Cada lluvia causa inundaciones y cúmulos de basura
Llueve torrencialmente y la noticia será, además del problema de las zonas inundadas, los barrios ahogados. No de agua, que también. Ahogados en basura.
Ni los dos millones de dólares (otra vez) en Guajimía ni los que costará al final el proyecto Domingo Savio servirán para mantener esas indispensables obras de infraestructura libres de desperdicios. Porque de nada sirve regenerar un barrio si de la cañada vecina le llueven los desechos. No hay desagüe, imbornal, alcantarilla capaz de tragar un río que arrastra desde animales muertos a puertas de nevera. Los problemas se resuelven desde las causas, no en las consecuencias…
Los sociólogos deberían estudiar la tolerancia que hemos desarrollado a ver desparramados por la ciudad, en los parques, en las carreteras, en los ríos, en la montaña, en la playa… basuras nuevas, viejas, orgánicas, plásticos azules, foam blanco, hierros oxidados, jeringuillas… porque por no manejar bien, ni los desechos hospitalarios son adecuadamente manejados.
Hemos mimetizado los cúmulos de desechos, la basura amontonada bajo un palo de luz, en una esquina… Una vista que en otro país nos alarmaría, aquí la esquivamos y seguimos sin mirarla dos veces. Si los turistas salen de sus guetos, se asombran. Solo el lío de los cables eléctricos causa tanto asombro…
La basura empobrece. Y nadie ha dado con el método para resolver un problema estructural del desarrollo del país, quizá porque la sociedad no termina de exigir la solución.
El ruido del camión de la basura, de hecho no molesta. Es una buena noticia.