La radiografía de los directos y discursos de Bolsonaro muestra su escalada de autoritarismo y desinformación
En el primer semestre de 2021, Jair Bolsonaro subió el tono de sus discursos, intensificando la frecuencia de referencias autoritarias. A 14 meses de las elecciones presidenciales, ha reforzado la campaña de desconfianza en el sistema electoral brasileño. También empezó a utilizar con más frecuencia en sus directos en YouTube expresiones como “mi Ejército” y “mis Fuerzas Armadas”, en las que evoca la simbiosis con los militares y se apropia para su uso personal de la atribución constitucional que se le ha encomendado. Pese a que el Gobierno de Bolsonaro se acabó sumando a la campaña de vacunación contra la covid-19, en las emisiones en las redes sociales el presidente siguió difundiendo información errónea sobre la enfermedad. Así se desprende de un análisis de los patrones de discurso del presidente, realizado en exclusiva para EL PAÍS por el laboratorio de inteligencia de datos Lagom Data. Se trata de un discurso que marca las decisiones políticas y sanitarias del Gobierno, aunque sus ideas sean una afrenta a la democracia y a la ciencia.
Varios de los videos en los que Bolsonaro difunde información errónea sobre la covid-19 fueron retirados por YouTube el pasado miércoles en una decisión sin precedentes. “Nuestras normas no permiten contenidos que afirmen que la hidroxicloroquina y/o la ivermectina son eficaces para tratar o prevenir la covid-19, que garanticen que existe una cura para la enfermedad o que aseguren que las mascarillas no funcionan para evitar la propagación del virus”, explicó el canal. El vocabulario de estos videos entró en el análisis antes de que fueran retirados. Las reglas de YouTube aciertan de pleno en el contenido producido por el presidente, arma poderosa para atraer el apoyo de sus votantes, que multiplican casi al instante la información difundida por Bolsonaro.
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Para el análisis, Lagom Data recopiló el texto completo de los 406 discursos de Bolsonaro disponibles en la web oficial del Palacio presidencial del Planalto, así como los pies de foto automáticos de 89 de los 110 directos del presidente, entre su victoria electoral en 2018 y el final del primer semestre de 2021. De ellos, al menos 10 directos parecen haber sido eliminados por YouTube, en un nuevo análisis realizado el miércoles por dicho laboratorio de inteligencia de datos. En total se eliminaron 14 videos del canal del presidente grabados en directo.
“Cuando digo “mi ejército” siempre me refiero al pueblo. Siempre digo que le debo absoluta lealtad al pueblo brasileño, y ese pueblo está en toda la sociedad, incluido el Ejército de uniforme”, dijo en la transmisión en vivo de YouTube del 11 de marzo de 2021. El 20 de mayo, el presidente volvió a utilizar la expresión para criticar las medidas de aislamiento impuestas por los gobiernos de los estados brasileños en el contexto de la pandemia. “He dicho varias veces que mi Ejército nunca saldrá a la calle para mantener a la gente encerrada como las fuerzas policiales de algunos gobernadores”.
Cuando menciona los cuarteles, a Bolsonaro le gusta rememorar su pasado militar (fue capitán del Ejército), hacer declaraciones grandilocuentes sobre el sacrificio de la propia vida y la soberanía del pueblo y elucubrar sobre “el enemigo”, una referencia velada a la lucha contra el “comunismo”, a menudo usado como sinónimo de izquierdismo y asociado al Partido de los Trabajadores de Lula. Desde que asumió el cargo, Bolsonaro –el presidente que se ha rodeado de más militares desde que acabó la dictadura– ha hablado en las ceremonias de 31 promociones de academias militares y policiales, mucho más que otros presidentes.
“Cuando estaba en el Ejército, Bolsonaro era un estorbo que fue retirado por razones políticas en 1988. Entre 2014 y 2015 se convirtió en un mito. En el poder, se convirtió en un caballo de Troya para que este grupo ocupara puestos en la administración. Cabeza, tronco, extremidades, entrañas y alma del Gobierno”, alerta el coronel de la reserva del Ejército Marcelo Pimentel. Para él, hay un “Partido Militar” al mando del país.
