Jair Bolsonaro en la reunión anual conservadora estadounidense: “Mi misión no ha terminado”
A veces, muy pocas veces, la derecha estadounidense emplea la palabra América para referirse al continente (América) y no al país (Estados Unidos), como cuando dicen “America First” o “Make America Great Again”. Una de esas raras ocasiones llegó este sábado con la presencia del expresidente de Brasil Jair Bolsonaro en la jornada de cierre de la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC), reunión anual republicana que se ha celebrado desde el jueves en un gigantesco hotel y centro de convenciones en National Harbor (Maryland), al sur de Washington.
“En esta tierra me siento en Brasil, Estados Unidos es la tierra de la libertad, el progreso y el orden”, dijo sobre el escenario a modo de presentación Bolsonaro, que lleva más de dos meses viviendo en Orlando. Ahí llegó para evitarse el trago de imponer la banda presidencial y hacer el traspaso de poder a su sucesor y rival, Luiz Inácio Lula da Silva, que ganó las elecciones de noviembre. En Florida también vive lejos de las varias investigaciones abiertas contra él en Brasil; de todas ellas, la más importante es por su papel en el asalto de miles de sus partidarios al Parlamento, la Presidencia y el Supremo de Brasilia el pasado 8 de enero. Unas imágenes que en Washington refrescaron la memoria del ataque al Capitolio.
El público, que solo ocupaba la mitad de las butacas, lo recibió en pie. “No es fácil ser político si quieres ser fiel a ti mismo y a tus creencias. Por eso, agradezco a Dios por mi segunda vida y por mi primera legislatura. Pero siento que mi misión no ha terminado”, dijo en portugués, que traducía colocado al fondo, mientras el orador caminaba de un lado a otro del escenario.
Presumió de sus orígenes humildes, de su currículo político, de los logros de su etapa presidencial y del apoyo del que siempre disfrutó de la estrella de la jornada, el expresidente estadounidense Donald Trump. Citó los evangelios y denunció el populismo, la corrupción y el comunismo. “En Brasil la propiedad privada está en peligro, y es uno de los pilares de la democracia”, advirtió. También recordó el apuñalamiento que sufrió en 2018, arremetió contra la “ideología de género”, abogó por leyes permisivas con las armas ―”El pueblo, armado, jamás será esclavizado, y un país armado nunca será subyugado”― y sacó pecho por su gestión de la pandemia: “Siempre defendí la libertad. No forcé a nadie a que se vacunara en Brasil”. Esa afirmación desató la mayor ovación. “Ellos decían: ‘ciencia, ciencia, ciencia’. Y yo: ‘libertad, libertad, libertad”.
Acompañó su presentación de imágenes de mítines multitudinarios de la campaña que perdió ante Lula. Aseguró que percibió mucho más apoyo en esas elecciones que en las de 2018, lo que le sirvió para deslizar la insidia de que hubo fraude electoral. “No entiendo por qué los números mostraron lo contrario”, añadió para regocijo del público. “Las libertades son como un gran amor; hay que cuidarlo cada día para no perderlo”, sentenció.
Tras su intervención, siguió abierta la pregunta de cuando tiene intención de regresar a su país. A principios febrero dijo durante un acto en una iglesia evangélica que sucedería “en las próximas semanas”, término ciertamente impreciso. Sobre el escenario de la CPAC no dio más detalles sobre sus planes como turista en Estados Unidos. Después, en los pasillos de la convención se paró con una muchedumbre formada por fans y periodistas: “Voy a volver en breve para intentar regresar a la normalidad, hacer política y estar más cerca de mi familia”, afirmó.
