La desigualdad laboral también es violencia
La violencia contra las mujeres y las niñas basada en género es una violación a los derechos humanos y un obstáculo para el desarrollo.
Por consiguiente, calcular el impacto económico de este problema nos ayuda a visibilizar las diversas dimensiones de la vida de las mujeres y de sus comunidades que se ven afectadas por la violencia. Analizar este impacto, asimismo, permite hacer énfasis en la necesidad de una respuesta integral a esta nociva realidad.
Las consecuencias de la violencia basada en género pueden ser inmediatas o de largo alcance, e incluir daños físicos, sexuales, psicológicos, e incluso poner en alto riesgo la vida de las víctimas, en perjuicio de su bienestar y de su plena participación en la sociedad.
En este sentido, cobra importancia poner la mirada en un tipo de violencia que muchas veces pasa desapercibido y que está más presente de lo que podemos imaginar.
Hablamos de la desigualdad laboral, que también es una manifestación de violencia, y que se hace presente en los siguientes conceptos y condiciones:
Acceso al mercado laboral – Pisos pegajosos: Se refiere a la precariedad de las ocupaciones más feminizadas y a las enormes dificultades que tienen las mujeres para salir de ellas, acceder a otros ámbitos y conseguir unas condiciones laborales mínimamente dignas.
Escaleras rotas: Hace referencia a la trayectoria laboral de las mujeres que se ve afectada por la maternidad y por las responsabilidades que culturalmente se asocian solo a las madres, como son las tareas del cuidado de los niños. Esa escalera se rompe, por ejemplo, cuando una mujer deja de ser elegible para una promoción luego de reintegrarse a sus labores tras una licencia de maternidad.
Paredes de cristal: Segmentación horizontal, en donde las mujeres se insertan mayoritariamente en sectores de menor remuneración y menor dinamismo. Involucran tareas que son extensiones de responsabilidades de cuidado doméstico: servicio doméstico, educación, administrativas, secretariales y salud.
Techos de cristal: Barreras invisibles a las que se ven expuestas las mujeres trabajadoras altamente calificadas que les impiden alcanzar los niveles jerárquicos más altos en el mundo de los negocios. Es cuando, por ejemplo, el hecho de ser mujer y tener responsabilidades de hogar y de familia, impiden que la empleada sea tomada en cuenta para posiciones de dirección y de mayor liderazgo.
En República Dominicana la agenda de género está presente, aunque las cifras demuestran que aún queda mucho camino por recorrer y mucho por hacer.
Un dato que enciende las alarmas es que más del 95 % de las mujeres víctimas de violencia en el trabajo y/o en espacios públicos en el país no lo denuncian, de acuerdo a un informe presentado por el PNUD y el Ministerio de la Mujer.
El mismo estudio indica que en el ámbito laboral nacional el 97.3 % de las mujeres optó por el silencio y no denunció su situación “porque se trata de un hecho sin importancia” o por temor a retaliaciones y amenazas.
Al clasificar en grupos de edad a las mujeres afectadas por violencia laboral, el informe arroja que en el segmento con edades entre 30 y 59 años se ubica más de la mitad de todas las mujeres que padecen este problema en el país, es decir, hablamos de las mujeres que están en plena vida activa profesional.
Los costos de la violencia laboral
En los empleadores recae el costo directo del trabajo perdido y de la necesidad de mejorar las medidas de seguridad en bien de sus colaboradoras. Entre los costos indirectos que genera la violencia laboral se pueden citar: reducción de la eficiencia, de la productividad y de la calidad de los productos, así como la pérdida del prestigio de la empresa y la disminución del número de clientes.
América Latina y el Caribe necesitarán 74 años para alcanzar la paridad laboral, según un estudio sobre la brecha de género realizado por el Foro Económico Mundial (WEF).
El mundo empresarial y el de las finanzas podrían colaborar significativamente para recortar este tiempo si empezasen a incorporar en sus prácticas laborales y negocios la perspectiva de género. Numerosos análisis e informes avalan las grandes ventajas de hacerlo, pero en nuestro país es un camino que apenas está empezando.
“Cuando mujeres y hombres cuentan con igualdad de oportunidades y derechos, el crecimiento económico y el desarrollo social se aceleran. Las empresas y los países que incluyen y empoderan a sus mujeres tienen un desempeño más favorable que aquellos que no lo hacen”, explica el estudio de la WEF.
Las empresas de la lista Fortune 500 con una mayor representación de mujeres en puestos de alta dirección superan financieramente a las compañías con un porcentaje relativamente menor de mujeres en la dirección.
El derecho de las mujeres a vivir sin violencia está consagrado en los acuerdos internacionales, como la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW), en especial a través de sus recomendaciones generales números 12 y 19, y de la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer, de la Organización de las Naciones Unidas.
Del mismo modo, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha calculado los beneficios potenciales para el PIB si todos los países alcanzaran el objetivo del G20, fijado en 2014, de reducir la brecha entre las tasas de participación laboral masculina y femenina en un 25 % para 2025. Esto supondría un aumento del PIB mundial de 5,3 billones de dólares.
Dar igualdad de oportunidades a las mujeres en el mercado laboral es y será siempre un buen negocio para las empresas y para la sociedad en su conjunto.
Asignaturas pendientes
Aunque la brecha entre hombres y mujeres en materia de igualdad laboral sigue siendo amplia, es preciso destacar que la creciente incorporación de la mujer al mercado laboral es uno de los cambios socioeconómicos más importantes del último medio siglo en Latinoamérica.
Podemos afirmar, de hecho, que ha sido un salto gigantesco. Si en los años 60 sólo 2 de cada 10 mujeres trabajaban o buscaban trabajo activamente, hoy ya son casi 7 de cada 10. No obstante, la participación laboral femenina de la región sigue estando casi 30 puntos por debajo de la de los hombres.
Hoy la inclusión y la diversidad son temas que no se pueden evitar, ya que han generado un impacto de 360 grados en las empresas. Un dato llamativo que refleja está afirmación es el publicado por la plataforma Diversio, que afirma que 1 de cada 3 millenials ha dejado la empresa en la que trabajaba por una más inclusiva, y el 49 % dice que se irá de su lugar de trabajo dentro de 2 años.
«Los derechos humanos son los derechos de la mujer y los derechos de la mujer son los derechos humanos»
Una labor de todas y todos
Avanzar en una transformación cultural en pro de la igualdad y la no discriminación es un compromiso que los sectores público y privado, y toda la ciudadanía, debemos asumir, porque la inacción, el ocultamiento, el silencio o la indiferencia nos convierten en cómplices.
Las empresas deben atender su responsabilidad de hacer lo correcto, de cumplir con su compromiso moral y responsabilidad social, implementando acciones que funcionen como aceleradores para reducir el tiempo que llevará cerrar las brechas y erradicar la violencia basada en género en todas sus manifestaciones.
La igualdad de género contribuye de manera importante al impulso de las economías y al desarrollo sostenible.
Las empresas diversas e inclusivas generan mejores resultados
Invertir en el empoderamiento económico de las mujeres contribuye directamente a la igualdad de género, la erradicación de la pobreza y el crecimiento económico inclusivo. Las mujeres contribuyen de manera muy significativa a las economías.
Hoy las empresas deben ser conscientes de la importancia del capital humano, por lo que implementar acciones que promuevan la igualdad de género debe ser un pilar en su agenda.
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maria.tavarez@include-u.com
La autora es abogada especializada en cumplimiento, gobernanza, derechos humanos e igualdad de género.