La Argentina que imagina Milei
El ultra Javier Milei asumirá el 10 de diciembre el poder en una Argentina que necesita un tratamiento de shock para reanimar una economía en terapia intensiva. Ha advertido que sus recetas no serán ni tibias ni graduales: se viene un duro ajuste fiscal que incluye la paralización de la obra pública, la privatización de las empresas estatales y todo lo que sea necesario para lograr el equilibrio fiscal en 2024. En la Argentina que imagina este economista de 53 años; al final de su mandato no hay inflación —hoy es del 142%— y sus ciudadanos han abandonado la moneda nacional, el peso, para lanzarse a los brazos del poderoso dólar. Tampoco contempla el aborto legal, la educación sexual integral ni las políticas de género.
Los últimos presidentes han fracasado en la lucha contra la inflación y economistas de todo el mundo advierten de la inviabilidad de dolarizar un país que tiene reservas negativas en el Banco Central. Sin embargo, este admirador del economista Milton Friedman se muestra convencido de que es posible. Incluso le pone plazo a la recuperación del país: “La transición dura más o menos dos años”.
“Se recortará lo que tengan que recortar”, advirtió Milei días atrás en una entrevista. Sus declaraciones pusieron a los trabajadores estatales en alerta: el nuevo presidente acababa de anunciar por televisión que no estaba garantizada la media paga extra de diciembre, establecida por ley desde hace casi 80 años. Un día más tarde rectificó su discurso: “A la gente no se la toca; el ajuste recaerá sobre los gastos que hace la política”. No calmó los ánimos: el miedo se había extendido como la pólvora por todo el país.
Ha pasado una semana desde el triunfo de la ultraderecha en las urnas frente al peronista Sergio Massa, pero la incertidumbre se mantiene intacta. Su programa incluye “la paralización total de la obra pública estatal” y la amenaza comienza a sentirse en un sector que emplea a más de 400.000 personas. Algunos proyectos se han frenado por temor a que dejen de ingresarse los fondos estatales necesarios para sacarlos adelante, como ocurre con el plan de viviendas de la provincia de Catamarca, en el norte del país. Según la cartera de Obras Públicas, hay 2.329 obras en ejecución y 676 proyectos están en proceso de evaluación y aprobación.
Milei quiere aplicar en Argentina el modelo chileno de concesiones a empresas privadas. El responsable de llevarlas a cabo, al frente del Ministerio de Infraestructura, será Guillermo Ferraro, un empresario y exmilitante peronista. Ferraro planea designar como secretario de Energía a Eduardo Rodríguez Chirillo, un experto en privatizaciones, otra de las puntas de lanza de Milei. La venta de empresas estatales arrancará con la petrolera YPF, la energética Enarsa y el conglomerado de medios públicos. “Todo lo que pueda estar en las manos del sector privado, va a estar en las manos del sector privado”, resume el presidente electo.
Su propuesta devuelve a la memoria de los argentinos “la cirugía sin anestesia” aplicada por el Gobierno del peronista neoliberal Carlos Menem, que no dejó empresa pública sin vender. YPF pasó a manos de Repsol en 1999, pero Cristina Kirchner la volvió a nacionalizar en 2012. El anuncio de una nueva privatización disparó las acciones de la petrolera argentina casi un 40% en un día tras los resultados electorales. Detrás está el gran negocio del yacimiento de Vaca Muerta, que tiene las segundas mayores reservas del mundo de gas no convencional, y el litio localizado en el noroeste del país, clave para la revolución del transporte mundial.
Los argentinos conocen grosso modo el plan económico de Milei, pero dudan sobre cómo lo sacará adelante. Muchos de quienes lo votaron están convencidos de que no podrá hacer todo lo que había prometido. Para lograrlo necesita unas mayorías parlamentarias de las que carece. El partido de Milei, La Libertad Avanza (LLA), tiene solo el 15% de los legisladores de la Cámara de Diputados y el 10% en el Senado. La debilidad inicial de la ultraderecha tampoco se resolverá con una alianza con Propuesta Republicana (PRO), el partido conservador encabezado por el expresidente Mauricio Macri y quien fue su ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. En ese caso, la bancada oficialista sumaría 79 diputados de un total de 256 y 16 senadores de 72. En ambos casos, por debajo de los números necesarios para poner en marcha una sesión.
El peronismo, por el contrario, tendrá un poder de oposición significativo: Unión por la Patria tendrá 104 diputados y 32 senadores. Milei busca erosionar ese bloque con negociaciones con las figuras disidentes, y en especial con los gobernadores provinciales, esenciales para influenciar en el voto de sus respectivos senadores.
La negociación es compleja también para la formación del futuro Gabinete. La Libertad Avanza es una nueva formación con escasez de figuras propias con peso político y necesita colaboradores con experiencia. En la última semana, el equipo ha quedado envuelto en rumores, desmentidos y cambios de última hora. El baile de nombres hace dudar de si es resultado de la inexperiencia de un outsider que saltó a la política hace solo dos años —el cual no sabe evitar las filtraciones— o si se trata de una estrategia similar a la que usó el brasileño Jair Bolsonaro durante su presidencia para sembrar la confusión constante para tener ocupados a los medios y desviar la atención de las cuestiones de fondo.
De no haber sorpresas, Nicolás Posse será jefe de Gabinete; Diana Mondino, canciller; y Guillermo Francos, ministro de Interior. Los tres forman parte de su círculo más estrecho y lo han acompañado durante la exitosa campaña electoral que lo llevó a la Casa Rosada. Su hermana, Karina Milei, aún no tiene una función asignada, pero nadie duda que ocupará alguna de máxima confianza.
Las demás piezas siguen en el aire. El jueves, los medios locales daban por hecho que el macrista Luis Caputo sería el ministro de Economía, pero un día después esa negociación seguía abierta. Los rumores fueron idénticos con el radical Luis Petri, que iba a encabezar la cartera de Defensa. Portavoces de LLA confirmaron a Bullrich en la cartera de Seguridad, clave para controlar con mano dura la calle frente al aluvión de protestas que se esperan por el recorte del gasto anunciado. Sin embargo, horas después, desde el partido de ultraderecha se desdecían y aseguraban que su nombramiento no era un asunto cerrado.
En los tres casos se trata de nombres vinculados a Macri y se baraja la posibilidad de que el expresidente intente hacer una negociación en bloque para asegurarse algunos cargos, como la presidencia de la Cámara de Diputados.
La agenda inmediata de Milei es económica, pero la batalla a largo plazo es cultural. Esa cruzada, encabezada por su vicepresidenta, Victoria Villarruel, busca un radical giro conservador en un país de referencia para los derechos sociales en América Latina. El nuevo Gobierno quiere derogar la legalización del aborto, la educación sexual integral en las escuelas y cualquier política vinculada a la igualdad de género. “La brecha de género no existe”, asegura Milei, quien tampoco cree que el cambio climático se deba a la actividad humana. Las estadísticas que dicen lo contrario no parecen importarle. “Argentina tiene futuro y ese futuro es liberal”, repite una y otra vez. Si se cumple su plan, asegura, Argentina en 35 años será Estados Unidos.
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