Tatica, la de Higüey, ícono espiritual y cultural
Tiene tanto tiempo entre nosotros que nadie podría negar que ella forma parte del patrimonio más ancestral de nuestra historia. Algunos estudiosos sostienen el criterio de que su presencia data de 1502, otros de 1507. Habrá quienes crean que data de los mis seiscientos y tantos. Tal vez nunca será posible precisarlo, pero lo que sí parece irrefutable es que llegó a nosotros, del modo que fuese, desde hace más de cinco siglos.
Pudieron ser los hermanos Trejo, de Extremadura, los que trajeron consigo la imagen, como atestigua Gerónimo de Alcocer; tal vez el mismo hombre que otorgó personalidad a la ciudad de los colones, Frey Nicolás de Ovando, introdujo su devoción; la leyenda del naranjo es tradición espiritual que no contradice –y tal vez reafirme- su presencia en nuestro territorio; Bernardo Vega –el mismo que descubrió el cemí de algodón en Turín, encontró en el Museo Británico el documento de un jesuita anónimo, datado en 1698, que ofrece una versión novedosa sobre la aparición de la imagen en Higüey. Del modo que haya sido, Nuestra Señora de la Altagracia estableció residencia en la isla viniendo desde tierras lejanas –John Fleury cree que existía su nombre y su presencia espiritual desde los godos y visigodos en los siglos VI y VII- o tal vez situándose calladamente en un lugar apartado, pobre, sin trascendencia como era la villa de Salvaleón de Higüey, para desde allí alumbrar las auroras, los tiempos inciertos, los padecimientos individuales y colectivos, las esperanzas y los retos de la población dominicana.
La Theotókos, Madre de Dios en la expresión griega, declarada como tal desde el año 431 en el Concilio de Éfeso, adorada por los cristianos católicos, ortodoxos, armenios, episcopales, y hasta por los musulmanes –el Corán la menciona 34 veces, más que Jesús que es nombrado en 24 ocasiones- ha sido objeto de culto, en su advocación altagraciana, en alrededor de 21 países. Un pequeñísimo municipio de la provincia de Badajoz, en Extremadura, celebra la festividad de la Altagracia el 15 de agosto, como lo era antes en Higüey. El nombre y las gracias de la Divina Señora se han extendido por el mundo, independientemente de que no hay localidades, templos, catedrales, casas de familia, donde no se le venere en República Dominicana. En ocasiones, ha sido obra de la migración dominicana por el mundo. En otras, ha sido llevada su imagen y devoción por sacerdotes y fieles que residieron en nuestro país. Y en otras más, su presencia es tan dilatada como la de nuestro propio territorio. Su imagen está presente en ciudades africanas como Kenya, o árabes como el Líbano, pero también en Italia, España, Estados Unidos y Latinoamérica, destacando un gran templo en su honor en la ciudad de Quíbor, en el estado de Lara, Venezuela, considerada la capital de la artesanía de ese país, y donde Nuestra Señora de la Altagracia es la patrona. Personalmente, conozco la imagen colocada en la Basílica de la Anunciación, en Nazaret; la ubicada en una capilla en la Basílica San Giovanni di Fiorentini, en Roma, un hermoso óleo pintado por León Bosch, hijo mayor del profesor Juan Bosch, que está orlado por incrustaciones de ámbar y larimar confeccionados por Joyería Brador; la que se encuentra en Sevilla en la iglesia de San Gil; una que descubrimos caminando por las calles de Córdoba, en España, y al ingresar en un pequeño templo dedicado a la Sagrada Familia, ahí estaba la Altagracia en lugar privilegiado. Venerada en Haití y Puerto Rico, en días recientes se ha instalado un cuadro gigante de ella en la Catedral de Ciudad de México, gracias a nuestra delegación diplomática en esa nación.
