Netanyahu se queda sin opción de formar Gobierno en Israel con el escrutinio casi finalizado
La polarización y el bloqueo político se han enquistado en Israel tras cuatro elecciones en apenas dos años. El bloque de partidos conservadores y religiosos encabezado por el Likud de Benjamín Netanyahu se ha quedado a las puertas de la mayoría absoluta tras la práctica finalización del escrutinio. Con el 99,5% de los sufragios contabilizados en la tarde de este jueves, el primer ministro y sus aliados suman 59 de los 120 escaños de la Kneset, frente a los 61 de una heterogénea oposición en su conjunto.
La Comisión Electoral Central tiene previsto anunciar los resultados definitivos —sin posibilidades ya de un giro en el equilibrio entre bloques—, este viernes, antes del inicio del sabbat y de las celebraciones de la Pascua judía, durante la que se paraliza la vida pública en Israel. El presidente del Estado judío, Reuven Rivlin, no comenzará las consultas para la formación de Gobierno hasta el 5 de abril.
Ese mismo día, el primer ministro tiene previsto comparecer ante el tribunal de Jerusalén que le juzga por tres casos de soborno, fraude y abuso de poder. Netanyahu desencadenó a finales de 2018 un ciclo electoral que parece no tener fin. Su objetivo era asegurarse una coalición gubernamental con mayoría absoluta y blindarse ante la acción de la justicia. Después de cuatro intentos infructuosos y pese al éxito de la campaña de vacunación que ha impulsado desde el Gobierno —con la mitad de la población inmunizada por completo—, Israel sigue escindido en dos mitades, a su favor y en su contra.
El gubernamental Likud, en el poder de manera ininterrumpida desde 2009, ha sido el partido más votado, con 30 escaños. Pero ni con el respaldo de dos formaciones ultraortodoxas, de la derecha radical del exministro Naftali Bennett —aún indeciso— y del extremista Partido Religioso Sionista, logra sumar mayoría.
La maniobra de Netanyahu para granjearse el apoyo adicional del movimiento islamista Lista Unida Árabe —la menor fuerza de la Kneset, con apenas cuatro escaños— fue abortada por sus socios de la ultraderecha supremacista judía que rechazan pactar con “partidarios del terrorismo que niegan la existencia del Estado judío”.
El exministro conservador Gideon Saar, que rompió el año pasado con el Likud tras enfrentarse a su líder, afirmó tras conocerse los resultados casi finales que Netanyahu “carece de toda opción de poder formar Gobierno”. Al frente de Nueva Esperanza, partido que ha logrado seis diputados, Saar ha llamado a través de Twitter a “trabajar para la formación de un Gobierno de cambio”.
El líder de la oposición, el centrista Yair Lapid, cuyo partido Yesh Atid ha recibido 17 escaños, deberá coordinar para ello hasta ocho formaciones minoritarias que van desde la derecha nacionalista judía hasta el equivalente a la Hermandad Musulmana, pasado por el populismo y la izquierda tradicional laborista.
Con mayoría raspada en la Kneset, el bloque opositor puede aspirar a controlar la presidencia de la Cámara y aprobar con carácter de urgencia una ley que impida presentarse como candidato a jefe de Gobierno a un procesado. Netanyahu quedaría así privado de la bala de plata de forzar la convocatoria de las quintas elecciones encadenadas si, como todo parece apuntar, se eterniza el bloqueo político en la Kneset. La única salida que puede quedarle al primer ministro es apelar a la mayoría real de la derecha (hay dos partidos conservadores en el bloque opositor) asentada en el Parlamento y conseguir que al menos dos tránsfugas apuntalen su sexta investidura.