La derecha chilena se queda sin opciones de veto en el articulado de la nueva Constitución
La debacle electoral que sufrió el fin de semana la derecha chilena, en el poder con Sebastián Piñera por segunda vez desde el retorno a la democracia, tendrá efectos inmediatos. En la convención constitucional, que a partir de junio deberá redactar la nueva Constitución, solo obtuvo 37 de los 155 escaños, lo que la deja por debajo del tercio de representación necesaria para poder bloquear las normas del texto. Quedará así arrinconada en un órgano dominado por la izquierda.
En paralelo, la derecha sufrió una gran derrota en las municipales, porque perdió una cincuentena de las 345 alcaldías y bajó en número de concejales. Tampoco ganó en primera vuelta ninguna de las 16 gobernaciones regionales, una elección que por primera vez se celebró en Chile. Su candidata quedó tercera en la Región Metropolitana de Santiago, la más importante por cantidad de población. Sus catastróficos resultados, los peores que ha obtenido en los últimos 30 años, estrechan al mínimo sus posibilidades de retener el Gobierno en las elecciones presidenciales de noviembre próximo.
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“En Chile tenemos una derecha incapaz de levantar un proyecto acorde a los cambios que ha experimentado la sociedad chilena”, asegura la historiadora Isabel Torres Dujisin. “Cuando digo nuevamente sin proyecto, me refiero al periodo pre dictadura, lo que explica su incondicionalidad a Augusto Pinochet (1973-1990). La dictadura les permitió la implementación del programa de shock neoliberal y, en el retorno a la democracia, este sector mantiene el poder de veto parlamentario para impedir reformas”, indica la académica del Departamento de Ciencias Históricas la Universidad de Chile. “En este sentido, es una derecha miope”.
En la convención constituyente se redefinirá Chile y reemplazará la Carta Fundamental actual, que data de 1980, del régimen de Augusto Pinochet, aunque sometida a una cincuentena de reformas en democracia. En el órgano que se instalará en junio, se discutirán asuntos fundamentales como el régimen político y sistema de Gobierno, descentralización, regionalización, la plurinacionalidad y el modelo de desarrollo económico. En estas definiciones fundamentales, la derecha no tendrá la fuerza para negociar, porque tiene apenas el 23% de los votos en la asamblea. Resulta insuficiente para vetar determinados artículos, dado que serán necesarios dos tercios para alcanzar acuerdos.
Si se suman los resultados de las listas de izquierda, centroizquierda y las de los independientes sin partidos –que son la gran sorpresa de estas elecciones con el 31%–, la actual oposición dominará por lejos el órgano constituyente.
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“Si se instala en la convención una lógica de diálogo y debate como se anunciaba con anterioridad a los resultados, con el objetivo de una Constitución para Chile y no para el Partido Comunista y el Frente Amplio [el conglomerado de izquierda que nació de las protestas universitarias de 2011], sería posible que haya espacio para buscar formas de entendimiento que permitan que las instituciones perduren”, analiza Gastón Gómez, abogado y profesor constitucional de la Universidad de Chile, uno de los principales expertos de la centroderecha. “Se debe considerar, además, que la Constitución debe ser ratificada por el plebiscito de salida”, agrega Gómez, sobre el referéndum que deberá celebrarse en el segundo semestre de 2022.
El Gobierno de Sebastián Piñera se encontraba en una grave crisis desde mucho antes de las elecciones del fin de semana. Los malos tiempos para el Ejecutivo arrancaron con las revueltas de octubre de 2019, que llevaron a la transversalidad de la clase política chilena a ofrecer el camino constituyente, como única forma de canalizar el descontento que hizo tambalear la democracia chilena. La ciudadanía respondió a medias, porque solo hubo un 43% de participación en estas elecciones, consideradas las de mayor importancia de la historia reciente. “La apatía electoral pareciera ser que está principalmente en el electorado de derecha por la falta e incapacidad de defender o levantar un proyecto propio”, asegura la historiadora Torres Dujisin.
El Gobierno desde hace un año está en el suelo de popularidad (15%, de acuerdo a la encuesta Cadem) y con el tiempo se fue quedando sin su base electoral, que llevaron a Piñera a La Moneda en 2017 con el respaldo del 54% del electorado. Su coalición, a su vez, le soltó la mano, lo que se ha expresado notoriamente en el Congreso.
Para Darío Paya, abogado y exdiputado del partido de derecha UDI, el escenario era “predecible” considerando los resultados del plebiscito constitucional de octubre pasado, donde solo un 22% de la ciudadanía votó por mantener la Constitución actual. Fue un electorado de derecha el que optó por esta alternativa. “Era completamente antojadizo suponer que a la derecha no le iba a ir mal, porque esta elección de convencionales era la segunda parte de un mismo ejercicio, según la mirada de la gente”, opina Paya.
“El resultado es menos sorprendente”, dice el abogado, “si se considera que el sistema electoral de la elección de constituyentes permitió que independientes de izquierda, muchas expresiones antisistémicas, hayan presentado listas sin necesidad de conformar partidos ni tener plataformas únicas ni declaraciones de principios”. “Fueron reglas completamente excepcionales en Chile y en cualquier lugar del planeta”, dice Paya, que fue embajador de Chile ante la OEA entre 2010 y 2014. “Para que se llegara a producir la desintegración económica y social de un país como Venezuela obviamente tienen que pasar muchas cosas antes –que las creo posibles en el largo plazo en el caso de Chile–, pero la primera parada es la realidad argentina y Chile hoy está dando un paso hacia el peronismo institucional”.
En un escenario político líquido marcado por la incertidumbre, las posibilidades de los presidenciables del sector se estrechan. El militante UDI, Joaquín Lavín, que peleó voto a voto la presidencia con Ricardo Lagos en 1999, lleva la delantera en una carrera interna con el economista Ignacio Briones y el abogado Sebastián Sichel (exministro de Hacienda y de Desarrollo Social del actual Gobierno, respectivamente) y el líder del partido Renovación Nacional, Mario Desbordes. Los cuatro se medirán en primarias el 18 de julio próximo, en un imparable tren electoral chileno.
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