Hay numerosas historias sobre la Virgen altagraciana. Anotemos algunas: por ejemplo, en Córdoba, pero de Argentina, hay un pueblo llamado la Altagracia, donde vivió de niño el Che Guevara; cerca de esa comarca, en San Antonio de Arredondo, murió el padre Emiliano Tardiff, en 1999, en su labor misionera; la mayor difusión internacional de la veneración a Nuestra Señora fue obra de monseñor Hugo Eduardo Polanco Brito, que logró abrir una capilla en la Basílica de Luján, donde se venera a la patrona de Argentina; hubo planes, no sabemos si descontinuados, para levantar en Miami, en Allapatah, un templo similar a la Basílica de Higüey, pero en menor escala; por lo menos, seis localidades de Haití poseen capillas dedicadas a la Altagracia, y en la catedral higüeyana, cada 21 de enero, se ofrecen misas en creole debido a la gran cantidad de nativos de ls parte occidental de la isla que vienen a celebrar la festividad altagraciana; para algunos estudiosos del tema el cuadro de la Virgen de la Altagracia es un belén, siendo una de las pocas imágenes marianas que incluye a San José y al niño en el pesebre; alrededor de un millón de peregrinos visitan anualmente a la Basílica de Higüey y, según estimaciones oficiales que datan de hace veinte años, una de cada 13 mujeres dominicanas se llama Altagracia; como anota John Fleury, cines, clínicas, calles, colmados, comercios, escuelas, floristerías, funerarias, hoteles, tiendas, restaurantes y hasta peluquerías y fincas llevan el nombre de la Virgen; Nuestra Señora de la Altagracia no es patrona de República Dominicana, lo es Nuestra Señora de las Mercedes, pero la advocación altagraciana ha tenido un mayor peso espiritual y cultural en la historia nacional; un dato anecdótico: cuando en 1954 se estaba preparando una ley sobre días festivos y conmemorativos, el doctor Efraín Reyes Duluc, ayudante en la consultoría jurídica del Poder Ejecutivo, preguntó al entonces titular del departamento, licenciado Luis Julián Pérez, si en el Día de la Altagracia podía agregarle el que ella era “Protectora de la República”, a lo que Pérez respondió: “Ponlo bajo mi responsabilidad”. A ambos, pues, se debe este título; existen óleos y dibujos de numerosos pintores dominicanos, siendo los principales los de Abelardo Rodríguez Urdaneta (que la pintó cuatro veces), Julio Llort y Sisito Desangles, que fue el primero en presentar una versión criolla de la Virgen; posteriormente, en años recientes pintó una Altagracia criolla el joven pintor Domingo Guaba, cuyo original es propiedad del ministerio de Cultura, y una segunda versión modificada la posee el ingeniero José Rolando Lantigua Hernández; otras pinturas célebres, de distintos siglos, de Nuestra Señora, han estado en propiedad de los extintos obispos Roque Adames, Polanco Brito, de don Emilio Rodríguez Demorizi, Belén Pellerano de Vilomar, Denis Pepén, Carlos Dobal (tenía cuatro), Altagracia Arredondo viuda Thomen, Radhis Abreu de Polanco, la de Sisito Desangles fue propiedad de Margarita Pou de Henríquez y actualmente se encuentra en el Museo Bellapart, y la de Abelardo fue propiedad de Angélica Perdomo de Álvarez, que luego la obsequió al Cardenal Beras Rojas; dos nombres resaltan en la construcción de los templos donde se venera la Altagracia: el de Simón Bolívar, quinto abuelo del Libertador, quien residiera en Higüey y está enterrado en la iglesia de San Dionisio, que fue el lugar original del Santuario a la Virgen, y monseñor Eliseo Pérez Sánchez, quien fue quien propuso, impulsó en sus inicios la construcción de la actual Basílica y colocó la primera piedra; la imagen original de la Altagracia ha salido sólo cinco veces de la ciudad de Higüey, en ocasiones especiales y por poco tiempo, una de ellas cuando la primera visita del papa Juan Pablo II, quien en su segunda estancia en Santo Domingo prefirió viajar a la Basílica y rendir sus honores a la Señora en su propia casa, dejando de regalo un rosario de perlas que está colocado a los pies de la imagen; el retablo de la Virgen en la Basílica fue obra del escultor Antonio Prats Ventós en caoba centenaria; la Basílica, iniciada en 1952, fue inaugurada diecinueve años más tarde, en 1971; el escultor que ganó el concurso para dicha construcción fue el francés André J. Dunoyer de Segonzac, escogido por un jurado compuesto por los ingenieros y arquitectos José Antonio Caro, Guillermo González, Leo Pou Ricart y Humberto Ruiz Castillo (este último diseñador del Santuario Nacional al Corazón de Jesús, de Moca, de la capilla San Rafael del Palacio Nacional, de la iglesia San Juan Bosco en el sector del mismo nombre y del Alma Mater de la UASD; existe una amplia bibliografía relacionada con el tema, textos hoy inencontrables, que debe ser reeditada en su totalidad.
