Biden impulsa una respuesta internacional a la crisis de las cadenas de suministros
El cortocircuito de las cadenas de suministros globales irrumpió en un G-20 estructurado sobre todo alrededor de la cuestión climática. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, tomó la iniciativa para organizar, en paralelo a la cumbre, una reunión específica sobre esta cuestión con 14 países presentes en Roma —entre ellos, varios países europeos, la India o México, pero no China y Rusia—. La Casa Blanca busca impulsar un marco de respuesta internacional a la crisis que perjudica la recuperación económica tras el descalabro provocado por la pandemia.
La reunión de Roma se perfila como un primer paso para estrechar la coordinación en la acción para disolver los cuellos de botella que sacuden la actividad manufacturera y el comercio mundial. Washington anunció que convocará una reunión de ministros de Exteriores y de Comercio para desarrollar estrategias, sinergias, líneas de acción que cada país puede emprender en beneficio propio y colectivo.
La Administración de Biden también anunció medidas en clave interna, en concreto la próxima aprobación de una orden ejecutiva que delegue competencias al Departamento de Defensa para agilizar la utilización de materiales almacenados que puedan facilitar la manufactura en el sector de la Defensa.
La crisis de las cadenas de suministro es el resultado de un conjunto de factores, desde la insuficiente producción de microchips —sector en el que las grandes potencias buscan reducir su dependencia con grandes inversiones que fomenten la manufactura nacional— a dificultades en el transporte marítimo o de carretera, con especial acento en la escasez de conductores de camiones.
Estos cuellos de botella, unidos a la fuerte subida en los últimos meses de precios en el mercado energético —sobre todo del gas, pero también del crudo— están alterando las perspectivas de crecimiento en la economía mundial.
Washington también anunció que el Departamento de Estado facilitará ayuda técnica a México y a los países centroamericanos para agilizar la burocracia del comercio. La Casa Blanca también aprobó la semana pasada un desembolso de ayuda para facilitar el intercambio comercial con países de la organización regional asiática ASEAN.
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En paralelo a los trabajos, Biden y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, presentaron en Roma el acuerdo alcanzado entre Washington y Bruselas para desactivar la guerra arancelaria en materia de acero y aluminio, desencadenada por Trump en 2018. La medida, negociada durante meses, constituye un paso considerable en la mejora de las relaciones económicas, y continúa con la tendencia marcada tras la resolución en junio de la disputa entre los gigantes del sector aeronáutico Boeing y Airbus.
Además de aliviar la tensión comercial en estos sectores entre ambos bloques, el pacto aspira a crear un esquema global que enfrente la manufactura “sucia” y la sobreproducción en el sector, una iniciativa claramente dirigida a frenar las exportaciones de China.
Los productores del gigante asiático representan más de la mitad de este mercado. Sus procedimientos de manufactura, alimentados por el carbón, son altamente contaminantes. Se calcula que la industria provoca más del 10% de las emisiones totales del país.
En su intervención en Roma, Biden dijo explícitamente que la medida tenía la perspectiva puesta en la producción china. La Embajada de Pekín en Washington mostró su rechazo por la iniciativa.
Se trata del enésimo motivo de fricción entre Estados Unidos y China. La ausencia de Xi Jinping en la cumbre y el hecho de que todavía no se haya celebrado —ni esté a la vista— una reunión presencial entre el líder chino y Biden atestigua la dificultad de una relación que marca profundamente la política internacional.
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