos desfavorecidos por convenciones o por encuestas internas de sus diferentes formaciones políticas se muden a otras organizaciones que les garanticen la candidatura deseada; otros, ya en función, que consideran que el partido oficial les podría asegurar su reelección, como un camaleón, cambian de color político. A estos políticos se les llama «tránsfuga», un eufemismo cuyas interpretaciones quedan a la interpretación del lector. Algunos tienen seguidores; otros serían algo así como cometas sin estela lo que, en buen romance, significa que no tienen más seguidores que el prestigio personal que su narcisismo les hace creer que gozan. De esos cometas, con o sin estela, los ejemplos abundan antes de cada comicios.
Recordemos aquel candidato por el Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) a alcalde de Santo Domingo en los tiempos en que se elegía el mismo día y en una sola vuelta presidente, legisladores y alcaldes. Me refiero a los comicios generales de 1986 cuando un candidato a síndico por el Distrito Nacional que bajo el embrujo de los sondeos, prefirió cambiar de montura y ser candidato por el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) que las encuestas preconizaban triunfador. Y resultó perdedor. Ese cometa no tenía estela y su nombre se perdió en el torbellino del pasado.
Esta enseñanza no tuvo éxito en los «tránsfugas«. Los políticos no escarmientan. El transfuguismo, a pesar de la Ley de Partidos, ha tenido históricamente hablando buenos resultados. En una época en que las ideologías, particularmente después de la desaparición, en 1989, del muro de Berlín, no figura en el debate político dominicano y muy tímidamente en países con tradición política más arraigada. El muro de Berlín, además de dividir a Alemania, simbolizaba también dos corrientes ideológicas antagónicas y, por así decirlo, estableció igualmente fronteras ideológicas que dominaron la geopolítica mundial durante la segunda mitad del siglo XX.
Fronteras que permitían situar las ideologías dominantes en el mundo occidental por un lado y el oriental por el otro; el oriental correspondía a la Unión Soviética (URSS) y sus aliados del Pacto de Varsovia que integraban algunos países de Europa del Este que optaron, después de la Segunda Guerra mundial, por el socialismo bajo el manto de protección de la URSS; el occidental a la Organización del Tratado del Atlántico norte (OTAN), integrada entonces por Inglaterra, Francia, Bélgica, Holanda y Estados Unidos. La OTAN debía, eventualmente, enfrentar a la URSS y sus aliados en caso de agresión.
Con la caída del Muro de Berlín y la desaparición de la URSS en 1991 terminó no solamente lo que se llamó, tras la capitulación de la Alemania nazi el 8 de mayo de 1945, la «Guerra fría» que se intensificó con la construcción del Muro de Berlín en 1961. Un muro que para muchos era el símbolo de lo que Churchill llamó «la cortina de hierro» que levanto la URSS al terminar la Guerra mundial junto a varios países de Europa del Este.
Con la demolición de Muro de Berlín y la disolución de la URSS en 1991 las fronteras de las ideologías sufrieron igualmente un serio revés. Se debilitaron de tal manera que los bordes se han hecho imperceptibles a pesar de ciertos nostálgicos del «tiempo ha» que se imaginan que las ideologías siguen intactas y se niegan a admitir que el capitalismo más malvado logró imponerse al cabo de la Guerra fría abriendo paso a un capitalismo liberal, despiadado, en el que prima el bienestar e interés personales.
Si nos ponemos a observar la conducta de los cometas que se manifestaron antes o durante las convenciones y sondeos realizados en los diferentes partidos que terciarán en los comicios del 18 de febrero próximo para escoger sus candidatos, constatamos que muchos de esos disidentes se han disgustado con su organización simplemente porque el sistema de escogencia no les favoreció. No por convicción ideológica. Como nunca falta una excepción, un legislador argumentó que el Partido Revolucionario Moderno (PRM) se había desviado de los principios peñagomistas y renunció al PRM. No a su curul. De igual manera otros han abandonado al Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y se han acercado al PRM, el partido oficial arguyendo que los dirigentes de PLD se han apartado de los principios de Juan Bosch. ¡Bosch y Peña Gómez tienen las espaldas anchas!
Como decía más arriba, muchas de esas «estrellas» fugaces hacen creer a la organización que les acoge con bombos y platillos que sus electores, como ellos, orientarán sus sufragios a la nueva organización de su «líder». Los dirigentes políticos no son tontos y «acogen» esos cometas con o sin cola para aprovechar el efecto político del momento y, una vez pasados los comicios, parecen del filme de Pietro Germi Sedotti e abbandonati (1964)…
Los tránsfugas son cometas sin estela cuya ambición no les permite darse cuenta de que son víctimas de un narcisismo exacerbado que les hace imaginarse un liderazgo que no tienen ni tuvieron.