Elecciones presidenciales: ¿A quién creer en las encuestas?
En la columna del pasado viernes –Leyendo las Encuestas-, se reivindicaba el papel de los estudios de opinión independientes como instrumento de medición de las preferencias del electorado y su potencia para predecir los resultados emanados de las urnas. Las encuestadoras contratadas por medios de comunicación (Diario Libre, Hoy, Noticias SIN y ahora RCC Media) operan bajo la lógica de recoger información y servir resultados confiables que orienten al elector -equidistantes del interés banderizado de los protagonistas de la contienda. De esta forma, devienen en una brújula invaluable en dichos procesos políticos, críticos a la renovación de los mandatos populares y la gobernabilidad democrática.
Para las elecciones presidenciales celebradas el 5 de julio del 2020, las firmas Greenberg, contratada por Diario Libre, y Gallup, auspiciada por Hoy, realizaron ese año 2 encuestas cada una. Mientras Mark Penn, bajo patrocinio de Noticias SIN, llevó a cabo 3 estudios, para un total conjunto de 7. Los últimos sondeos correspondientes al cierre de campaña llevados a cabo por cada una de estas firmas, arrojaron las siguientes cifras de intención de voto: 56% Luis Abinader, 29% Gonzalo Castillo y 12% Leonel Fernández (Greenberg/Diario Libre); 53.7% LA, 35.5% GC y 8.6% LF (Gallup/Hoy); y 47.85% LA, 35% GC y 11% LF (Mark Penn/SIN).
Como resulta evidente, a simple vista, la firma Gallup-RD que dirige en el país el veterano sociólogo Rafael Acevedo y que goza de dilatado arraigo en nuestro mercado, exhibió el mayor acierto predictivo, ya que las urnas decantaron 52.52% para Luis Abinader, 37.46% para Gonzalo Castillo y 8.90% Leonel Fernández, con desviaciones mínimas en el balance comparativo de los datos arrojados por la encuesta para los 3 candidatos presidenciales. Los números de Greenberg, en cambio, colocaron a Castillo a 8.46 puntos porcentuales menos de su real votación y los de Mark Penn situaron a Abinader con 4.67 por debajo.
Si procediéramos a promediar los resultados de cada una de las últimas encuestas efectuadas por las 3 firmas referidas antes de las elecciones del 5/7/2020, Abinader quedaría con 52.23%, apenas una fracción de 0.29 de desviación del voto obtenido por su candidatura. Gonzalo Castillo registraría 33.16%, subestimado con 4.3 puntos porcentuales. Mientras Leonel Fernández tendría 10.53%, sobreestimado en 1.63 puntos.
Como se puede apreciar, el ejercicio de promediar los datos derivados de varios estudios para lograr una mejor aproximación a una medida central más confiable, ofrece múltiples ventajas para ubicarnos en una zona de mayor potencia y seguridad predictiva. Algo que en materia de análisis electoral es sumamente importante para realizar pronósticos certeros y afinar el lápiz en la estrategia de campaña.
Como es sabido, para los comicios del 2020, unas 21 firmas concurrieron al terreno y realizaron 41 sondeos electorales cuyos datos se divulgaron. Lo cual revela la jerarquía que le conceden a este instrumento de medición, tanto los partidos políticos y sus candidatos, los grupos de interés –especialmente empresariales- como los medios de comunicación anteriormente aludidos. A fin de dar seguimiento sistemático a la campaña y de paso influir en la inclinación de los electores concebidos como target y en su decisión final en las urnas.
Una serie de factores contribuyeron a que el 5 de julio del 2020, la tasa de abstención real se situara en 44.71%, una de las más elevadas en nuestra historia electoral. Sin dudas, pesó la incidencia de la pandemia del Covid 19, con su correlato de incertidumbre universal sobre etiología y terapias efectivas, temores ante el riesgo de contagio y los efectos letales, cuarentenas y otras restricciones sanitarias que generaron irritabilidad creciente en segmentos de la población. Por demás, el chasco informático que hizo colapsar las municipales del 16 de febrero con las consabidas protestas de la juventud de clase media en la Plaza de la Bandera, arrojaba dudas sobre la fiabilidad del proceso y la solvencia de la JCE para manejar los comicios presidenciales y congresuales de julio.
Otro elemento que debió incidir fue la división del antiguo PLD que había gobernado durante 20 años y de manera continua en los últimos 16, hegemonizando la escena política, ahora con evidentes signos de serio desgaste y la fractura de su electorado tradicional. La pugna partidaria larvada entre leonelistas y danilistas había llegado al clímax con los intentos de Danilo Medina de introducir una reforma constitucional que lo habilitara para optar por un tercer mandato, resistidos por los seguidores de Leonel Fernández, aspirante a su vez a un cuarto período por su partido, así como por otros sectores aliados.
La llamada vespertina el 11 de julio 2019 del secretario de Estado Mike Pompeo al presidente Medina, al parecer tuvo un instantáneo efecto mágico disuasivo, abortando el engendro. Desde Washington, un despacho de prensa del State, notificó que Pompeo alentó en su diálogo telefónico a que todos los actores políticos se comprometieran con las instituciones democráticas y se apegaran a la Constitución y las leyes, dadas las próximas elecciones pautadas en el 2020.
