La entrevista de Meghan Markle y el príncipe Enrique pone en bandeja un festín a la prensa británica
El legendario director del diario amarillista The Sun Kelvin McKenzie dijo en una ocasión que la obligación de un buen periodista era “meter un hurón en los pantalones” de los famosos. Y también se inventó una de las estrategias más brillantes para dar la vuelta a la situación cuando, en la cobertura de determinado asunto, la opinión pública se vuelve en contra del medio: reverse ferret (hurón de marcha atrás). Básicamente, consistía en defender con pasión exagerada un argumento contrario al publicado hasta entonces, o cambiar el enfoque de la discusión, para crear confusión en los lectores.
Después de años de constante demolición de la figura de Meghan Markle, las portadas de los tabloides británicos, al día siguiente de la emisión en el Reino Unido de la explosiva entrevista de los duques de Sussex con la presentadora estadounidense Oprah Winfrey, eran un llanto general de cocodrilo ante la crisis desatada y el desamparo de la reina Isabel II, quien a sus 94 años no se merecía esta afrenta. “What have they done?” (¿Pero qué han hecho?), titulaba The Daily Mail, el principal objeto de las iras del príncipe Enrique y su esposa. Markle obtuvo recientemente una victoria en los tribunales contra el diario, que publicó íntegramente la dolorosa carta a su padre de la duquesa días antes de su boda, en 2018. “El palacio se tambalea y la reina, con 94 años, ordena una reunión de emergencia. Todo después de ESA [las mayúsculas, para incidir en la acusación] hiriente entrevista”. El periódico anticipaba en su portada 25 páginas de “historias inigualables” sobre el escándalo.
Los duques de Sussex en un momento de su entrevista con Oprah Winfrey. REUTERS
“So sad it has come to this” (Tan triste que haya acabado así), titula el Daily Express, que elige para su primera página una enorme foto de la reina Isabel II con la mirada entre abatida e indignada. Mucho más pequeña, en la esquina inferior izquierda de la página, los culpables de la tragedia, los duques de Sussex, en un momento de la entrevista.
“Adorábamos a Enrique y acogimos con los brazos abiertos a Meghan. ¿Cómo se atreven a llamarnos racistas?”, se lamenta en una tribuna de opinión la presentadora de televisión Carole Malone. Sus palabras sintetizaban con acierto la principal línea argumental utilizada por decenas de columnistas y opinadores en todos los tabloides: los culpables de todo lo ocurrido habían sido los duques de Sussex, que despreciaron las toneladas de cariño brindadas por los británicos y decidieron que su privacidad era más importante. Y que renunciaron a sus responsabilidades y sacrificios como miembros de la familia real mientras intentaban mantener los títulos, los privilegios y el dinero. “Esta entrevista no ha insultado solo a la reina y a los Windsor. Nos ha manchado ante los ojos del mundo”, sentencia Malone.
No es necesario un esfuerzo excesivo de lectura entre líneas para extraer de todos estos columnistas los dos puntos principales a los que se aferran: Isabel II ha sido insultada sin merecerlo; y la víctima desagradecida y engañada de todo este entuerto es el príncipe Enrique. “Meghan te ha costado todo lo que tenías, Enrique. Confiemos en que merezca la pena”, escribía en el mismo periódico Paul Baldwin, con una condescendencia de barra libre. “‘Pobre Enrique’, era todo lo que podía pensar”, cuenta el periodista del momento en que vio la entrevista. “Fue Meghan la que arrojó la bomba de su intento de suicidio, pero es el príncipe quien parecía realmente torturado por sus demonios internos”.
Solo el Daily Mirror, el tabloide históricamente vinculado al Partido Laborista y a los lectores de la clase trabajadora, se sale del guion de nacionalismo inglés ofendido del resto de la competencia para buscar consecuencias a largo plazo del desastre sobrevenido. “Worst Royal Crisis in 85 years” (La peor crisis de la casa real en 85 años). Al diario se le quedan cortas las comparaciones con la crisis provocada hace un cuarto de siglo por el enfrentamiento entre el palacio de Buckingham y Lady Di, y se remonta a la abdicación de Eduardo VIII, el rey que renunció al trono por su amor con la divorciada estadounidense Wallis Simpson. Una fuente interna de la Casa de los Windsor reveló al diario, como se encarga de señalar en su primera página, que “las decisiones de Enrique y Meghan tendrán consecuencias monumentales para toda la vida”.
El festín ha sido para los diarios tabloides, pero la intensidad del terremoto provocado por los duques de Sussex ha alcanzado también a los periódicos llamados “serios”, que han dedicado sus portadas a la entrevista. The Times, conservador, pero institucional, ha optado por el título más sintético y descriptivo de la catástrofe: “Tormenta en Palacio por las acusaciones de racismo de Meghan”. Y lleva a primera página la que quizá fuera la información más relevante en el día después de la entrevista. “La pasada noche, la reina se negó a firmar un comunicado oficial con el que su equipo confiaba en rebajar la tensión, recalcando el amor y la preocupación de la familia hacia la joven pareja. La reina pidió más tiempo para reflexionar sobre cuál debía ser la respuesta adecuada”, escribe la periodista Valentine Low.
Ha sido The Guardian, el periódico más relacionado con una visión de centroizquierda de la realidad británica, el que ha dado voz a los escritores, actores y académicos de minorías raciales que, en vez de revolverse en un ejercicio de autodefensa patriótico, elegían poner el dedo en la llaga. “Esta no es solo una crisis de la familia real, sino también del Reino Unido. Y en vez de usar la ocasión para embarcarnos en una discusión honesta sobre el racismo, me temo que lo que haremos será demonizar aún más a Meghan y a Enrique”, escribe el historiador David Olusoga, quien más ha hecho en los últimos años por resucitar los esqueletos de un pasado colonial y esclavista que durante años se evitó analizar en detalle. “Es un caso feo de doble moral. A pesar de la amistad del príncipe Andrés [hijo de Isabel II] con un delincuente sexual condenado como Jeffrey Epstein, ha logrado retener sus títulos militares. A Enrique le han arrebatado los suyos, y se enfrenta a que le arrebaten también el resto de títulos y su puesto en la línea de sucesión”, ha señalado en el diario Kate Williams. “El comportamiento de los británicos hacia Meghan demuestra que no aprendimos nada del tratamiento que sufrió Lady Di”, concluye la profesora de Historia.