La libertad de expresión

Con mis opiniones y pensamiento soy celoso y cicatero. No los presto ni alquilo para que a escondidas sirvan de aguijón contra personas, partidos, grupos o amigos. Los sostengo aquí con mi nombre, por lo que no puedo negarlos ni antes ni después de que el gallo cante tres veces. Coincidencias habrá, sin duda. Vivimos en sociedad, pocas cosas hay nuevas bajo el sol. Empero, pensar con cabeza propia me garantiza el monopolio de errores y aciertos. Y para la miopía están las gafas.

El oficio de la especulación y manipulaciones les es ajeno a los tontos, alineados en la simpleza. A los inteligentes explico que solamente el editorial y columnas sin firmas contienen la opinión de un medio. Artículos firmados responden a las ideas del autor, sin censuras en este periódico que no solo por gratuito es Diario Libre. Si algún listillo aprecia manos ocultas donde solo opera el menester de este humilde periodista, allá él. Admito su pertenencia a los inteligentes.

Si ADC se declara reeleccionista u opositor, ese es mi derecho como beneficiario de la libertad de expresión y difusión del pensamiento. No tiene por qué recoger el sentir de este medio, por ejemplo, si un día me da por afirmar que el futuro del PRM después de Abinader pertenece a Carolina Mejía, a José Ignacio Paliza y a Eduardo Sanz. A los inteligentes corresponderá la exégesis porque yo, pese a la militancia en la columna de los tontos, aún veo bien lo que escribo y escucho sin ayuda lo que digo.

Sembrado de buenas intenciones el camino al infierno, tiempo ha que me declaré hereje de mi propia religión y puse la iglesia en manos de Lutero.

Aníbal de Castro carga con décadas de periodismo en la radio, televisión y prensa escrita. Toma una pausa en la diplomacia y vuelve a su profesión original en DL.

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