Italia prohibirá a los grandes buques atracar en Venecia
Las imágenes de barcos gigantes atravesando la laguna de Venecia y pasando a pocos metros del Palacio Ducal están a punto de pasar a la historia. El Gobierno italiano ha aprobado un decreto para alejar progresivamente a las grandes embarcaciones, tanto de pasajeros como de mercancías, de las frágiles aguas que bañan la ciudad de los canales.
El Ejecutivo de Mario Draghi atiende así las históricas reclamaciones de los venecianos, así como de numerosas organizaciones ecologistas y de la Unesco (la organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), que incluso ha amenazado con eliminar a Venecia de la lista de ciudades Patrimonio de la Humanidad. Estos grupos denuncian desde hace años que los buques de gran tonelaje al atravesar el canal de la Giudecca, que conduce a la histórica plaza San Marcos, de camino a la estación marítima erosionan los cimientos sumergidos de la ciudad, que sufre inundaciones periódicas, conocidas como acqua alta. También lamentan los daños paisajísticos y ambientales provocados por los cruceros en una ciudad sobreexplotada turísticamente, aunque ahora en mínimos de visitantes a causa de la pandemia.
En la actualidad, los cruceros no pueden entrar en Venecia debido a las restricciones impuestas por el coronavirus y su ausencia ha contribuido a mejorar la calidad del agua de las lagunas. Antes de la pandemia, en todo 2018 pasaron por la ciudad 594 embarcaciones de cruceros, casi dos al día, que atracaban, desembarcaban a los pasajeros, se detenían algunos días y después partían.
El Gobierno ha estipulado que a partir de ahora, en un primer momento, las grandes naves atracarán en el puerto industrial de la vecina Marghera, una localidad perteneciente al municipio de Venecia situada al oeste de la ciudad y en tierra firme, pero bañada también por la laguna de Venecia. Esta propuesta, que no cuenta con el apoyo de las asociaciones contra los cruceros que llevan años manifestándose, es una solución temporal, ya que el objetivo es alejar completamente a las naves de gran tonelaje de las aguas de la laguna. Para ello, el Ejecutivo ha anunciado que en los próximos meses lanzará un concurso para elegir un proyecto que permita buscar una terminal portuaria alternativa en otro lugar para las embarcaciones de más de 40.000 toneladas, con el objetivo de resolver el problema “de manera estructural y definitiva”.
La solución requerirá tiempo y recursos. Para este año, el Gobierno ha aprobado una partida de 2,2 millones de euros. El proyecto ideal deberá tener en cuenta tanto las exigencias de salvaguardia del patrimonio veneciano y que al mismo tiempo sea viable a nivel técnico y económico. El ministro de Cultura, Dario Franceschini, ha calificado la iniciativa como “una decisión correcta y esperada desde hace años”. La prioridad es proteger a Venecia, sustentada sobre un bosque de millones de pilotes de madera sumergidos en las aguas de la laguna, de las corrientes que generan las grandes embarcaciones, entre otras cosas.
El histórico problema de los cruceros para la ciudad se hizo palpable en 2019 cuando un gran buque turístico de la compañía MSC se estrelló contra el muelle e invistió a una pequeña embarcación de tipo fluvial que en ese momento navegaba con un centenar de turistas a bordo. Aunque ya desde tiempo atrás se reclamaba a las autoridades desde varios frentes que restringieran el tránsito y el atraque de los grandes buques, a partir de ese momento se redobló la presión para sacar a los cruceros de la laguna. Hasta ahora no se ha encontrado una solución permanente y todas las iniciativas han fracasado.
En 2013 el Gobierno prohibió el acceso al canal de la Giudecca a las embarcaciones que superaran las 96.000 toneladas, pero poco después se retiró la norma. En 2017 también se anunciaron nuevos planes para atajar la situación, que contemplaban, entre otras cosas el desvío de las grandes naves a Marghera, pero nunca llegaron a aplicarse completamente. También se habló de un proyecto privado para construir un punto de atraque en el borde entre las aguas de la laguna y las del mar abierto, pero no consiguió la aprobación del ayuntamiento ni del ministerio de Transportes e igualmente quedó en el cajón. Ese mismo año, varias asociaciones lanzaron un referéndum popular, sin ningún valor legal, para los que los habitantes del centro histórico de la ciudad, donde viven 53.000 personas, votaran si querían expulsar a las grandes naves de la laguna. Participaron cerca de 25.000 ciudadanos y el ‘sí’ ganó por un 98,7% de los votos.