La ciencia: Gran ausente en el debate del aborto

La ciencia: Gran ausente en el debate del aborto

La resistencia de muchas naciones contra la legalización del aborto, determinó que los intereses que impulsan esa agenda se inventaran una llave maestra, que sin legalizarlo totalmente lo viabilizara por razones “humanitarias”, en un ámbito de discrecionalidad que omitiera o inutilizara la intervención del Estado. Le llamaron las tres causales, impulsadas bajo el fundamento del “derecho” de la mujer sobre su cuerpo, el peligro de muerte que podría correr durante el embarazo y evitar los traumas propios de la violación y el incesto.

Entre los simpatizantes de esa corriente es muy común el argumento de que durante la primera etapa en que el producto es un cigoto, embrión y luego feto, lo que habita en el vientre de la mujer no es aún un ser humano, que se trata de “una cosa” en formato embrionario que no configura aún un vínculo orgánico con la naturaleza humana. Aunque muchos de los que lo arguyen no lo saben, al plantear eso se asocian a la antigua teoría de la hominización del feto en algún momento del embarazo o al nacer, que fue antiguamente el mecanismo mediante el cual se buscó una explicación al esotérico misterio de la vida intrauterina; fue parte de la explicación que las confesiones religiosas le dieron al tema.

Ello era comprensible en momentos en que la humanidad no tenía otra alternativa que la imaginación para buscar explicaciones a situaciones ampliamente desconocidas, era como pretender saber aún hoy que ocurrió antes del “big bang”, sin embargo, la ciencia ha ido develando demasiado sobre el estatuto humano de la concepción. Ante las evidencias científicas, las confesiones religiosas, si bien han resistido en algún momento de la historia, han terminado por atarse a la ciencia, armonizando con ello fundamentos que concilian ciencia y fe.

Especialmente después de la invención del sonógrafo, que analiza y grafica a través del ultrasonido todo el proceso de la vida intrauterina, más la revelación del genoma humano y el asombroso desarrollo de la embriología, es obvio que sostener la teoría de la hominización del feto resulta ser un anacronismo del cual la iglesia, contrario a sus detractores, ha marcado distancia hace ya demasiado tiempo. Parece mentira, pero esa es la verdad, los “progres” han forjado a base de martillazos limpios toda una ideología sin fundamento científico, pero que a pesar de ello suena muy humana, liberal y progresista.

Hoy ya no es motivo de contradicción entre científicos, que el genoma humano que trazará la vida del ser único e irrepetible concebido, se genera de manera automática por la simple fusión de la información contenida en los cromosomas masculinos y femeninos al momento de su encuentro, que en horas se convierte en una célula e inicia un proceso de evolución a través de su segmentación al convertirse en dos células, esas dos en cuatro, las cuatro en ocho y así sucesivamente en un proceso que no se detiene hasta la muerte.

Es ese nuevo ser, el que, en su primer ejercicio de legítima defensa personal, le ordena al cuerpo de la madre que suspenda la regla, e inicia un proceso evolutivo mediante el cual pasa a requerir su alimentación a las dos semanas, en la que también inicia el desarrollo del sistema nervioso central, para continuar en la tercera a formar la columna vertebral, el cerebro, el tubo neural, los pulmones, el estómago, el hígado, los riñones, poniendo a latir su corazón en un proceso de total autonomía orgánica que solo procura de la madre que le sirva de habitación temporal y canal de alimentación, en general.

A las doce semanas todos los sistemas funcionan y están sincronizados: los músculos, los nervios, “respira” el líquido amniótico, mueve la cabeza, frunce las cejas, bizquea, aprietas los labios, sonríe, abre la boca y da volteretas; todo eso hace el feto mientras se le puede matar conforme a la propuesta en que sería permitido el impropiamente llamado aborto “terapéutico”, contra un ser indefenso al cual el Estado dominicano le ha otorgado constitucionalmente el estatus de protección incondicional del bien jurídico de la vida, desde la concepción hasta la muerte, al tiempo que lo ha declarado sagrado, innato e inviolable.

Esos hallazgos son los que han llevado a las más connotadas figuras científicas del mundo en embriología y gineco-obstetricia a reconocer que la vida humana surge desde el momento mismo de la concepción. En ese tenor, léase al Prof. Jerôme Lejeune, en su carta a la Academia de Ciencias Morales y Políticas de Francia, así como el Manual de Embriología de Langman, al Prof. Bruce M. Carlson, en su Embriología Humana y Biología del Desarrollo y, muy especialmente al Dr. Bernnard Nathanson, uno de los precursores de muchos de los argumentos que hoy usan los “progres”, quien confesó haber sido autor de más de 75,000 abortos hasta que el sonógrafo y la embriología lo convencieron de su error.

En el choque ideológico en torno al tema resulta obvia la ausencia de la ciencia, esa es la razón por la cual el debate se caracteriza por la abundancia de estereotipos dominados por argumentos ad hominem, de ahí su falsedad y superficialidad. Reconocido científicamente el estatuto humano de la concepción y su protección desde ese mismo instante, el legislador dominicano está obligado a garantizarla de manera ininterrumpida hasta la muerte, por eso no tiene más alternativas que resistir la deshonrosa invitación al incumplimiento de su deber, porque ellos saben que por vía adjetiva NO PUEDEN.

@JoseRicardoTB

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