El 160 aniversario del fusilamiento del prócer Francisco del Rosario Sánchez
El déspota Pedro Santana, el enemigo de nuestras libertades, el plagiario de todos los tiranos, el escándalo de la civilización, quiere eternizar su nombre y sellar para siempre nuestro baldón, con un crimen casi nuevo en la historia. Este crimen es la muerte de la Patria. La República está vendida al extranjero y el pabellón de la cruz, muy presto, no tremolará más sobre vuestros alcázares.
He creído cumplir con un deber sagrado, poniéndome al frente de la reacción que impida la ejecución de tan criminales proyectos y debéis concebir, desde luego, que en este movimiento revolucionario, ningún riesgo corre la independencia nacional ni vuestras libertades cuando lo organiza el instrumento de que se valió la Providencia para enarbolar la primera bandera dominicana.
Yo no haría este recuento que mi modestia rechaza, si no estuviera apremiado a ello por las circunstancias; pero conocéis bastante mis sentimientos patrióticos, la rectitud de mis principios políticos y el entusiasmo que siempre he tenido por esa Patria y por su libertad; y, no lo dudo, me haréis justicia.
He pisado el territorio de la República entrando por Haití, porque no podía entrar por otra parte, exigiéndolo así, además, la buena combinación, y porque estoy persuadido que esta República, con quien ayer cuando era imperio, combatíamos por nuestra nacionalidad, está hoy tan empeñada como nosotros, porque la conservemos merced a la política de un gabinete republicano, sabio y justo.
Mas si la maledicencia buscare pretextos para mancillar mi conducta, responderéis a cualquier cargo, diciendo en alta voz, aunque sin jactancia, que yo soy la Bandera Nacional (…) Dominicanos: a las armas! Ya llego el día de salvar, para siempre, la libertad. Acudid. ¿No oís el clamor de la Patria afligida que os llama en su auxilio? Volad a su defensa; salvad a esa hija predilecta de los trópicos, de las cadenas ignominiosas que su descubridor llevó a la tumba. Mostraos dignos de vuestra Patria y del siglo de la libertad. (…) Dominicanos: a las armas! Derrocad a Santana; derrocad a la tiranía y no vaciléis en declararos libres e independientes, enarbolando la bandera cruzada del veinte y siete y proclamando un gobierno nuevo que reconstituya el país y os de las garantías de libertad, de progreso y de independencia que necesitáis.
¡Abajo Santana!
¡Viva la República Dominicana!
¡Viva la libertad!
¡Viva la independencia!