Calcetines de centro
Más información
En Francia, las juventudes que apoyan al presidente Macron acaban de lanzar su tienda en internet. Entre tazas y camisetas, se venden artículos que aprovechan las bromas populares sobre el candidato. Por ejemplo, unos calcetines de lana que en un pie llevan bordada la palabra “izquierda”, en el otro “derecha” y en la parte interior de ambos se lee “al mismo tiempo”, la expresión estrella del presidente al que tanto se critica por impostar equidistancia. Parte de la estrategia antes de las elecciones del año que viene es convertirlo en icono pop y llegar a quienes no les gusta la política. En la tienda del Elíseo se venden camisetas con frases muy sonadas del presidente como “Poudre de perlimpinpin”, algo así como el bálsamo de Fierabrás, un supuesto remedio que no sirve para nada.
Desde 2009 existe un decreto en Francia que permite rentabilizar el llamado patrimonio inmaterial. Es algo que abarca mucho más que la cocina o el buen gusto: ponerle precio a rodar una película en París, el primer destino turístico del mundo, o a usar el nombre del Louvre para un museo en otro país. Al Elíseo se han sumado con tiendas la Gendarmería, equivalente a la Guardia Civil española, o la Marina nacional, que vende los famosos paraguas de Cherburgo. Han firmado acuerdos con distintas empresas privadas para fabricar los artículos y los beneficios se invierten en mantener los edificios históricos y en ayuda social.
El tema es si el presidente puede considerarse parte del patrimonio inmaterial. Ideológicamente Macron no representa a todos los franceses, aunque sí una cierta forma de hacer las cosas. Siempre se ha usado la ironía en la política. “Allá donde va, el francés quiere que le tomen en serio, aunque realmente no sea un tipo serio. Y de alguna forma esa es su gran cualidad”, escribe el periodista canadiense Louis-Bernard Robitaille, autor del ensayo Ces impossibles Français, 2010.
El país que mejor maneja este merchandising en torno al presidente es Estados Unidos. Desde Reagan, en 1988, llevan encargando M&Ms, cacahuetes recubiertos de azúcar de colores, para el Air Force One. Con Obama se hizo aún más intensa la ofensiva del encanto. Antes de las elecciones de 2008, las camisetas con su cara llegaron hasta el último rincón de Pekín. A los chinos les fascinaba esa sobreexposición porque ellos desde Mao no habían visto usar la imagen de sus líderes. Con Xi Jinping ha vuelto el personalismo, pero se ha hecho más fuerte la censura. El Partido solo quiere transmitir seriedad y firmeza, y es una pena porque, como en Francia, el patrimonio chino es también su fino sentido del humor. @anafuentesf