Caos en las elecciones y en las vacunas
En marzo de 2020, un año y cinco meses después de ser declarado ganador de las elecciones presidenciales, Bolsonaro prometió en Miami presentar supuestas pruebas de que, debido a un fraude, no ganó las elecciones presidenciales de 2018 en la primera vuelta. Desde entonces, ha eludido presentar esas pruebas a las autoridades competentes, a pesar de lo cual continúa lanzando las mismas acusaciones.
El análisis de su vocabulario muestra que las elecciones de 2022 tienen una presencia constante en su discurso desde los primeros meses de su mandato. Estas menciones han ido en aumento desde octubre de 2020, y han crecido en el primer semestre de 2021. Desde enero, las expresiones “voto impreso” y “voto auditable” también han aparecido con más frecuencia en el discurso del presidente. En los directos han aparecido 27 veces. Y en los discursos, 16.
En el directo del 25 de junio, el objetivo era la campaña contra el sistema electoral: “El ministro [Edson] Fachin, el mismo que prohibió la entrada de policías militares de Río de Janeiro en una barriada para perseguir a maleantes, el mismo que prohibió a los helicópteros realizar operaciones dentro de barriadas, ha dicho ahora que quienes luchan por el voto auditable cometen un acto de violencia contra la Constitución. ¿Alguien lo entiende? Está parloteando. Juega a ser adivino. ¡Parlanchín! ¡Adivino de pacotilla!”, dijo Bolsonaro.
En los discursos, generalmente en ocasiones solemnes, el presidente utiliza un vocabulario más comedido y muchos halagos. Pero en los directos, dirigidos a su base más fiel y radicalizada, se afloja la corbata y suelta la mayoría de las menciones distópicas. En promedio, Bolsonaro habla 49 minutos en sus transmisiones semanales en vivo. Ahí, sus discursos tienden a ser más cortos. El directo más largo, el 1 de julio de este año, duró casi una hora y cinco minutos.
Estas diferencias entre los discursos formales y los hechos a medida para movilizar a sus seguidores quedan también claras en el manejo discursivo de la pandemia de la covid-19. En el segundo semestre de 2020, la bala de plata favorita de Bolsonaro para atajar la covid-19 era la cloroquina, o hidroxicloroquina, medicamentos recetados para la malaria. El Gobierno convirtió su uso en política de Estado, pero ahora ningún ministerio se hace responsable de ella, como ya demostró EL PAÍS.
Las menciones al fármaco se redujeron a casi nada a finales de año, cuando la búsqueda de vacunas se convirtió en el principal tema de conversación en Brasil. Las cotizaciones a la medicina volvieron, ahora de forma defensiva, tras la apertura de la Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI) de la Pandemia a finales de abril. Este mes, el organismo técnico que asesora al Ministerio de Sanidad envió finalmente un documento a la CPI en el que afirma que los medicamentos del llamado “kit covid” promovido por la presidencia y por clínicas privadas no tienen ningún efecto para mitigar la covid-19. Y YouTube ha tenido su primera reacción oficial contra estos videos, que podría culminar con la suspensión del canal personal del presidente.
Los discursos de Bolsonaro sobre las vacunas este año coquetean con las contradicciones todo el tiempo: en un mismo directo, puede cuestionar la eficacia y seguridad de las vacunas un momento y, minutos después, afirmar que, gracias a él, Brasil es uno de los países donde más se vacuna del mundo. En el directo del 24 de diciembre, por ejemplo, dijo que la eficacia de la Coronavac –de tecnología china y fabricada en Brasil por el Instituto Butantan a iniciativa del gobierno de São Paulo– quedaría “por los suelos”.
