Alejandro Fernández, el Potrillo, cabalga hasta el cielo
Durante un concierto que desde el primer minuto fue protagonizado por colores vivos, mariachis y columnas de luces, Alejandro Fernández supo dar la talla e incluso sobrepasó las expectativas.
La música comenzó y el público se puso en pie y vitoreó al cantante mexicano durante las casi 2 horas que duró el espectáculo musical y visual. El Potro mexicano saludó a todos los presentes y aseguró que llegaba «con todas las ganas de traerles una fiesta mexicana«.
Y así fue; cada canción, cada gesto, cada baile que había era alentado por un público totalmente entregado a su ídolo mariachi que provocó una «sobredosis» a todos los asistentes.
Un ramo de rosas al principio y una bandera mexicana cosida a una dominicana en la parte final pusieron la guinda del pastel a un concierto que espera que Alejandro vuelva lo antes posible.
De la puesta en escena
Una ensalada de colores e imágenes, la gran mayoría creadas por inteligencia artificial, dejaron al público hipnotizado y con ganas de más. Más de 20 músicos, 2 coros y una audiencia entregada generaron un ambiente de fiesta para seguir toda la noche.
De él
Alejandro Fernández, más sentido que nunca y orgulloso de su música y compositores mexicanos, honrándolos uno a uno. De pie, sentado en el taburete y moviendo las caderas, así se entregó el Potro a los suyos.
Momentos destacados
Interpretó casi 30 canciones de entre las que destacaron «Hoy tengo ganas de ti», «Que seas muy feliz», «Sé que te duele», «Caballero» y «Mátalas», y tuvo tiempo para homenajear no solo a compositores mexicanos, como Jose Alfredo Jiménez, sino también a alguien muy especial: a su padre Vicente Fernández.
Recordando un show que dieron juntos en República Dominicana, cantó emocionado temas como «El Rey» y «Volver, Volver» con una imagen suya de fondo.
Cantó y bailó, mostró el alma mariachi que lleva dentro, recogió flores y halagos, enamoró y emocionó a un público que desde la primera hasta la última canción vivió entregado; el Potrillo volvió a cabalgar sobre el calor del Caribe.