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Lavrov acusa a Alemania de reescribir los crímenes del nazismo
Por Javier G. Cuesta (Moscú). La línea argumental del Kremlin ante su población es que el fascismo ha regresado a Europa y Rusia es el último baluarte para combatirlo. Su ministro de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, ha insistido en este mensaje durante una reunión con los representantes de las regiones rusas de este viernes, en la que ha acusado a Alemania de rehabilitar el nazismo con la creación de un centro para la documentación histórica de su ocupación del continente.
«Su estructura está planeada de tal manera que no solo minusvalore en todos los sentidos la contribución de la Unión Soviética y los pueblos de la URSS a la derrota del fascismo alemán, sino que incluso también oculte los crímenes del Tercer Reich en los pueblos soviéticos», ha asegurado el ministro. Según Lavrov, “los occidentales no cejan en su intento de pelear con los pueblos de la antigua URSS y emplean para ello interpretaciones tendenciosas de los hechos históricos”.
El jefe de la diplomacia rusa hizo mención a la propuesta que hizo hace unas semanas la ministra de Cultura alemana, Claudia Roth, para fundar el centro para la documentación de la ocupación alemana de Europa durante la Segunda Guerra Mundial, un proyecto que impulsó el Bundestag en 2020 para identificar las víctimas del exterminio nazi.
El canciller federal, Olaf Scholz, aplaudió el momento elegido, en plena ofensiva rusa sobre Ucrania, para dar un empujón a una medida que, según el medio estatal Deutsche Welle, «quiere ilustrar la dimensión del reinado de terror de los nazis en toda Europa». El líder germano subrayó la importancia de que Alemania recuerde su responsabilidad en aquellos crímenes a través de un centro que se centrará en las víctimas de Polonia, los Estados bálticos, la Unión Soviética, Yugoslavia y Grecia.
El Kremlin justificó la entradas de sus tropas en Ucrania para «desnazificar» un país que fue devastado por la ocupación nazi en la Segunda Guerra Mundial. Según Vladímir Putin, los Gobiernos de Petró Poroshenko y Volodímir Zelenski, reconocidos por el propio mandatario tras sus victorias electorales de 2014 y 2019, han estado controlados por «extremistas» y seguidores de Stepan Bandera, ultranacionalista ucranio que colaboró con el Tercer Reich por la independencia de su territorio. Por otra parte, las autoridades rusas aprobaron el pasado año una ley que castiga con dos semanas de cárcel la equiparación del régimen nazi con el de Stalin, negar «el decisivo rol» de la URSS en la victoria sobre Hitler y criticar el pacto Molotov-Ribbentrop de 1939.
El Parlamento Europeo condenó aquel pacto entre Hitler y Stalin en 2019 con motivo de su 80.º aniversario. El Gobierno ruso enfureció ante la iniciativa, aunque esta no ha sido la postura mantenida siempre por Putin. Una década antes, en 2009, envió una carta al Gobierno polaco en la que decía que «no hay duda de que uno puede tener todos los motivos para condenar el pacto Molotov-Ribbentrop». Aunque lo justificaba por las concesiones dadas antes por los aliados en Múnich y la amenaza sobre la URSS de dos frentes, uno con Alemania y otro con Japón, Putin admitía que «hoy entendemos que toda colusión con el régimen nazi fue moralmente inaceptable y no tenía perspectivas de una implementación práctica».