“Hago política para luchar contra la violencia de género en Perú”
La activista transexual Gahela Cari Contreras, de 28 años, es hija de campesinos andinos, bisnieta de una mujer afroperuana, y educadora y defensora de los derechos de las personas trans en Perú. Ahora tiene la vista puesta en el Congreso, que se vota el próximo día 11. En su segunda vez como candidata, su propuesta principal es una ley de educación sexual con enfoque de género para que otras personas no sufran la violencia que ella experimentó desde la infancia y que continuó cuando la botaron de la casa paterna y de su trabajo en un estudio jurídico tan pronto decidió su transición de género. Se presenta por el partido Juntos por el Perú, que ahora no tiene representación parlamentaria, pero los sondeos le pronostican opciones de convertirse en diputada.
Su padre era un dirigente de izquierda que se opuso al grupo terrorista Sendero Luminoso en la región de Puno, en la frontera con Bolivia, y su madre, una lideresa campesina de Ayacucho. Escapando de la violencia, se desplazaron a la región de Ica, en la costa: allí nació la candidata. ”Como muchísima gente durante la época del terrorismo, los pobres recibían violencia de todos lados, hay mujeres en mi familia que han sido víctimas de esterilizaciones forzadas o de la Policía, del Ejército y los terroristas”, cuenta.
Cari empezó desde muy temprano su labor en la sociedad civil: primero fue activista en el rescate de perros abandonados, luego dirigente universitaria cuando cursaba Derecho, y como trabajadora en los fundos de la agroexportación integró la Asociación de Jóvenes Campesinos del valle de Pisco, una provincia de Ica. ”El movimiento campesino ha influido mucho en mi formación porque soy hija de dirigentes campesinos, desde muy pequeña he estado en actividades para luchar por los derechos humanos y por la tierra. Y luego el movimiento feminista llegó a mi vida para permitirme renacer y ver el mundo de manera distinta”, dice.
Cari migró en 2017 a Lima, luego de que sacó su título como Técnica en Administración de Empresas, una carrera que estudió en paralelo con Derecho. Sin embargo, no ha podido tramitar su título de abogada porque la universidad no reconoce su actual identidad de género. Durante la campaña electoral, ha sido blanco de ataques transfóbicos, en especial por parte de un candidato de extrema derecha al Congreso. “Ahora estoy refugiada en la casa de una amiga. Hubo una campaña de transfobia, pero las amenazas ya no eran solo en las redes, un grupo fue a buscarme a mi casa y publicó mi dirección, tratando de atentar contra mí”, comenta.
¿La violencia contra las personas trans es mayor en Perú que en el resto de la región? La candidata responde, citando un informe, que “la esperanza de vida de las personas trans en el Perú es de 30 años”, cinco años menos que el promedio para ese colectivo en América Latina. ”El 89% de las personas trans en Perú no tiene seguro de salud, un 70% son trabajadoras sexuales y el 50% abandonó los estudios básicos, es decir primaria y secundaria. Y solo un 8% cuenta con un DNI que reconoce su identidad. Lamentablemente en este país las personas trans vivimos en situación de vulnerabilidad y pobreza no porque hayamos nacido así, sino porque hemos estado expuestas a discriminación y de transfobia permanente. El resultado es que nos dedicamos a las labores más precarizadas”, explica.
La candidata por el partido Juntos por el Perú -que tiene a Verónika Mendoza como postulante a la presidencia- defiende la necesidad de capacitar a los magistrados sobre el enfoque de género porque de ellos dependen los trámites de cambio de identidad. “Hay un costo anímico [en el trámite] porque es largo y revictimizante: exigen cirugías y pruebas de acuerdo a los prejuicios de cada juez porque no han sido formados con enfoque de género y vulneran nuestros derechos”, añade.
Esta semana la Comisión de la Mujer del Congreso aprobó un dictamen de la ley de identidad de género, pero a Cari le parece insuficiente porque no incluye los derechos a la salud, la educación y el trabajo para personas como ella.
”Las personas trans son expectoradas del sistema educativo, debido al acoso transfóbico en el mejor de los casos dejamos la escuela y en el peor de los casos terminamos suicidándonos”, anota. Pese a ello, la activista, que habla quechua, señala que durante su campaña ha encontrado una buena respuesta hacia sus propuestas. “Lo que más hemos visto es gente buscando un cambio, cansada del machismo, del extractivismo, del modelo económico que solo ha generado desigualdad. Está harta de que los medios de comunicación o los políticos tradicionales estigmaticen a quienes queremos un cambio”, apunta.
Sin derechos
“Me dedico a hacer política pensando en quienes más lo necesitan: las mujeres, las personas indígenas, las personas LGTBI, las personas trans, las personas con discapacidad, los adultos mayores, la niñez y la adolescencia; sobre todo los que menos tienen. No me preocupan los que ya tienen sus derechos. Si tienes tu DNI con tu nombre no necesitas ese derecho, pero hay gente que sí”, destaca.
”Hago política porque quiero que esos cambios demoren menos, porque mientras más demoren, habrá más víctimas de feminicidios y personas asesinadas de crímenes de odio”, indica. La única candidata trans al Congreso peruano recuerda aún con dolor cuando su madre la echó de su casa. ”A los 20 años tuve que irme con lo que tenía puesto, empezó un calvario. Nunca pensé que la persona que me había cambiado los pañales, que me había llevado a las protestas, que me había dado una visión de lucha por la justicia me iba a botar de casa. Me tocó dormir en las calles, fue el momento más duro porque me vi en la obligación de trabajar en prostitución”, dice.
”Empecé a transicionar y a perder los privilegios que no me había dado cuenta que tenía. Me echaron del trabajo en un estudio jurídico porque iba con blusas, con saquito y tacos. Los docentes que admiraba porque luchaban por la justicia se negaban a calificarme exámenes porque ponía mi nombre como está en el DNI, pero vestía como ahora”, agrega.
Sin embargo, varios años después se ha reencontrado con su familia. Hoy su madre y las amigas de esta usan el pañuelo verde como símbolo de la legalización del aborto y promueven los derechos de las personas LGTBI. ”Al inicio [de la transición] aprendí del feminismo por la sororidad que me demostraron las mujeres feministas. En ese proceso descubrí que mi madre me echó de casa porque no fue educada con enfoque de género”, explica.
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