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Tampoco habló del escándalo con el que se desayunó este sábado Brasil, gracias a una revelación de la prensa. Tres días antes del final de su presidencia, Bolsonaro hizo un último uso de sus privilegios para sacar de aduanas un collar de diamantes, unos pendientes y un reloj, valorados en tres millones de euros. El regalo, un obsequio de las autoridades saudíes, se lo trajo a la esposa del expresidente uno de sus ministros, al que le fueron requisados en el aeropuerto internacional de São Paulo al intentar introducirlas en Brasil sin declarar. “Estoy siendo acusado de un regalo que ni pedí ni recibí. No hay ninguna ilegalidad de mi parte”, ha dicho Bolsonaro a CNN Brasil, antes de su aparición en la CPAC.
Bolsonaro intervino mientras el público, que estuvo durante toda la mañana lejos de llenar las butacas del enorme auditorio, esperaba con ansiedad la llegada del cabeza de cartel, su amigo Donald Trump, pese a que tiene por costumbre dar siempre el mismo discurso. Su presencia obligó a cambiar las costumbres de los asistentes al congreso, que se vieron obligados a pasar, a diferencia de en días anteriores, por los arcos de seguridad de los servicios secretos.
Un par de horas antes, había sido el turno de Eduardo Bolsonaro, hijo del expresidente brasileño, que compartió panel con el actor y productor mexicano Eduardo Verástegui, activista contra el aborto y fundador del Movimiento Viva México. Lo moderaba Mercedes Schapp, codirectora del evento, que solía ser una reunión para debatir ideas conservadoras, pero que lleva años secuestrado por el trumpismo. La conversación se titulaba: La amenaza roja llega a América (el continente).
“El socialismo se está expandiendo como un fuego sin control. Estaba en las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua, y ahora está también en México, Chile o Colombia”, dijo Verástegui. Schapp pidió a Bolsonaro Jr. que definiera al presidente Lula da Silva: “Es uno de los comunistas más peligrosos del mundo, fundador del Foro de São Paulo [reunión de la izquierda latinoamericana]. Ahí se ven e intercambian de ideas”, respondió. Ambos coincidieron que muchas de esas ideas vienen de Estados Unidos, como la “promoción de la agenda woke” o el “marxismo cultural”.
No se puede decir que hubiera una gran expectación por la presencia de Bolsonaro padre en los pasillos de la CPAC, donde uno puede encontrarse con un buen muestrario de todo el espectro del trumpismo. Y eso que el expresidente brasileño, uno de los líderes más venerados en cadenas conservadoras como Fox News, que mandó a su estrella, Tucker Carlson, a Río de Janeiro a entrevistarlo durante la campaña, o por ideólogos MAGA, como Steve Bannon, jugaba en casa.
Lo recordó en una conversación con este periódico el magnate de las almohadas Mike Lindell, una de las voces que más alto se escuchan en la ultraderecha estadounidense, ahora embarcado en una cruzada contra el “crimen electoral”. Del mismo modo que muchos de los asistentes a la CPAC siguen creyendo, pese a las pruebas en contra, que Trump ganó las elecciones de 2020, para ellos, Bolsonaro sigue el presidente legítimo de Brasil: “A él también le robaron, lo sabe, ¿verdad? Es un gran presidente. Necesita que su voz sea escuchada. Los estadounidenses tienen la obligación de hacerlo, para tomar nota. Mire lo que sucedió allí. En un abrir y cerrar de ojos puedes perder tu país en las garras de esas máquinas de votación electrónica”, añadió.
Lindell habló después que Bolsonaro. Como muchos de los que asisten a la CPAC, el empresario quiere que Trump sea el candidato republicano a las elecciones, pese a que su influencia en el partido parece, por primera vez en siete años, eclipsada por otras figuras, especialmente, la de Ron De Santis, que ha sido la gran ausencia en esta reunión. Antes del gran advenimiento de Trump, programado al final del día, el público escuchó a congresistas amantes de las armas (Lauren Boebert), representantes del ala más extrema de los republicanos (Elise Stefanik) y demócratas conversas, como Tulsi Gabbard, que arremetió contra Hillary Clinton y el “wokismo cobarde” de su antiguopartido.
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