Fernando Cepeda Ulloa: “El consenso político sigue roto en Colombia”
Exministro, diplomático y académico, Fernando Cepeda Ulloa (Bogotá, 84 años) mantiene una aguda mirada sobre la historia y la política colombiana. Doctor en derecho y ciencias políticas, entre muchos otros cargos ha sido embajador en Reino Unido, Francia, Canadá y ante la Organización de Naciones Unidas, así como vicerrector de la Universidad de Los Andes, donde ha dado clase por muchos años. En tiempos recientes ha multiplicado sus charlas sobre una coyuntura sin antecedentes, que produce inquietud en diversos sectores. Gustavo Petro encabeza las encuestas de cara a la primera vuelta de las elecciones presidenciales, el próximo 29 de mayo, seguido por Federico Gutiérrez y Rodolfo Hernández. Dado que Colombia nunca ha tenido un Gobierno de izquierda, ni uno populista, eso ha magnificado la incertidumbre, apunta Cepeda Ulloa en esta entrevista.
Pregunta. ¿Cómo observa el momento que atraviesa el país?
Respuesta. Colombia está viviendo un momento negativo, no de ahora, sino desde hace por lo menos tres, cuatro o cinco años. Todo es negativo. No se reconoce nada. Hay una visión pesimista sobre lo que ha sido nuestra historia, lo que está pasando y lo que nos puede pasar. Es algo muy extraño, pero usted revisa las encuestas de los últimos cuatro años y todo es negativo. Excepcionalmente hay algo que tenga más del 50% de aprobación. Cualquier pregunta sobre cualquier tema –personalidades, instituciones, políticas públicas– está por debajo del 50%, algunas hasta muy abajo. Hay un momento negativo que está contaminándolo todo, incluyendo, por supuesto, la campaña presidencial.
P. Usted ha alertado sobre la ruptura del consenso político en Colombia. ¿A qué se refiere?
R. Lo que le da la base, el fundamento, la solidez a una sociedad política, es el consenso político, eso es lo que la constituye. Y gira en torno de asuntos fundamentales. En Colombia, una cosa fundamental fue el acuerdo de paz, hacía décadas no tocábamos un tema fundamental en nuestra vida política. El acuerdo con las FARC incluía si usted sancionaba o no delitos de lesa humanidad, si usted incorporaba a la vida política a los principales responsables de esa actividad subversiva –o guerrillera o terrorista, como la quieran llamar–. Y en torno de eso se produjo una ruptura del consenso político que debería apoyar ese acuerdo.
P. ¿Qué ocurrió?
R. Se cometió el error, que se cometió también en Inglaterra con respecto a la Unión Europea, de someter a una consulta popular un acuerdo de más de 300 páginas negociado durante más de seis años. Es imposible que la ciudadanía asimile eso. Ese es el punto de partida.
P. Estamos en plena campaña presidencial. ¿El consenso político sigue roto?
R. Yo creo que sigue roto, pero es muy interesante anotar que el tema de la paz hasta el momento no entró en el debate presidencial, no se volvió al debate sobre el contenido del acuerdo. Hay alusiones muy casuales. Como que se pasó la página.
P. La presidencia de Colombia ha estado históricamente, al menos a partir del Frente Nacional, en manos de Gobiernos relativamente moderados, que no han provocado grandes rupturas…
R. Siempre.
P. ¿Eso puede cambiar en las próximas elecciones?
R. Lo que ha hecho que estas elecciones hayan magnificado el tema de la incertidumbre –que es propio de cualquier campaña electoral, pero está magnificado– son dos razones muy sencillas. Colombia nunca ha tenido un gobierno de izquierda. Chile lo tuvo, Argentina lo tuvo, Brasil lo tuvo, Perú lo tuvo; Colombia, no. Ha tenido gobiernos que son más progresistas que otros, pero normalmente moderados. Y luego, nunca ha tenido un gobierno populista. Lo que más se asemeja a un gobierno populista en Colombia sería el de Belisario Betancur, que era conservador.
