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La silenciosa desaparición de la izquierda dominicana

La silenciosa desaparición de la izquierda dominicana

La silenciosa desaparición de la izquierda dominicana

Guillermo Rubirosa Fermín fue abatido en San Pedro de Macorís, el 26 de marzo de 1978, menos de dos meses antes de las elecciones generales de ese año. Pocos recuerdan a este guerrillero urbano cuyas proezas le elevaron a la categoría de leyenda, como la habían tenido, particularmente, Amaury Germán Aristy y Plinio Matos Moquete.

Según el parte policial, Rubirosa Fermín “se resistió” a ser arrestado y, como sucede en semejante situación, fue “abatido” el entonces hombre más buscado por los servicios de seguridad, de lo que se conoce hoy como el “gobierno de los doce años” que presidió Joaquín Balaguer, de 1966 a1978.

Rubirosa Fermín no era un ideólogo. Era un hombre de acción que se había hecho conocer tras los asaltos en un lapso de dos meses a la colecturía de Rentas Internas de La Romana (octubre, 1974), y a la sucursal del Banco de Reserva de la Prolongación Bolívar (diciembre, 1974). Acontecimientos límites entre el terrorismo y la política. La categoría de leyenda se la proporcionó su habilidad para burlar la vigilancia policial y la facilidad con que lograba romper los cercos militares hasta aquel trágico 26 de marzo de 1978 cuando un comando dio al traste con su vida, y la leyenda que muy pocos recuerdan hoy 43 años después.

En las elecciones del 16 de mayo de 1978, Antonio Guzmán, candidato del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), resultó elegido presidente de la República para poner fin, a pesar de la resistencia de algunos funcionarios gubernamentales, a doce años de gobierno ininterrumpidos de Joaquín Balaguer. La victoria de Antonio Guzmán marca un tournant en la historia de la democracia y de la izquierda en nuestro país, así como el éxito de la Pax americana que los Estados Unidos logró imponer en 1965 luego de una segunda intervención militar en la República Dominicana en el siglo XX.

Lo que sucedió en Santo Domingo, después de la segunda intervención norteamericana y de la victoria electoral de Balaguer el 1 de junio de 1966, era el primer peldaño del objetivo de los Estados Unidos para evitar una segunda Cuba en sus narices; era el inicio de aquella Pax que imponía en la Antigüedad el Imperio romano a los pueblos ingobernables; un plan cuyo objetivo fundamental consistía en eliminar la izquierda revolucionaria dominicana.

Los que no entendieron entonces que, el 3 de septiembre de 1965, al firmarse el acto institucional que ponía fin a los acontecimientos bélicos que se habían iniciado unos meses antes, el 24 de abril, están hoy muertos. Desde entonces, comenzó una ola de asesinatos de excombatientes constitucionalistas y de revolucionarios que van desde la muerte del coronel Juan Manuel Lora Fernández a la de Rubirosa Fermín en marzo de 1978, pasando por la del comandante Mejía Pichirilo en 1966, por el líder militar de la Revolución de Abril Francis Caamaño, por Amaury y su grupo. Paro de contar. La lista es larga.

La adhesión del PRD a la Internacional Socialista y la victoria de Antonio Guzmán en los comicios de 1978 tuvo una gran repercusión en muchos dirigentes de izquierdas que, al participar en el gobierno, abandonaban la lucha armada como la única vía para llegar al poder y, por consiguiente, reconocían que la lucha armada no era, a la luz del resultado de la guerra civil de 1965, la vía para llegar al poder.

En agosto de 1978, ciertos dirigentes de la izquierda revolucionaria fueron hipnotizados por el canto de sirena del poder político y económico. Se adaptaron y adoptaron sin nostalgia el capitalismo; reincidieron en el gobierno de Jorge Blanco (PRD, 1982-86); tuvieron cierta reticencia con la victoria de Leonel Fernández del Partido de La Liberación Dominicana (PLD), en 1996, por haber pactado con Balaguer para derrotar a Peña Gómez, líder del PRD. Un acuerdo que banalizó la violencia de los doce años de gobiernos continuos de Balaguer post guerra civil de 1965, y que el presidente Hipólito Mejía (PRD), terminó de completar en sus elogios al expresidente, y que el propio Peña Gómez proclamó como uno de los padres de la democracia dominicana poco antes de su muerte en 1998.

Con los cuatro gobiernos sucesivos del PLD (2004-2020), la izquierda revolucionaria dominicana terminó de desaparecer. Los izquierdistas que no escucharon el canto de sirena se mantienen apoyando los gobiernos totalitarios de Cuba, Corea del Norte y la actual dictadura venezolana; la implosión de las torres gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre de 2001, que interpretaron como una derrota de los Estados Unidos.

Ante la inevitable desaparición del debate ideológico, los izquierdistas que aún persisten en mantenerse activos se han orientado en la justa y noble defensa del medio ambiente; en hacer frente así a las grandes potencias que solo se preocupan por sus empresas sin preocuparse por el planeta ni el ser humano.

Esta nueva orientación de la izquierda no le impide reconocer de manera implícita la Pax que nos impuso los Estados Unidos en 1965 que torció el rumbo de la historia dominicana ni tampoco que, 56 años después del Acto Institucional de septiembre de 1965, Amaury Germán, Rubirosa Fermín y otras “leyendas” de nuestro pasado reciente se pierdan en los entresijos de la historia de la izquierda dominicana absorbida por el hoyo negro de la Pax americana.

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