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Comienzan los preparativos navideños

Comienzan los preparativos navideños

Comienzan los preparativos navideños

El Banco Central anunció la bajada de la tasa de política monetaria. En un lenguaje claro esto significa que ha reducido el precio del dinero. Se han aumentado las facilidades de liquidez.  

Algunas personas preparan los arbolitos y otros los nacimientos que se montarán en los próximos días. A como de lugar, la gente siente que entra en Navidad.

Unos banqueros me han dicho hace meses que la banca dura unos cuantos días para ajustar los nuevos bajones.

La bajada (son 25 puntos), es algo que han interpretado nuestros más preclaros economistas. Si uno se sumerge en las consideraciones económicas, logra descubrir cómo funcionan, sobre todo con un análisis multidimensional.

Por estas fechas, la gente compra regalos y lo que sea que esté en oferta, eso que necesita en la casa o en el trabajo. El arte de apreciar lo que ocurre en la economía se parece en algo a esos catadores de vino que dicen «este tiene este sabor y éste otro»: en el caso de las economías latinoamericanas, no todas están iguales y algunas tienen serios problemas.

Estos meses son de preparación para el año próximo. Nuevas medidas serán tomadas a inicios de año y el escenario electoral tomará todas las calles: los efectos de las bajadas de tasas se sentirán con una dinamización de la economía. Es bueno entrar al año con el control inflacionario en la mano (se ha controlado la inflación y estamos en el rango meta).  

Para que tengamos una idea de lo que ocurre por estas fechas: los señores que trabajan en el ayuntamiento recogiendo la basura, piden su navidad. Se desmontan del camión para decirle a la doña del edificio que se canteé con algo, a fin de cuentas ellos se lo merecen. He intentado pensar –y lo he logrado–, en un hecho para nada incómodo: ¿se merecen una papeleta azul de 2000 o una de 500? En otras épocas, era normal que se les diera una botella de ron que era sacada de manera subrepticia por el ama de casa, sin que nadie viera que en su hogar (eran de su marido), se guardaban botellas etílicas.

Será una navidad con guerra (Rusia-Ucrania, Israel-Hamás), y es cierto que no parecen tenerse noticias de solución al conflicto. Como ves en los periódicos, esto comienza a complicarse y uno espera soluciones.

Tenemos que llegar a la conclusión de que en todas partes del mundo estamos atentos a lo que ocurra en el Medio Oriente. Si te fijas en los números de información buscada en el mes pasado, te darás cuenta que la gente quiere estar informada sobre esto. Otros recurren al aserto de la espera: esperar a la reunión porque como dijo Sharwkoft, perdonar a los terroristas es un asunto de Dios. Dijo el general: «nosotros solo tenemos que hacer que esta reunión suceda». Ese es el enfoque lógico y uno espera que los países lo sepan.

Dos fechas interesantes que debemos volver a deletrear: la declaración Balfour en 1917, una carta enviada a Lord Rothschild y la fundación del Estado de Israel en 1948. Estos dos acontecimientos marcaron una época en Medio Oriente: hoy nos toca verlo todo de acuerdo al prisma del observador. Miramos con mucha pena cómo se desangran en la pelea dos comunidades que vienen desde los albores de la humanidad, desde épocas del viejo Noé y el patriarca Abraham.  

El que maneja el camión tiene su estrategia para que le den sus chelitos. Es una especie de terreno en el que están entrenados, pero que solo ocurre una vez en el año. Por esta razón, uno piensa que hay que darles su navidad a estos trabajadores. Alguien me dirá: «no solo eso, sino que el doble sueldo no les alcanza».

De acuerdo a este punto de vista y a otros, sería interesante saber qué hacen estos trabajadores en su tiempo libre, si es que tienen. Por lo pronto, le pregunto a uno si tiene hijos y me contesta que tiene tres. La otra pregunta que le hago: ¿tu esposa trabaja?, consciente de que la carga del hogar (la canasta familiar), se hace menos pesada cuando hay dos que aportan a la dinámica familiar.