P. El desgaste del sistema político y el malestar social parecen elementos comunes en distintos países de la región. ¿El panorama en Colombia es parte de un giro a la izquierda en América Latina?
R. Colombia históricamente va en contravía. Cuando hay gobiernos de izquierda en América Latina –Lula, los Kirchner, Rafael Correa, etcétera–, Colombia tiene un gobierno, por ejemplo, como el de Álvaro Uribe. En este momento hay un retorno de la ola roja, y no me sorprendería que volvamos a estar en contravía. Los datos electorales, que en general los ven como muy favorables a Petro, no son tan claros. Yo veo debilidad en todos los candidatos. Entre todas esas debilidades, el más fuerte es Petro, hay que reconocerlo. Pero son débiles.
P. Petro es claramente el rival a batir. Hemos visto un proceso en el que intenta proyectarse como una figura más presidenciable.
R. Más moderado. Ya lo hizo en la segunda vuelta, en el 2018, cuando logró crecer entre la primera y la segunda vuelta más que Duque. Es impresionante, porque la tradición colombiana en materia de apoyo electoral a la izquierda ha sido históricamente muy pobre. La explicación que siempre dimos académicamente era que mientras hubiera guerrilla, la izquierda no tenía opciones electorales. Claro, una vez que se firmó el acuerdo de paz –aunque es una paz incompleta, aunque hay disidencias– el tema se alivió y la izquierda tiene más espacio, más opción. Eso se está viendo, es claro, no se puede negar. Está bien que haya una alternativa de izquierda en Colombia. La pregunta es si esa alternativa de izquierda es radical, es antisistema, es a la Chávez en Venezuela, a la Fidel Castro en Cuba, a la Ortega en Nicaragua, o es una alternativa a la Ricardo Lagos, a la Michelle Bachelet, esos ejemplos que hay en América Latina de gobiernos progresistas que funcionan con cierta moderación.
P. El Gobierno de Iván Duque está cerca del final de sus cuatro años de mandato. ¿Cual es su balance?
R. Duque ganó con una fuerza electoral muy grande, pero no se tradujo en un apoyo popular. Eso parece incongruente, pero así fue. Los medios de comunicación de alguna manera lo ‘ningunearon’ durante por lo menos su primer año y medio de Gobierno. Pero vino la pandemia y la cosa cambió. Porque la pandemia, en virtud de una emergencia sanitaria contemplada en la Constitución, le daba poderes extraordinarios al presidente de la república. Entonces ya no lo ‘ningunearon’, dijeron que se había convertido en un dictador. Y luego, cuando ya la pandemia comenzó a aliviarse, volvieron a la tesis de que era irrelevante, o inepto, o no servía. A mí me ha parecido todo ese proceso injusto con él, y trato de mostrar por lo menos tres o cuatro buenas gestiones del presidente.
P. ¿Cuáles son esas gestiones?
R. La primera, el manejo de la pandemia. Dos, el tema de los migrantes. Se reconoce que el Estatuto de Protección Temporal para Migrantes Venezolanos, cerca de dos millones en un país pobre, es una política que ha sido elogiada por muchos gobiernos y organismos multilaterales. Tercero, se reconoce internacionalmente que la reactivación de la economía post pandemia ha sido realmente muy importante, y bien manejada. Y se reconoce que su política ambiental ha sido también muy importante, pese a que hay críticas porque no ha promovido la aprobación del Acuerdo de Escazú. Podría seguir la enumeración. Le tocaron situaciones muy difíciles.
P. Esos logros no han conseguido aplacar el malestar social.
R. No, porque la pandemia desnudó la desigualdad, que en Colombia es súper notoria, es el país más desigual de América Latina junto con Haití. La agravó, la agudizó. Entonces viene toda una teoría de que no tomó decisiones para ayudar a los pobres durante la pandemia. Eso no es cierto. Digamos que el manejo de las comunicaciones ha sido muy precario en este Gobierno, entonces ha quedado en manos de todo tipo de situaciones muy injustas realmente.
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