Dos ataques en Colombia muestran al ELN como una guerrilla binacional que se aleja de la negociación
La última guerrilla activa en Colombia ha vuelto a hacerse sentir. La oleada de violencia que desató el ELN en su enfrentamiento con las disidencias de las FARC sacudió el inicio de la semana –y del nuevo año–, con 27 asesinatos en el departamento de Arauca, fronterizo con Venezuela. Y la semana acabó el viernes con el enésimo atentado de la insurgencia contra la fuerza pública, un ataque con explosivos contra un camión de la policía en la ciudad de Cali que dejó 13 uniformados heridos.
“Es claro su interés de incidir en el proceso electoral de este año con el apoyo de dictaduras socialistas y comunistas”, declaró este sábado el presidente Iván Duque tras el atentado del ELN, rechazado por todas las fuerzas políticas. El país tiene elecciones legislativas en marzo y presidenciales en mayo. “Colombia no se doblega ni se doblegará jamás ante el terrorismo”, añadió el mandatario sobre una guerrilla que con sus acciones ha dificultado cualquier tipo de negociación durante su mandato.
El vacío de poder que dejaron las FARC tras la desmovilización de 13.000 de sus integrantes se ha llenado no solo por disidencias y otros grupos paramilitares que tienen en jaque a varias poblaciones de Colombia, sino que ha dado paso a que el autodenominado Ejército de Liberación Nacional se instale como el principal grupo ilegal del país. Pero, además, como afirma el centro de pensamiento InSight Crime, es una organización criminal que se disputa tanto en Colombia como en Venezuela “todas las principales economías criminales”, en especial la minería ilegal de oro y el tráfico de drogas.
De raíces católicas y fundada en 1964, inspirada en la revolución cubana, la guerrilla del ELN presenta ahora una dimensión internacional, advierten varios analistas. “El ELN ha transitado a convertirse en una suerte de ejército binacional. Su objetivo ya no es tanto la toma del poder en Colombia, sino la defensa de la revolución bolivariana” en Venezuela, asegura Jorge Mantilla, director de Dinámicas del Conflicto de la Fundación Ideas para la Paz (FIP).
Aunque no todos coinciden, reconocen su presencia del otro lado de la extensa y porosa frontera con Venezuela. “Esa presencia es similar a la que tienen en otras regiones, controlando negocios como la minería ilegal en la faja del río Orinoco, básicamente para captar rentas, y no de carácter ideológico”, afirma Martha Márquez, directora del Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep).
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Ningún informe se atreve a dar certeza del actual número de combatientes del ELN ni del porcentaje de ellos que está del lado venezolano. Sin embargo, el general Luis Fernando Navarro, comandante de las Fuerzas Armadas de Colombia, ha calculado que la guerrilla contaba en 2021 con 2.350 combatientes, de los cuales 1.200 se mueven en los estados venezolanos de Táchira, Apure, Zulia y Amazonas. Navarro dijo a la agencia Reuters que en la frontera hay también cerca de 700 de los más de 2.000 combatientes de grupos disidentes de las extintas FARC que no se sumaron al proceso de paz.
La localización de 27 cadáveres en distintos puntos de Arauca ha vuelto a poner la mirada en esta guerrilla. Aunque en principio se habló de enfrentamientos armados entre el ELN y el frente 10 de las disidencias, el fiscal general de Colombia, Francisco Barbosa, aseguró que todas las víctimas recibieron disparos a corta distancia, “en la modalidad de sicariato”. Es decir, no se trató de combates. Las víctimas, agregó, fueron obligadas a salir de sus viviendas, algunas llevadas a Venezuela, asesinadas y posteriormente trasladas a territorio colombiano. El ministerio de Defensa ha señalado que ocho de los fallecidos tenían antecedentes judiciales por distintos delitos, y dos de ellos eran cabecillas de las disidencias.
La presencia del ELN en una zona atravesada por dos importantes oleoductos ha sido histórica. “El ELN no existe sin Arauca. Ha estado allí incluso antes de que el petróleo fuera estratégico. Y en los noventa, cuando se descentralizan las regalías se dan cuenta de que esta es una de las regiones más ricas del país y desarrollan una estrategia de cooptación de la democracia local”, explica a EL PAÍS Juan David Gutiérrez, profesor asociado de la Universidad del Rosario y experto en las relaciones entre conflicto armado y petróleo.
Esas alianzas con alcaldes locales y gobernadores han marcado también los equilibrios y las tensiones con otros grupos armados. “En las confrontaciones entre el ELN y las FARC entre 2004 y 2010, termina prevaleciendo el ELN por sus relaciones con la política”, coincide Mantilla. El actual gobernador de Arauca fue enviado a la cárcel por presuntos nexos con esa guerrilla.
Durante años, el ELN se caracterizó por destruir oleoductos y secuestrar trabajadores de las petroleras. Uno de sus peores ataques fue la voladura de un oleoducto que mató a 70 personas en Antioquia, así como secuestros masivos e impactantes como el de un avión con 46 pasajeros o el plagio de 170 personas de la iglesia La María, cerca de Cali.
Gutiérrez no cree que las actuales confrontaciones tengan relación con las rentas del petróleo y otros analistas han hablado de discrepancias por rutas de narcotráfico y de manejo de control social durante la pandemia. “Hay también una dimensión internacional de ese conflicto, con la interacción de actores geopolíticos como Venezuela y, en otra época, Estados Unidos”, indica. El analista recuerda que Arauca fue altamente militarizada durante el Plan Colombia y que varias compañías petroleras hicieron lobby ante Estados Unidos para que los recursos militares de ese plan, que originalmente era contra los cultivos de coca, también se destinaran a la protección de los oleoductos.
Militarización, otra vez
La respuesta del Gobierno de Iván Duque ante la actual crisis ha sido también enviar dos batallones con 625 hombres. Durante su mandato las fuerzas militares han dado golpes contra algunos de los jefes del Frente de Guerra Occidental del ELN, en el Chocó. Entre ellos alias Uriel, una de sus figuras más mediáticas.
Pero estos golpes no han supuesto una protección para las comunidades que sufren desplazamientos. De acuerdo con el Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos (CERAC), en los últimos cinco meses los enfrentamientos armados con participación de esa guerrilla han aumentado sostenidamente. Por eso a través de la iglesia y otras organizaciones, en zonas como Chocó, Cauca o Nariño, piden acercamientos de paz.
Las posibilidades son lejanas. Desde que ese grupo atentó contra una escuela de cadetes en Bogotá y dejó 22 muertos, en enero de 2019, el presidente Duque cerró las puertas a la vía negociada. El mandatario ha exigido también a Cuba que expulse a varios de los representantes del Comando Central del ELN (COCE) que permanecen en La Habana, desde cuando el expresidente Juan Manuel Santos (2010-2018) comenzó acercamientos con ellos.
El carácter federado, la presencia regional diferenciada y la autonomía de sus frentes dificultan la negociación, confirman analistas. “En el documento ¿Por qué es tan difícil negociar con el Eln? planteamos que eso podría incluso llevar a la división de esta guerrilla en caso de que no hubiera un consenso de todos los frentes y señalamos que dentro del COCE hay una línea fuerte guerrerista en cabeza de alias Pablito”, explica Márquez, directora del CINEP, sobre el documento que produjo el sacerdote Fernán González. Para ella y otros analistas hay que insistir en acuerdos de paz que entiendan la lógica de regionalización del ELN.
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