Dinamarca colaboró con EE UU para espiar a Merkel y otros políticos europeos
Dinamarca y Alemania bautizaron 2020 como el “año de amistad cultural” entre ambos países. Hoy, esa relación está a punto de saltar por los aires. Los servicios secretos daneses colaboraron con Estados Unidos para espiar, entre otros, a la que ha sido la líder europea más influyente en la última década: Angela Merkel, según una investigación periodística publicada este domingo por medios como el francés Le Monde, el alemán Süddeutsche Zeitung o la cadena pública danesa DR.
El “escándalo”, como lo han calificado algunos políticos europeos de países afectados como Alemania, Suecia, Noruega y Francia, empezó en 2014. Fue aquel año cuando Thomas Ahrenkiel, jefe del Servicio de Inteligencia de Defensa de Dinamarca (FE, por sus siglas en danés), comenzó a investigar internamente si EE UU, donde gobernaba la Administración de Barack Obama, llevaba tiempo abusando de su acuerdo de colaboración con Dinamarca en asuntos de espionaje. De hecho, justo un año antes, en 2013, Merkel ya había expresado su malestar al líder estadounidense, por lo que tachó de “inaceptable espionaje entre amigos”.
Las pesquisas del FE , llevadas a cabo por cuatro hackers, continuaron su curso y se centraron en escuchas telefónicas, interferencias en los cables submarinos de conexiones a internet y mensajes de texto, a los que la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, en inglés) de EE UU pudo tener acceso gracias a ese pacto con Copenhague. Las informaciones obtenidas por la NSA afectaban a socios y aliados del más alto nivel en la escena internacional, como la canciller Merkel, el entonces ministro de Exteriores alemán, Frank-Walter Steinmeier (actual presidente de la república federal) o líderes de los vecinos escandinavos cuyos nombres no han trascendido a la prensa, entre otros. Tras un año de investigación, Ahrenkiel demostró en 2015 que ese espionaje de la NSA a través del FE fue real y que sucedió entre 2012 y 2014. Así lo constató en un informe llamado Operación Dunhammer (junco, en danés) que ahora copa toda la atención mediática de Escandinavia y Alemania y que también ha llegado hasta Bruselas.
“Es extremadamente escandaloso y sorprendente”, ha lamentado este lunes Jens Holm, diputado en el Riksdag (Parlamento sueco). Holm ha insinuado también que la NSA ha podido interceptar comunicaciones no solo de los políticos de primera línea, sino de personas que contactan con ellos, como miembros de la oposición, grupos de presión y periodistas. “Es una violación de todos”, sostiene, según informa DR. Peer Steinbrück, del Partido Socialista Alemán (SPD) y también víctima del espionaje estadounidense, ha calificado esta situación de “grotesca”. Steinbrück, que durante aquellos años fue candidato a la cancillería de la primera potencia económica europea, ha declarado sentirse dolido personalmente porque su familia materna es danesa y siente una profunda simpatía por este país. Francia también ha reaccionado y, a través de su secretario de Estado para Asuntos Europeos, Clément Baune, ha calificado lo ocurrido de “extremadamente grave”, según la agencia France Presse (Afp). Además, el presidente galo, Emmanuel Macron, pidió tras una videoconferencia con Merkel que se esclarezca lo ocurrido de manera “inmediata”.
El Ejecutivo alemán, cuyos nombres son los únicos que de momento han salido a la luz en relación con este escándalo, se ha mostrado tibio en sus reacciones: “Sobre temas y actividades de espionaje no se habla públicamente, sino que se tratan en las correspondientes comisiones en el Parlamento”, dijo el portavoz del Gobierno, Steffen Seibert, que se limitó a un breve “tomo nota” sobre la responsabilidad de Copenhague en el espionaje estadounidense, apunta Reuters. Peter Hultqvist, ministro de Defensa sueco, pidió inmediatamente explicaciones al Gobierno danés: “Exigimos estar plenamente informados sobre los asuntos que conciernen a los ciudadanos, empresas e intereses suecos”. Esa línea ha adoptado también su homólogo noruego, Frank Bakke-Jensen.
Ante este aluvión de críticas y reacciones, la ministra de Defensa danesa desde 2019, Trine Bramsen, ha salido a capear el temporal y en un mensaje de calma ha declarado públicamente que “la escucha sistemática de aliados cercanos es inaceptable”. Pese a sus palabras, la investigación avala que los sucesivos Gobiernos, especialmente el Ministerio de Defensa, conocían la Operación Dunhammer al menos desde agosto del año pasado. Un dato significativo es que Bramsen frenó en seco el nombramiento de Ahrenkiel como embajador de Dinamarca en Berlín.
Thomas Wegener Friis, una eminencia en el sector de la inteligencia y la seguridad y profesor en la Universidad del Sur de Dinamarca, explica al teléfono que EE UU y Dinamarca mantienen en este ámbito una relación “histórica”. El país escandinavo tiene una relevancia especial para Washington por su situación en el mapa: en medio de la UE y bañado por las aguas del Báltico, un mar estratégico y militarizado por la cercanía de Rusia. Ilustra que desde los años cuarenta del siglo pasado, la cooperación con Washington ha sido fluida en cuanto al espionaje. El problema, cuenta, es que la información que circulaba hace décadas era sobre enemigos, pero que ahora es sobre “estrechos aliados”, dice en referencia a Alemania, Noruega, Suecia y Francia.
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La información desvelada este domingo “muestra que ese pacto de colaboración [entre Washington y Copenhague] no era solo por los ‘chicos malos’, como Rusia o China, sino también por los países vecinos”, continúa Friis. El experto opina que el acuerdo de cooperación era fundamental para Dinamarca como nación pequeña, pero que este escándalo no solo muestra lo “problemático” que es compartir información con los estadounidenses, sino que abre ahora un “dilema genuino” en todo el sector del espionaje en Europa: “¿Tenemos que ayudar a Estados Unidos en detrimento de nuestros propios vecinos?”, se pregunta, para luego añadir que no se trata de acabar con las cooperaciones de este tipo, sino de dibujar “líneas rojas”.
Balones fuera
Ante este panorama que se abre ahora entre los Veintisiete, la Comisión Europea, sin embargo, ha echado este lunes balones fuera: “Los asuntos de los servicios nacionales de inteligencia son una competencia nacional, corresponde a las autoridades nacionales supervisar a sus propios servicios”, comentó en rueda de prensa un portavoz de la presidenta del brazo ejecutivo de la Unión, Ursula von der Leyen.
Pero es precisamente en el seno de la UE, y no en la OTAN, en cuya órbita caen todos los países, víctimas y verdugos, involucrados en este escándalo, donde Friis ve una amenaza. “En este marco, o todo se olvida hasta que en cinco, 10 ó 15 años salte un caso similar; o se abre definitivamente una discusión en Bruselas sobre si todo esto [espiar] es realmente necesario entre socios”, apunta. El otro escenario complicado se levanta ahora en Escandinavia: “Escándalos como estos rompen la confianza [un valor fundamental en la cultura política nórdica]. La gente está muy decepcionada”, avanza. De hecho Audun Lysbakken, líder del Partido de la Izquierda Socialista en Noruega, describe a la prensa local lo sucedido como un “abuso de confianza profundo, grave y perturbador”.
Pese a que en Dinamarca escándalos aparentemente menores al destapado este domingo provocan las dimisiones de ministros y responsables políticos, Friis no cree que este vaya a ser el caso. Los involucrados en él “eran otros políticos de otros Gobiernos que ahora están bien colocados en el sector privado”, apunta.