El 15 de agosto de 1922 la imagen de la Virgen de la Altagracia fue coronada canónicamente en un acto multitudinario celebrado a las 5 de la tarde en la Puerta del Conde. El país estaba invadido por tropas norteamericanas. Como producto del acto de coronación se consagró el templo a Nuestra Señora de la Altagracia de la zona colonial de Santo Domingo, donde existe una hermosa imagen de la Virgen y el finísimo altar mayor, una obra de arte en mosaico policromado que se construyó en los talleres del Vaticano. El presidente de la República era el Arzobispo de Santo Domingo, monseñor Adolfo Alejandro Nouel, quien ordena levantar, como parte del programa de coronación, un monumento conmemorativo en La Cumbre, kilómetro 66 de la carretera Duarte. Una gran mayoría desconoce el origen de ese espacio, que hace años no presenta su versión original y que actualmente está remodelándose. En el centenario de la coronación de Nuestra Señora de la Altagracia –Tatica o La Chiquitica de Higüey– máximo icono espiritual y cultural de la nación dominicana, rendimos honor a la Reina y Soberana, símbolo devocional, admirada y respetada por agnósticos y creyentes, por ser parte integral y sólida de nuestra accidentada historia.
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HISTORIA DE NUESTRA SEÑORA, LA VIRGEN DE ALTAGRACIA
John Fleury Editora Corripio, 2006 551 págs. El más completo libro sobre la historia de la devoción altagraciana, con amplios detalles, productos de una minuciosa investigación dentro y fuera del país.
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EXVOTOS, PROMESAS Y MILAGROS DE LA VIRGEN DE LA ALTAGRACIA
Mons. Hugo E. Polanco Brito Banco Central, 2010 245 págs. Importante documento que recoge los milagros atribuidos a la Virgen de la Altagracia y las promesas realizadas por sus devotos. Estos exvotos se encuentran actualmente en el Museo de la Altagracia.
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BREVE HISTORIA DE LA DEVOCIÓN Y CULTO A LA SMA. VIRGEN DE LA ALTAGRACIA
Dr. Manuel Atilio Rodríguez Botello Impresora Mary, 1989 248 págs. Importante legado de informaciones y testimonios en torno a la Altagracia y la historia de su culto.
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BASÍLICA DE NUESTRA SEÑORA DE LA ALTAGRACIA
André J. Dunoyer de Segonzac Amigo del Hogar, 2012 103 págs. Explicación del diseñador de la Basílica de Higüey de los detalles de su magna obra, publicado con motivo de la inauguración del Museo de la Altagracia en 2012. Existe una obra más amplia del autor.
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NUESTRA SEÑORA DE LA ALTAGRACIA
Mons. Ramón de la Rosa y Carpio Susaeta, 1997 69 págs. Edición pastoral con la historia, leyenda y significado de la imagen de la Virgen de la Altagracia y los símbolos contenidos en el lienzo instalado en el Altar Mayor de la Basílica.