Las mujeres deben pelear por su derecho a decidir
En vísperas del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, nada más feminista que la imagen de la vicepresidenta de la República, Raquel Peña, paseando a cabeza descubierta por la Feria Mundial de Dubai. Una declaración política, intencionada o no. Decidir si cubrirse la cabeza por imposiciones religiosas extrañas o ser ella misma.
A estas alturas del siglo XXI, ser feminista es declararse libre de imposiciones islámicas, evangélicas, católicas, judías o ¡Feministas al uso!
Decidir. El derecho a abortar y a ser provida sin ser vilipendiadas como asesinas o retrógradas. Decidir sin ser criticadas por dedicarse a la carrera profesional elegida o por dedicar unos años a educar y cuidar a sus hijos. (Si es que se puede elegir no trabajar…) Decidir si pelear “como un hombre” por ascender en la carrera por “el poder” o no. Decidir, decidir sin las presiones de unos y otras. Decidir vestirse de una manera o de otra, sin ser tachadas de putas o puritanas. Decidir.
Para decidir se necesita libertad y educación. Derechos que ya las leyes contemplan pero que la educación, tan mediocre, limita. Libertad para hablar, opinar, trabajar, estudiar. O para no hacer lo que otros suponen que hay que hacer.
Cierto, todavía hay una gran parte de la población que opina que la mujer debe pedir permiso para salir de casa, y lo dice públicamente. Contra eso no hay manifiesto que valga ni ley que derogar. Ante semejante dislate hay que confiar en que cada mujer, individualmente, se librará de ese peso y encontrará un compañero de vida mejor equipado mentalmente…
(No se puede resolver todo al mismo tiempo).
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