Alguien me dirá: «tienes razón, al punto que tendré algún menudito para llevar en el carro y dejárselo caer a los haitianos que veo en la esquina vendiendo cualquier cargador de celular». Otro me dirá con mucho ahínco: «lo mejor es no darles nada sino comprarles lo que te ofrecen en la esquina, una esquina que al parecer no es muy vigilada por nuestros agentes del orden».

Ha visto alguien los videos de algunos acróbatas que se ponen en una avenida y hace su acto en medio del rojo del semáforo: se hubieran podido ir al circo de mi amigo personal el mexicano Abel Suarez, del circo Hnos. Suárez, a quien conocí por allá por la década de los noventas y con quien entablé una amistad en compañía de disyokis venezolanos y alguna que otra trapecista rusa.

Ajustados a sus presupuestos, las personas se preparan para las fiestas: podemos ver establecimientos comerciales de venta diversa, que son inundados en las plazas. Una influencer de estampada figura nos demostraba que por esta época las compras están a la orden del día. La gente compra lo que sea: sería interesante tener el inventario de todo lo comprado en las tiendas de las plazas. Todo el dinero que fluye desde la banca a nuestros bolsillos, está dedicada posteriormente a la compra de un gran número de objetos materiales que pueden ir de un automóvil nuevo para el 31, a un reloj de no tan alta gama (están de moda). Lo cierto es que la gente está en navidad, aunque no estemos seguros de que en otros países tendrán un respiro.

Otras noticias buenas: el oro de Arnaldo y la labor de Maryleidi, algunos actos que lleva a cabo el presidente que trabaja sin cesar en algunos proyectos a los que hay que prestarle atención.

Le he preguntado a una persona que vive en Gazcue y que pasa por esa zona casi todos los días, si los bombillitos del árbol navideño del Banco Central, no ya con las tasas, han sido encendidos. Este árbol es un lugar clásico que representa mucho para los que viven en la zona.

Asimismo, otros puntos de la ciudad se forran de bombillitos, incluyendo los balcones de los apartamentos en los residenciales. Como los del camión del ayuntamiento, los trabajadores del Estado (vigilantes de los edificios oficiales en Samaná, por ejemplo), guachimanes, trabajadores que cortan el césped de algunos lugares, esos que dan mantenimiento a los sitios públicos de esparcimiento (el Mirador del Sur, el Botánico y el Malecón y el Parque Iberoamericano), para no citar la zona colonial que por estos días se torna más interesante que en otras épocas del año: es toda una experiencia que algunos dominicanos, en la lejana década de los noventas, calificamos entonces de «bonche».

Siempre pensé que la ciudad se vería mas chula si se hiciera una inversión cuantiosa, astronómica (pero para algo serviría), para forrar de bombillitos alguna de nuestras avenidas. Sería un atractivo que una amiga me dice: «mi hermano, eso no es rentable». Ciertamente, pero tenemos claro que en otras partes del mundo (tomemos el caso de París), si iluminan, lo que se convierte en todo un atractivo turístico. Alguien me dirá: «anótalo para el próximo año».

Otras buenas noticias: no nos mató el Covid, algo que a algunos les resultará risible pero es así. Quien mira las cifras de muertos de pandemias históricas se dará cuenta que nos salvamos «en tablita» como dice el buen dominicano. Recomiendo que en esta navidad usted haga una oración de agradecimiento por ello.

Una última nota: en 1991, un grupo de estudiantes salimos a la avenida del Puerto a ver que se movía en la inauguración de ese lugar. Así como en aquella época, hoy la gente tendrá que inventarse sitios a los que ir, a toda velocidad para que lo que quieres comprar no te lo lleven y para aprovechar alguna que otra oferta navideña. Vamos, encienda sus bombillitos o monte el árbol y los nacimientos, que todo se ve mejor con una mirada de esperanza y luz.

El autor es mercadólogo, escritor y melómano nacido en 1974.  

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