Elon Musk, los demás y la inteligencia artificial
Entre los académicos, intelectuales o empresarios como Elon Musk que han firmado una carta pidiendo que se detenga por lo menos seis meses la investigación sobre la inteligencia artificial, se incluyen investigadores de su mismo campo. Saben lo que se está creando y la criatura que han soltado al mundo.
Sam Altam, director de Open AI, que diseñó ChatGPT, ha reconocido, de acuerdo a lo publicado en DW, que teme que su creación se utilice “para desinformación o ataques cibernéticos a gran escala”.
El campo que abre el uso generalizado de la Inteligencia Artificial asusta. Sus aplicaciones son tan interesantes y útiles que la hacen imposible de esquivar. Pero contribuirá a confundir lo real con lo inventado, a colar cualquier teoría, a entumecer el músculo de pensar, a evitar el esfuerzo de tantas investigaciones. (Como humanos… ¿seremos cada vez más inteligentes?)
Para quien no haya desarrollado el sentido crítico o la curiosidad, todo lo que diga ChartGPT será verdad. Los rumores adquieren categoría de certeza en una herramienta tan “sabia”. Quien controle lo que la IA proponga, dirigirá “la conversación”, como le llaman ahora a lo que se dice en las redes…
Piden seis meses para pensar cómo manejar la “dramática perturbación económica y política, especialmente para la democracia que causará la IA.” Se preguntan si estamos a un paso de perder el control de nuestra civilización, como si la ciencia ficción nos haya ya mostrado lo que se abre ante nuestros ojos.
“Que paren el mundo, que me apeo”, decía Mafalda. No es posible detener la ciencia y ya sabemos que todo lo que es posible hacer… se hace. Si los que más saben de IA la temen, ¿qué se supone que hagamos los demás?