Muere Jovan Divjak, el general serbio que defendió Sarajevo
En el relato de las guerras de desintegración de Yugoslavia, en la explosión de odios étnicos ancestrales se cuelan personajes como Jovan Divjak, fallecido este jueves a los 84 años “tras una larga enfermedad”, según ha informado La Educación construye Bosnia Herzegovina, la organización que fundó en 1994 para conceder becas de estudios a huérfanos de la guerra que aún entonces sufría el país. Nacido en 1937 en Belgrado en una familia serbia, Divjak era un militar retirado del Ejército yugoslavo. En 1992 se erigió como símbolo de esa Bosnia multicultural y laica que hacía aguas a toda velocidad cuando eligió quedarse en Sarajevo para combatir del lado de las fuerzas bosnias y supervisar la defensa de Sarajevo del cerco serbobosnio, que acabaría durando 1.425 días.
“Cuando comenzó la agresión a Sarajevo y Bosnia, no me fui, pero rechacé participar en ella. Mi deber profesional era estar con la gente que estaba siendo atacada”, recordaba en el documental Sarajevo, mi amor que le dedicó la cadena Al Jazeera en 2013. El general Jovo, como era apodado, fue el militar serbio de mayor rango en el Ejército bosnio, formado abrumadoramente por bosniacos después de que la inmensa mayoría de bosnios étnicamente serbios o croatas se alineasen con los suyos. “El único hombre en mi vida al que haya llamado mi general”, tuiteó este jueves con “gran pena” el filósofo francés Bernard-Henri Lévy, que pasó varios meses en la ciudad durante el cerco.
Con su pelo blanco y su carácter cercano, Divjak era inmensamente popular en Sarajevo, donde apenas podía avanzar sin ser saludado en sus paseos matutinos por el casco antiguo. Su aterrizaje tanto en el Ejército como en la ciudad fueron, sin embargo, fruto del azar. Su madre huyó con él, cuando tenía 13 años, de un matrimonio infeliz y, como no podía pagarle los gastos escolares, lo metió en el colegio militar de Belgrado, que era gratuito. Allí comenzó una carrera que le llevaría a servir en la guardia de élite de Tito —por el que nunca ocultó su admiración, también mucho después de la desintegración de Yugoslavia—, a conocer en la biblioteca militar a Vera —con quien estuvo 57 años casado, hasta su fallecimiento en 2017, y con quien tuvo dos hijos—, a pasar dos años en la Escuela del Estado Mayor de París y a ser destinado a Sarajevo, ciudad de la que se enamoró al instante.
Orden de arresto
El 3 de mayo de 1992, muy poco después del inicio de la guerra, fue clave en su vida. Era el día en que se debía ejecutar un canje para que el líder bosnio Alija Izetbegovic pudiese regresar a Sarajevo, tras haber sido capturado al aterrizar desde Portugal en el aeropuerto de la ciudad, ya en manos del Ejército yugoslavo. El convoy fue detenido por bosnios armados y enfurecidos y Divjak fue el encargado de mediar. En el documental de la BBC The death of Yugoslavia (La muerte de Yugoslavia) se le puede ver encaramado a un blindado de los cascos azules pidiendo a gritos que detengan los disparos, mientras su interlocutor bosnio le dice al teléfono que le jodan a él y al presidente.
El canje acabó saliendo adelante, pero con dos precios que marcarían su futuro. Por un lado, parte del Ejército pasó a dudar de la lealtad de Divjak (él mismo contaba cómo algunos de sus soldados inventaron el mito de que los serbios solo bombardeaban cuando él no estaba en el frente). Por otro, Belgrado le acusó de crímenes de guerra y emitió una orden de arresto por los 42 soldados yugoslavos que mataron ese día las milicias bosnias al atacar el convoy.
En 2011 fue detenido en Viena por esta petición. “Tenía que haberlo sido hace tiempo. Es responsable de la muerte de más cien soldados yugoslavos”, afirmó el entonces presidente de la entidad serbia de Bosnia y hoy uno de los tres presidentes rotatorios del país, Milorad Dodik. Los ciudadanos de Sarajevo salieron a las calles a pedir la liberación de Divjak. Austria decidió, primero, no extraditarlo a Belgrado y, tras pasar 15 días en prisión y cuatro meses en custodia, fue liberado por falta de pruebas. En su regreso a Sarajevo fue recibido como un héroe.
Divjak era uno de los ostali (los otros), como se denomina al 2,7% de la población del país que bien no pertenece a ninguno de los tres “pueblos constituyentes” (bosniacos, serbios y croatas), bien —como era su caso— rechaza identificarse como tal. Nunca negó su identidad serbia, pero siempre se definió oficialmente como bosnio, a secas. “La Bosnia actual no es el país por el que luché. Yo quería un Estado justo, en el que todos seamos iguales, sin divisiones étnicas”, declaraba a este periódico en 2015.
No solo dirigió sus críticas contra el nacionalismo serbio. También contra los propios dirigentes bosnios. Renunció al rango de general tras las pomposas exequias que recibió Musan Caco Topalovic, un señor de la guerra y delincuente sospechoso de haber ejecutado a serbios, y solo se reconcilió con Izetbegovic cuando este estaba en el lecho de muerte, en 2003.
Recibió numerosos premios. El más importante, la Legión de Honor de Francia, en 2001. También el ICIP Constructors de Pau, que recibió en el Parlamento de Cataluña; el 6 de abril de la Ciudad de Sarajevo, y el Takunda de personalidad del año en los Balcanes en el ámbito de la tolerancia y la coexistencia, en la ciudad italiana de Bérgamo. Aunque escribió un par de libros, sus últimos años estuvieron consagrados sobre todo a su organización educativa multiétnica. “Nunca he odiado al otro”, resumía en el documental sobre su vida.