Sobreproducción agrícola
En este año no ha habido sequía. Las lluvias han acompañado las siembras. Los fenómenos destructivos (vientos, inundaciones) han estado ausentes, por lo menos en escala amplia. Junto a esto, la demanda de bienes agropecuarios luce más baja, quizás como consecuencia de la pandemia. En todo caso resulta insuficiente para absorber el volumen de producción.
Existe sobreoferta en múltiples renglones agropecuarios, o su cara paralela, incapacidad de colocarla en el mercado.
Lo que parecía deseable, de ensueño (climatología favorable), está trayendo pérdidas en vez de prosperidad, aunque también la agradable sensación que experimentan los consumidores de comprar a precios bajos, situados por debajo del costo; insostenibles.
El precio en finca de alimentos populares, como el plátano, se ha encontrado cercano a cero centavos la unidad. La mayoría de las fincas no han recibido demanda de compra. Cuando aparecía algún comprador ofrecía alrededor de RD$0.50 a RD$1.0, mientras que el costo de producirlo (antes de que la factura de los insumos se disparara) oscilaba entre RD$2.0 a RD$3.0.
Algo similar ha ocurrido con los demás productos agrícolas. Incluso el arroz, que ha disfrutado de rentabilidad en los últimos años, ha experimentado alzas tan desorbitadas en el costo de los insumos que, de no surgir correctivos oportunos, es probable que las siembras futuras queden limitadas.
Hay abundancia, es cierto, pero se están creando condiciones para que sobrevenga la escasez.
En los países desarrollados, que son aquellos cuya agropecuaria es próspera, las políticas son de apoyo irrestricto a los productores: precios de sustentación funcionales, protección impositiva y sanitaria, impulso a las exportaciones. La meta es consolidar la seguridad alimentaria, y esto se logra si se mima y apoya a los emprendedores del agro.
En países como el nuestro, cuya agropecuaria está lejos de ser próspera, el enfoque está orientado a presionar los precios a la baja en favor de los consumidores urbanos, tendencia con matices populistas.
Son de las cosas heredadas, pendientes de ser cambiadas de cara al futuro. El país necesita consolidar un fuerte sector agropecuario que sea base de la producción agroindustrial tanto para el consumo interno como para las exportaciones. De elevado nivel técnico y fuente relevante de contratación de empleo formal, para dominicanos, con salarios dignos.
Sin embargo, con predios desenvolviéndose en precariedad económica es imposible alcanzar ese objetivo. Solo podrá lograrse si se modifica la perspectiva que se tiene de la actividad agropecuaria y se deja de ofrecer al consumidor la fantasía de precios bajos a costa del productor, cuya angustia y decepción no las recogen los medios de comunicación urbanos.
Toda estrategia política posee un elemento duro: recursos, presión, coerción. Y uno suave: persuasión.
Cuando hace algunas semanas un vendaval derribó plantaciones de plátanos cerca de Santiago Rodríguez, el Inespre anunció (elemento suave) que compraría a los productores afectados las unidades caídas y las vendería a RD$1 la unidad. Fue una actuación rápida en ayuda de los agricultores afectados.
Ese anuncio, hecho con buena intención, puede que haya influido en el desplome que se produjo de los precios en finca en todo el país, hasta llegar al momento en que, hasta hace pocos días, los intermediarios ni siquiera se acercaban a demandarlos en muchas de las plantaciones. ¿Para qué? Tampoco había negocio para ellos.
En circunstancias como estas se hacen obvias las carencias que se arrastran desde hace mucho tiempo en la política agropecuaria. Es una tarea pendiente, retrasada por la necesidad de atender otros problemas urgentes.
Es una gran pena que la bonanza en la producción se acompañe de las pérdidas económicas de los productores. Los problemas causados por la pandemia son muchos, razón suficiente para evitar que surjan otros nuevos. Este fenómeno puede que sea pasajero porque el otoño deprime el volumen de producción agropecuaria y por sí solo se restablecerá el funcionamiento normal del mercado. Pero ya hay un daño sufrido.
La sobreproducción no es culpa de nadie. No obstante hay que tener cuidado de no influir al mercado con anuncios susceptibles de ser mal interpretados, pues está dominado por pequeños intermediarios, dependientes de informaciones distorsionadas.
Lo ocurrido podría convertirse en oportunidad para buscar soluciones duraderas que lleven aliento al productor agropecuario: por ejemplo, normalizar la comercialización, alentar el consumo, efectuar compras masivas de alimentos para comedores económicos y escuelas, establecer precios mínimos de sustentación por encima del costo, mejorar la infraestructura (caminos, iluminación, agua…), intensificar la asistencia técnica, industrializar, exportar.
Y que no se olvide: ningun sector genera más valor agregado nacional que el agro. Es clave para el desarrollo.