Ya en enero del 2017, como fenómeno telúrico, había arrancado el movimiento cívico de la Marcha Verde contra la Impunidad ante los escándalos de sobrevaluación verificados en los contratos de obras públicas con la constructora brasileira Odebrecht, destapados en Brasil a raíz de las delaciones premiadas en la Operación Lava Jato. Lo cual motorizó la incursión en la escena política de una cuasi pasiva, hasta entonces, clase media. Que ya antes, en 2010 durante el último gobierno de Leonel Fernández, había mostrado el músculo en la lucha de las camisetas y banderolas amarillas por la asignación del 4% del PIB en el presupuesto para la educación básica, tal como consignaba la ley sobre la materia.
El expediente Odebrecht –que en su versión local atribuyó el reparto de sobornos por 92 millones de dólares entre un grupo de funcionarios de las ramas ejecutiva y legislativa de varias administraciones y partidos mayoritarios-, no sólo develó una dimensión del financiamiento político. También hizo saltar del país al afamado marqueteiro Joao Santana –»hacedor de presidentes» de clase mundial, con 7 campañas ganadas en América Latina y África-, quien hoy, con greña, barba rala y aretes a la moda, se dedica a producir música para entretener su talento creativo. Tras cumplir condena, devolver plata y colaborar en las delaciones premiadas con la justicia de Brasil.
Otro factor que pudo actuar para desestimular la baja concurrencia de electores en las filas de votantes –en especial entre personas de edad avanzada, más vulnerables al contagio del Covid 19-, sería el significativo margen de ventaja que mantuvo durante el curso de la campaña Luis Abinader sobre su más próximo contendor Gonzalo Castillo. Sólo tomando como base las 3 firmas ligadas a los medios de comunicación, cuyos márgenes finales se movieron entre 12 puntos mínimo y 27 puntos máximo, redondeando los 20 puntos de ventaja, se evidencia que la magnitud de la ventaja era tal que la fórmula del Cambio apuntaba a un resultado arrollador.
Ante un elenco de actores políticos que la longevidad en el mando había oxidado sus bisagras, apoltronados en los sillones de la nomenklatura partidaria, con un acomodo de eternidad en el ejercicio de los cargos burocráticos, Luis Abinader y su PRM renovado vino a encarnar en la coyuntura pandémica de julio del 2020, una opción de cambio de élites y readecuación de prioridades en el rumbo de las políticas públicas. Fraguada esta opción en alianza con importantes sectores empresariales interesados en tener mayor soltura operativa directa en los mandos estatales y con actores protagónicos de la denominada sociedad civil.
La vieja Alianza Social Demócrata (ASD) que fundara Juan Isidro Jimenes Grullón en 1962 y reciclara José Rafael Abinader como Alianza Social Dominicana, preservándola en su personería ante la JCE, sería el pivote institucional para refugiar al grueso del PRD que abandonó sus filas agotado de bregar con Miguel Vargas Maldonado. A diferencia de lo presumible, el trasvase partidario no resultó un calco en envase y etiqueta nuevos de la vieja estructura. Una generación más joven y calificada, con destrezas perfiladas en el ejercicio profesional y empresarial, irrumpió en las principales posiciones ejecutivas del PRM con el liderazgo de Abinader al frente y un veterano Hipólito Mejía facilitando sabiamente la transición.
El propio Luis Abinader –con formación académica como economista en Intec y postgrados en gerencia financiera en Harvard- provenía del mundo empresarial, desempeñándose como presidente ejecutivo del grupo ABICOR, desarrollador de importantes proyectos turísticos y operador de una planta de producción de cemento. Miembro de una familia pionera en el fomento de instituciones privadas de educación superior como la Universidad O&M que fundara su progenitor en 1966.
Hijo de un prominente y probo servidor público tres veces aspirante presidencial, en 2005 Luis Abinader fue electo vicepresidente del PRD, acompañando en la vice en 2012 a Hipólito Mejía en la boleta presidencial de ese partido. Cuatro años más tarde, en 2016, encabezó la fórmula presidencial del PRM al obtener el 70% de los votos en las internas. En las primarias simultáneas de 2019, se impuso con el 74% frente al 21% del ex presidente Hipólito Mejía.
Retornando al tópico de las encuestas electorales y su solvencia predictiva, conviene consignar en la ocasión del 2020 la seriedad de firmas que han venido prestando servicios a candidaturas específicas. Es el caso del Centro Económico del Cibao (CEC) que dirige el economista y consultor político Leonardo Aguilera, quien asesorara a Luis Abinader. Su firma reportó en junio 2020: 53.6% para LA, 34% a GC y 10.3% a LF, cifras más ajustadas a la realidad de los votos depositados en las urnas. En cambio la española Sigma Dos, asociada al PLD/Danilo Medina, presentó en junio a Gonzalo al frente de la contienda con 43.6%, a Luis con 40.4% y a Leonel con 10.1%. ¡Vaya usted a saber!