Testimonios: sí hay madrastras buenas
Madre no solo es la que engendra; también la que cría y ama, como es el caso de aquellas mujeres que cuidan de los hijos de sus parejas como si fueran los propios. Sí, las madrastras buenas existen y testimonios hay de sobra.
A propósito de que este domingo 29 de mayo se celebra en el país el Día de las Madres, recopilamos cuatro historias que demuestran que no siempre es como nos han vendido en las películas o en los cuentos de hadas: hay madrastras que con su amor y entrega incondicional llegan a ganarse el título de madre en el corazón de aquellos que no son sus hijos de sangre.
Ejemplo de madre y madrastra
“Cuando tenía 11 años, mi padre me dijo un día a mi hermano y a mí que nos llevaría a donde una amiga de él para que ella nos cuidara, porque él y mi madre trabajaban en el mismo horario y no podían cuidarnos”, así inicia el relato de Kevin, de ahora 19 años. Ese día fueron y la conocieron, sin saber que ella estaba en una relación con su padre. Desde ese día cuenta que se sintieron tan a gusto con ella que les encantaba ir siempre para que ella los cuidara.
“Años después, cuando nos enteramos de que mi padre y ella estaban en una relación, fue muy fácil aceptarlo, porque ya la queríamos bastante por su forma de cuidarnos y velar por nosotros sin tener la obligación de hacerlo”, continúa. Al tiempo, su padre se mudó con ella, lo que hizo que la vieran todos los fines de semana que les tocaba estar con su padre, y posteriormente se casaron.
Con el paso del tiempo se fueron haciendo más cercanos, como una familia que se ama, pues durante todo ese lapso ella se ganó su cariño y respeto de una manera rápida y hermosa. “Y es que siempre que la necesito, en ocasiones sin pedírselo, ella ha estado ahí para mí. Cabe destacar que también admiro la forma en la que se ganó el cariño de mi padre y cómo lo cuida y vela por él”.
Su relato continúa: “El año pasado ella tuvo su primer hijo con mi padre y para mí ha sido hermoso ver la manera en la que ella se convirtió en madre, pues desde que la conocí me decía a mí mismo que si esa era su manera de tratarnos a nosotros, que no somos sus hijos biológicos, cuando tuviera sus propios hijos haría un excelente trabajo”. Y así ha sido, porque menos de dos años que tiene ejerciendo como madre han bastado para que Kelvin la considere una de las mejores madres que ha conocido.
“Hoy día nuestra relación es maravillosa. Si bien es cierto que no suelen haber tan buenas relaciones entre madrastras e hijastros, estoy orgulloso de decir que en mi caso no es así; es todo lo contrario. Tanto así que la tengo agregada en WhatsApp como «Mi 2da madre» porque así la considero”, concluye.
Madre, no madrastra
En el caso de Priscilla, de 21 años, no recuerda qué pensó cuando vio por primera vez a Mabel, pues era una niña de cinco años. “Solo sé que lo primero que le dije fue: ‘¿te puedo peinar?’”, cuenta. Desde ese momento, dice, ella las acogió (a su hermana y a ella) con mucho amor. Tanto así que ni siquiera le gusta referirse a ella como su madrastra, pues para ella y su hermana es su madre.
“Mi madre biológica falleció cuando yo tenía tres años y mi hermana tan solo tres meses. Al principio, por el estado en el que se encontraba mi padre, vivíamos con mi madrina, a quien dicho sea de paso también vemos como una madre, hasta que mi padre inició una nueva relación. Con el tiempo, él fue llevándonos con él poco a poco para conocerla y nos cautivó con su cariño, dedicación y trato”, expresa.
Continúa: “De ahí en adelante ha sido una madre excepcional para nosotras y nuestro hermano Ibsen, hijo de ella con su anterior esposo. Nos ha inculcado mucha educación y valores y por ella y nuestro padre es que hoy en día somos las personas tan educadas y correctas”.
Madrastra al cuadrado
“Yo tuve dos situaciones. Desde antes de tener un año hasta los 17 viví con mi abuelo y su esposa. Con el tiempo veía a mi abuelo como mi papá y ella era mi mamá. Claro, en ocasiones sentí que no pertenecía, sentí que a mí no se me trataba bien porque no era hija real de ellos, pero ahora como adulta estoy muy agradecida con ella, porque sé que me ama y me valora como lo hace con sus hijos biológicos”, manifiesta Leonor (26 años).
La otra experiencia que tuvo fue a los 17 años, cuando recién terminó la secundaria y tomó la decisión de mudarse de ciudad. Aunque tenía la opción de vivir con su madre biológica, se mudó con una de las primeras esposas de su papá y los hijos de ella, sus hermanos. “Es una mujer muy dulce y acogedora. Me trató y todavía me trata muy bien. Claro, como es normal, en la convivencia tuvimos nuestros desacuerdos, discutimos algunas ocasiones. Recuerdo que por un tiempo salí de su casa por algunos meses por un conflicto, pero eso sucede hasta en las mejores familias”, cuenta.
Los tuyos, los míos y los nuestros
“Ellos vivían con su madre y duraron cinco años viniendo a pasarse todas las vacaciones, tanto en verano como en Navidad, a nuestra casa. En la pandemia, con las clases virtuales, vinieron a vivir con nosotros definitivamente y nosotros felices de tener la casa llena, con nuestros seis muchachos”, cuenta de manera jocosa Mildred, haciendo referencia a Johann, Jonathan y Emily (13 años), los hijos de su esposo, y sus tres hijos, quienes viven todos bajo un mismo techo en el que predomina el amor.
Mildred llegó a la vida de estos trillizos cuando ellos tenían cinco años y desde entonces se ganó su cariño. Muestra de ello son sus testimonios. “Me llevo muy bien con mami. Con ella crecí y aprendí mucho. La quiero como si fuéramos familia de sangre”, expresa Emily. A eso Johann agrega que se ha ganado el cariño de los tres de manera genuina, ya que los cuida y protege igual que a sus hijos biológicos.
Y es que en su caso tienen dos figuras maternas: su madre biológica y Mildred. “La ventaja de tener dos madres es que ambas nos aman y están ahí para nosotros en las buenas y en las malas”, refiere Jonathan. Emily corrobora diciendo que están agradecidos de tener a ambas en sus vidas. Los tres concuerdan en que de Mildred han aprendido que la familia no solo es de sangre.
“Yo creo que sí se puede llegar a querer igual a los hijastros que a los hijos que procreaste. No me fue difícil ganarme su cariño, porque siempre los he tratado como mis hijos: si compro algo para los míos, también compro algo para ellos. A veces le compro más a ellos que a los míos”, expresa entre risas Mildred.
Años después Leonor se independizó, pero recuerda que durante sus años viviendo con su madrastra siempre se sintió querida y valorada. “Ahora no vivo ahí, pero sé que puedo contar con ella, ir cuando quiera y comentarle lo que sea. Le tengo mucha confianza”, concluye.