La memoria herida de Argelia
Louis Aliot, alcalde de Perpiñán, se ha erigido en el opositor más ruidoso a los planes del presidente de la República, Emmanuel Macron, para afrontar el pasado incómodo de la guerra de Argelia, que estalló en 1954 y terminó con la independencia de la colonia en 1962. Si hay un tema en el que Aliot, muy cuidadoso a la hora de perfilarse como un político pragmático, asume un rasgo de la identidad histórica de la extrema derecha francesa, es este.
El alcalde, figura destacada del Reagrupamiento Nacional (RN) de Marine Le Pen, quiere hacer de la ciudad que gobierna desde el verano la “capital del anti-arrepentimiento”: el bastión desde el que hacer frente a lo que considera una tendencia reprochable por parte de Francia y Macron a asumir las responsabilidades por los errores y crímenes del colonialismo.
“El jefe de Estado asume una visión parcial de la guerra de Argelia que le sirve de palanca electoral, porque el señor Macron quiere que los franceses de origen argelino o los binacionales voten por él. No le preocupa el equilibrio entre las distintas memorias ni la justicia, sino que voten por él, aunque el precio sea escupir sobre el Ejército francés”, dice Aliot en el Ayuntamiento. “Yo he intentado reequilibrar las memorias”, añade para explicar su último gesto sobre Argelia: la apertura el 19 y 20 de marzo de una exposición que se mantuvo abierta dos días con fotografías de cuerpos mutilados y víctimas de los independentistas argelinos.
El 19 de marzo es la fecha oficial en que se conmemora en Francia el alto el fuego que supuso el principio del fin de la guerra y llevó a la independencia de Argelia. No es una fecha de consenso. Con la exposición, Aliot pretendía cuestionar la validez de la conmemoración. Y también manifestar su desacuerdo con el informe que el historiador Bejamin Stora —nacido en una familia judía de Argelia, emigrado a Francia tras la independencia y autor de libros de referencia sobre el conflicto— presentó a Macron en enero. “Siempre hay rentistas de la memoria, los que ven la memoria como una renta que les permite existir. Y estos no quieren que se acabe”, declaró Stora a EL PAÍS tras presentar el informe en respuesta a los críticos.
En Argelia se reprochó a Stora que evitase aconsejar que Francia pidiese perdón por la guerra y los 130 años de colonización. La extrema derecha francesa ve en el texto una muestra de mala conciencia y de arrepentimiento. Siguiendo las recomendaciones del informe, Macron reconoció a principios de marzo que el abogado y dirigente nacionalista argelino Ali Boumendjel no se suicidó en 1957, como se intentó hacer creer en su momento, sino que fue torturado y asesinado por las fuerzas francesas. El presidente también ha ordenado que se agilicen los trámites burocráticos para acceder a los archivos clasificados sobre la guerra.
En pocos lugares las “memorias heridas” de las que habla Stora están tan a flor de piel como en Perpiñán. Hay rincones insólitos en esta ciudad a 30 kilómetros de la frontera con España, como la estela en el cementerio en memoria de los miembros de la OAS (siglas francesas de la Organización del Ejército Secreto, grupo terrorista contrario a la independencia de Argelia), fusilados por intentar atentar contra el general De Gaulle, auténtico tótem nacional francés. La fortaleza del RN se explica en parte por el voto de los pieds-noirs, personas de origen europeo que llevaban décadas o más de un siglo en Argelia y lo acababan de perder todo. El mismo Aliot es hijo de pied-noir.
El peso de Argelia en Perpiñán es demográfico. El historiador perpiñanés Nicolas Lebourg explica que, en otoño 1962, tras la independencia, habían llegado a la ciudad 12.000 pieds-noirs. En ese momento, en el campo vecino de Rivesaltes vivían internados 12.000 harkis, argelinos que combatieron con Francia y que fueron perseguidos y masacrados como traidores tras la independencia. “De repente”, apostilla Lebourg, “en una ciudad de unos 70.000 habitantes, había 24.000 repatriados. ¿Se imagina el choque que representa?”.
Suzy Simon-Nicaise, una de estas pieds-noirs, llegó a Perpiñán después de un periplo largo y traumático. Simon-Nicaise nació en 1954 en Tlemcen, cerca de la frontera con Marruecos. Tenía ocho años cuando su mundo se derrumbó. Como decenas de miles de franceses de Argelia, se marchó con sus padres deprisa y corriendo tras la independencia. Viajaron en barco de Orán a Marsella y de ahí les llevaron a un club de vacaciones donde los refugiados se mezclaban con los veraneantes que bailaban el ritmo de moda. “Todavía no puedo escuchar el twist”, dice. “No puedo”.
Simon-Nicaise, hoy vicepresidenta de la asociación de pieds-noirs Círculo Argelianista, no perdona a Macron que en 2017, durante la campaña que le llevó al Elíseo, declarase en Argelia que la colonización había sido un “crimen contra la humanidad”. “¡Que el señor Macron deje de autoflagelarse y autoflagelar a Francia!”, dice. “¡Que deje de arrepentirse!”.
Los atentados islamistas recientes, como el ataque con cuchillo que dejó tres muertos en Niza o la decapitación de un profesor cerca de París, le traen malos recuerdos. “Para los más viejos, cuando en Francia pasa lo que ocurrió en la iglesia de Niza o a Samuel Paty [el profesor decapitado], no puede imaginar lo que sentimos”, dice.