Diferencias entre el necio y el sabio
« Si lo que usted va a decir no es más hermoso que el silencio, entonces cállese»
(Proverbio chino)
En las sociedades poco desarrolladas, como la nuestra, matizadas por evidentes rasgos aldeanos o en las que late el alma del suburbio y la cultura del vecindario, es muy común la conducta lingüística que muestra el necio en oposición a la del sabio:
El sabio utiliza la lengua con sumo tacto, prudencia y sentido común. El necio, en cambio, actúa con torpeza, irrespeto, imprudencia y ligereza.
El sabio sabe qué, dónde y cuándo hablar. El necio no mide lo que dice, esto es, habla de todo, en todo momento y en cualquier lugar.
El sabio cuando pregunta espera en silencio que le respondan. El necio cuando pregunta interrumpe con frecuencia al interlocutor que le responde.
El sabio sabe qué, cómo y cuándo pregunta. El necio todo lo pregunta no importa el momento, el lugar y lo íntimo o personal que sea el tema sobre el cual pregunta.
El sabio suele ser discreto. El necio es siempre indiscreto: todo lo dice, nada calla, nunca «le da vacaciones a su lengua»
El sabio piensa y luego habla. El necio habla y luego piensa.
El sabio, por sabio, sabe cuándo debe callar. El necio, por torpe, nunca calla y “dice todo lo que se le viene a la boca”, restándole así efectividad al acto comunicativo
Olvida el necio que la esencia de una efectiva comunicación consiste en decir lo que no se debe callar; pero callar lo que no se debe decir.
Olvidan los necios, en fin, que en el uso de la palabra hay que ser lo más cauto o prudente posible, muy especialmente en el instante en que haya que emitir una opinión o hacer una pregunta; pues de lo contrario, podría ocurrirnos lo mismo que a la famosa mona curiosa de que nos habla la literatura cubana: por sus inoportunos juicios y necias preguntas, siempre tenía problemas o vivía en permanentes conflictos con los demás animales de la selva.
En fin, el sabio por su gran prudencia y cautela en el uso de la lengua, genera confianza, afecto y credibilidad. El necio por su imprudente y despistado comportamiento lingüístico origina desconfianza, distancias y desafectos.