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“Mamás primera línea”: las colombianas que enfrentan a la policía para salvar manifestantes

“Mamás primera línea”: las colombianas que enfrentan a la policía para salvar manifestantes

“Mamás primera línea”: las colombianas que enfrentan a la policía para salvar manifestantes

Vanessa tiene 39 años y es bailarina profesional de tango. Tiene tres hijos. Cada noche, junto a otras madres del barrio de Bogotá en el que vive, sale a defender a los manifestantes de la represión policial. Esta guardia pretoriana improvisada ha escrito el nombre de su batallón en los escudos que llevan para defenderse de los gases lacrimógenos y los golpes de los antidisturbios: “Mamás Primera Línea”.

Las madres se conocieron y se hicieron amigas durante los primeros días de la movilización social contra el Gobierno de Iván Duque que cumple tres semanas. “Llevábamos varias noches viendo con miedo y angustia cómo la policía atacaba a nuestros jóvenes que salían a protestar por sus derechos”, cuenta Vanessa mientras cubre parte de su rostro con una pañoleta negra. Y continúa: “Llegamos a la conclusión de que si íbamos a hacer un trabajo social, lo debíamos hacer bien: en la primera línea, poniendo el cuerpo para defender a los manifestantes”.

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Al día siguiente de la creación del grupo, las mamás rebuscaron en cubos de basura del barrio de Keneddy, en el sur de la capital, pedazos de madera y algún otro material resistente que les sirviera para defenderse durante los enfrentamientos con la policía. No encontraron gran cosa. Acordaron romper las alcancías con los pocos ahorros que les quedaban y mandar a hacer los escudos negros que ahora las protegen y las identifican. Unos estudiantes de universidad les regalaron las gafas de protección para los ojos.

“Exigimos cosas mínimas: derecho al trabajo, a la educación, a la salud, a la vivienda, una renta básica para darle de comer a nuestra familia”, cuenta Johana, una mujer de 36 años que estos días ha tenido que dejar con la abuela a sus dos hijos pequeños mientras sale a cuidar a los manifestantes.

Algunas de las mamás de primera línea al frente de un mural en su honor. Camilo Rozo

Ella y el resto de mamás son solo una pequeña muestra de los 21 millones de personas, 42% del total de la población en Colombia, que en la actualidad es pobre y sobrevive con menos de 70 euros al mes. Además de estar desempleadas, todas las mamás de primera línea son cabeza de hogar, mujeres solteras que han tenido que educar solas a sus hijos. “Los papás casi nunca responden, no aparecen, no dan plata, pero igual nosotras tenemos que salir a rebuscarnos el dinero diario para llevar a la casa”, explica Johana.

Las madres ya han tenido varios enfrentamientos con la policía, que también ha sido blanco de ataques. “Sabemos que en cualquier momento podemos perder la vida”, dice Johana. Sus miedos no son infundados. En los 21 días que lleva el paro en Colombia, la policía es responsable de la muerte de al menos 14 personas, según el último reporte de Human Rights Watch.

“Cada vez que salimos de la casa somos consientes del riesgo que estamos corriendo, sabemos que en cualquier momento podemos perder la vida”.

Eileen, la mayor de las mamás, llegó de última al grupo, tenía miedo. “Lo pensé mucho con la almohada, pero es lo mínimo que puedo hacer para acompañar a los jóvenes que luchan por nuestros derechos”, explica, y así fue cómo se unió.

Carlos juega en las divisiones menores de un equipo de la capital. Ahora se ha convertido en el líder de la primera línea de defensa del Portal Américas, la zona donde operan las mamás. Comanda un grupo de muchachos del barrio que todas las noches desde que comenzaron las protestas intenta proteger a los manifestantes de las bombas aturdidoras, las balas de goma y los chorros de agua que lanza la policía. “Para nosotros ellas son un gran apoyo”, dice Carlos, que igual que el resto de las entrevistadas prefiere no decir su apellido.

Desde que las mamás están en el frente algunos policías piensan dos veces antes de reprimirlos. “Al final todos tenemos mamá”, dijeron algunos agentes al verlas por primera vez. Daniela, una joven encargada de las comunicaciones del espacio comunitario que se ha creado en el lugar donde resisten los jóvenes y las mamás, explica que lo que está ocurriendo es un cambio profundo en la imagen que tiene la sociedad civil sobre los manifestantes. “Es hermoso que las mamás se hayan unido a la resistencia porque derriba esa idea de que quienes están en las primeras líneas de la protesta son vándalos”.

Ellas insisten en que su función es defender la vida. “Yo creo que la quemada de un bus, los vidrios rotos de una tienda, o las paredes pintadas no tienen comparación con la vida de un ser humano, sea policía o manifestante. La vida no tiene precio”, dicen en conjunto. Su principal regla es no separarse nunca: “Si atacan a una, nos atacan a todas”.

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