El Supremo de Brasil evalúa si el juez Moro fue imparcial al condenar a Lula en el Lava Jato
Miles de personas seguían este martes en directo una sesión del Tribunal Supremo de Brasil en la que este órgano debatía si el juez Sergio Moro, que condenó a Lula por corrupción, fue imparcial. Uno de los cinco jueces ha pedido más tiempo para estudiar el asunto por lo que la sesión fue suspendida para ser retomada en otra fecha. Se trata de un nuevo capítulo judicial que emana del fallo de la víspera, que anuló las condenas contra el expresidente Luiz Inázio Lula da Silva y le abrió la puerta a ser candidato presidencial en 2022. Los jueces del alto tribunal están enfrascados en un pulso sobre si el escándalo de Lava Jato y Lula se ha beneficiado de una enrevesada maniobra de uno de los 11 jueces.
Los comentaristas discrepan sobre si un Lula candidato perjudica o beneficia las posibilidades de reelección de Jair Bolsonaro, cada vez más cercado por su nefasta gestión de la pandemia. Está por verse si Lula logra superar en los 19 meses que quedan hasta las elecciones el odio visceral que le profesa buena parte de los brasileños y aglutinar suficiente apoyo desde la izquierda y el centro. Algunos analistas sostienen que el rechazo al Partido de los Trabajadores (PT) de Lula resurgirá con él de candidato y que eso reforzará a Bolsonaro. El regreso del izquierdista a la escena política supone sin duda un desafío descomunal para los que defienden que una candidatura desde el centro derecha hasta la izquierda es la que tiene mayores opciones de derrotar a la extrema derecha que lidera Bolsonaro.
La decisión sobre Lula —el fallo judicial con más impacto político en tiempos recientes— la tomó el juez Edson Fachin en soledad. No entró a valorar si Lula es inocente o no, sino que concluyó que Moro no tenía competencias para juzgarle. Y por eso envía los casos a un tribunal federal a Brasilia. El magistrado ni siquiera advirtió a sus pares del alto tribunal. A ellos, como al resto de brasileños, la noticia les pilló totalmente por sorpresa.
La sesión del martes fue, en cambio, pública, difundida en directo en el canal de YouTube del tribunal. Cinco magistrados del Supremo empezaron a debatir por videoconferencia desde sus hogares ante todo Brasil si el antiguo juez Sergio Moro actuó de modo parcial al juzgar y condenar al izquierdista Lula. En esa vista del Supremo están en juego el futuro político de Moro y, colateralmente, el de decenas de condenas de la Lava Jato que implicaron la poco antes inimaginable entrada en prisión de poderosos políticos y empresarios.
Teletrabajando, a sus excelencias les ocurren las mismas cosas que al pueblo llano. “Juez Lewandowski, el sonido, por favor”, le advertía el magistrado que dirige la sesión a un colega. La convocatoria a toda prisa de esa sesión también llevó al líder del PT a aplazar su primera comparecencia tras el inesperado fallo, prevista este martes. Lula dedicó el día a agradecer por teléfono y en redes a líderes izquierdistas de todo el mundo sus felicitaciones.
La mayoría de los analistas coinciden en que la decisión del juez que colocó a Lula en la carrera electoral cara a cara frente a Jair Bolsonaro es una enrevesada maniobra. Sostienen que el juez Fachin provocó una explosión controlada que beneficia a Lula en un intento de evitar males mayores a la operación Lava Jato, una trama de pagos sistemáticos de sobornos a cambio de contratos públicos. El profesor de derecho penal y abogado criminalista Fernando Hideo Lacerda lo explica por teléfono en los siguientes términos: “El juez anula en solitario la sentencia que mantuvo al mayor líder político del país casi dos años en la cárcel. ¿Por qué? Por estrategia. Busca proteger a Moro y a los fiscales de un eventual juicio sobre su suspensión (si se considera que no fue imparcial)”.
El temor de Fachin sería que, si Moro es condenado por no ser imparcial en el caso Lula, eso podría contagiar a toda su labor en el gran caso contra la corrupción que sacude Brasil, desatar una catarata de recursos y pulverizar todo lo logrado en estos años. Para complicar aún más el asunto, la principal prueba son los mensajes intercambiados en Telegram por Moro con los fiscales que obtuvo un pirata informático y entregó a The Intercept, que los publicó junto a otros medios. No está claro que sean admitidos como prueba. Pero en cualquier caso, el Supremo parece inclinado a condenar a Moro.
Lula se considera víctima de una persecución política y judicial desde hace cinco años. Su equipo de abogados denunció a Moro ante el Supremo en diciembre de 2018, en cuanto el antiguo juez aceptó entrar en el Gobierno de Bolsonaro. Mucho ha llovido en Brasil desde entonces. Lula salió de la cárcel tras 19 meses, pero inhabilitado para concurrir a unos comicios, Moro rompió con el mandatario ultraderechista y se fue del Gobierno, Bolsonaro dio la espalda a su discurso contra la corrupción y enterró Lava Jato… y apareció la pandemia, que ha matado a más de 260.0000 brasileños y ha contagiado a casi 11 millones. Y tiene toda la red hospitalaria en una situación crítica.
El 11 del Supremo y la política
Los brasileños suelen bromear con que desde que estallaron los primeros casos graves de corrupción los nombres de los 11 jueces del Supremo son tan conocidos como el 11 titular de la selección de fútbol. El alto tribunal tiene una enorme presencia en la vida política y, gracias a sus fallos y al manejo de los tiempos, también una gran influencia. El profesor Hideo Lacerda sostiene que “el sistema de justicia está actuando fraudulentamente como actor político”. Él está entre los que afirma que la anulación de los casos contra Lula llega con cinco años de retraso.
El jefe de los fiscales que investigaron al mandatario, Deltan Dallagnol, también expresó en Twitter tras el fallo su disgusto con un sistema judicial “que rediscute y redecide lo mismo decenas de veces y favorece la anulación de procesos criminales”. Para Dallagnoll y su equipo la clave es preservar el legado de la Lava Jato.
Pero las conversaciones entre el juez y los fiscales del caso sacaron a la luz la estrecha relación entre ellos e impulsaron a los que consideran que la investigación incluyó graves excesos.
Aunque aún queda un año y siete meses para las próximas presidenciales, un duelo Lula contra Bolsonaro va tomando forma, aunque en Brasil jamás conviene descartar las sorpresas. Y esa perspectiva tiene muy nerviosos a los mercados, que ven alejarse las perspectivas de que Bolsonaro lleve a cabo las reformas para liberalizar la economía que prometió.
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