La otra epidemia
La cifra habla por sí sola. Desde el 2 de abril, los muertos por el envenenamiento de bebidas alcohólicas prácticamente igualan a los fallecidos por la pandemia de COVID-19.
132 personas han fallecido envenenadas, víctimas de una mafia que coloca en colmados y otros establecimientos bebidas adulteradas, otras falsificadas y otras provenientes del contrabando. Tres problemas diferentes en un escenario similar. Es un problema de salud pública que lejos de remitir (el año pasado también hubo un gran número de fallecimientos) parece haberse extendido por el país.
Las instituciones que deben atacar el problema no son solo las sanitarias o policiales. La pérdida de vidas humanas es el primer problema, pero también se debe combatir el contrabando tantas veces denunciado, la falsificación de marcas de reconocida trayectoria, la competencia ilegal y la evasión de impuestos, los vulnerados derechos del consumidor…
Por el número de víctimas, que no cesan, esta es también una epidemia. Más de 130 muertes en menos de un mes ameritan medidas rápidas y firmes.