Incluso después de hacer un discurso en radio y televisión en marzo defendiendo la inmunización, Bolsonaro sigue saboteando la campaña de vacunación con información errónea, como que los que ya han tenido covid-19 no necesitan vacunarse: “Todos los que han contraído el virus están vacunados, incluso con más eficacia que la propia vacuna, porque se han contagiado de verdad. Por lo tanto, quien ha contraído el virus, no hay discusión, ya está inmunizado”, dijo Bolsonaro en una transmisión en vivo el 17 de junio.
Antes de la iniciativa emprendida esta semana por YouTube, diez directos ya habían sido retirados e incluso hubo declaraciones de Bolsonaro que tuvieron consecuencias jurídicas. Es el caso de un video del 14 de enero, el día en que Manaos se quedó sin oxígeno provocando la muerte de más de 30 personas en 48 horas. El presidente volvió a alabar entonces los medicamentos sin eficacia probada contra la enfermedad y el entonces ministro Eduardo Pazuello dijo no saber si el distanciamiento social funcionaba. Otro caso es el del directo del 26 de marzo de 2020, al inicio de la pandemia, cuando dijo que la covid-19 no sería un problema porque el brasileño es capaz de bañarse en una alcantarilla y no le pasa nada.
Limitación de datos y transparencia
Además de los videos ya retirados, hay una limitación importante en los datos de los directos, que remite nuevamente a la falta de transparencia del Gobierno de Bolsonaro. Mientras los discursos oficiales son transcritos de manera rutinaria por la Presidencia de la República (se publican en el sitio web oficial del Palacio del Planalto desde el mandato de Fernando Henrique Cardoso, iniciado en 1995), las transmisiones en las redes sociales se consideran una iniciativa personal del presidente, pese a que usen infraestructura oficial. Algunos han tenido hasta medio millón de espectadores. De todos modos, al haberse publicado en YouTube, se pudo extraer la transcripción automática de la mayoría de ellos.
“Parte de la prensa”
Bolsonaro realiza la mayor parte de sus ataques a la prensa en los videos en directo. Las menciones genéricas a las palabras “prensa” y “medios de comunicación” aumentaron con las críticas recibidas por el presidente, y alcanzaron su punto máximo en junio de 2020. Ese mes, justo después de la llegada de Eduardo Pazuello al Ministerio de Sanidad, el Gobierno tomó medidas para intentar ocultar los datos de las muertes causadas por la covid-19.
Desde mediados de mayo, la divulgación de los datos se retrasó un poco más cada día, hasta que, interrogado por los periodistas, Bolsonaro estalló: “Se acabó la noticia para el telediario”. Los datos se retrasaron a propósito para que no se mostraran en horario de máxima audiencia. Ese día, el noticiero de más audiencia, el icónico Jornal Nacional, emitió un boletín urgente en cuanto se anunciaron los datos. A la semana siguiente, en una decisión en la que participó el empresario Carlos Wizard, aliado de Bolsonaro y ahora objetivo de la CPI de la Pandemia, el Ministerio de Salud dejó de publicar temporalmente los datos diarios de la covid-19 hasta que el Tribunal Supremo Federal le ordenó volver a publicarlos.
Las menciones de la prensa también se multiplican a lo largo del primer semestre de este año. Las palabras Folha [de São Paulo] y Globo, nombres de dos de las mayores empresas de comunicación de Brasil, se citaron más este semestre que en todo el segundo semestre de 2020. En 2020 destaca el uso de la expresión fake news (noticias falsas) por parte del presidente, tanto para defenderse a sí mismo y a sus aliados de los procesos por actos antidemocráticos y desinformación como para acusar a las empresas de comunicación de mentir.
En un diagrama que muestra la estructura del discurso, llamado árboles de palabras, es posible ver estadísticamente la frecuencia con que otras palabras acompañan a los términos de interés en el discurso de Bolsonaro, en directos y en discursos. Así, es más frecuente que haga referencias a los “grandes medios de comunicación” y a “parte de la prensa” en directo que en situaciones formales.
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