La devoción altagraciana vista desde el arte
La devoción a la Virgen de la Altagracia transciende incluso las creencias religiosas, aunque eso parezca una paradoja. Ocurre algo similar a la Semana Santa sevillana, que concita un compromiso y una espiritualidad que mueven al más agnóstico a integrarse.
Prueba de este sentimiento altagraciano ha sido (todavía es por unas semanas más) la impresionante exposición de representaciones de la Altagracia en la Ciudad Colonial con motivo del centenario de su coronación canónica.
El Museo de la Catedral, la Quinta Dominica, Casa de Teatro, el Centro de la Imagen… han recogido de colecciones privadas, de iglesias e instituciones, decenas de piezas en todo tipo de soportes, técnicas y estilos.
Imposible enumerar a todos los artistas que en un momento de su carrera han plasmado su idea y sentimiento. Algunos profundamente creyentes, otros públicamente no creyentes.
Da igual, el arte mueve también a entender o a tratar de hacerlo, la espiritualidad de los demás. Cerámicas y abstracciones, pinturas fieles al relato de la leyenda, esculturas enigmáticas. Objetos cotidianos que acercan su imagen a la vida diaria, solemnes íconos de veneración. Vírgenes indias y mulatas, europeizadas o negras. Lujosos mantos y humildes sayos.
La Virgen de Altagracia, con ese San José a sus espaldas, pequeño y humilde, está más presente y cercana desde esta muestra: todos los grandes artistas dominicanos han querido (parecen decir) consolarse bajo su manto.
Es un fabuloso trabajo de museografía en todas las salas, sorprendentes hallazgos y una ocasión excepcional de ver piezas de colecciones privadas.