Joe Biden afronta su primera gran prueba con un ambicioso paquete de estímulo a la economía
El Senado de Estados Unidos vive jornadas intensas, de frenéticas negociaciones adornadas por esas reglas arcaicas que alimentan la leyenda de la Cámara, mientras se dispone a aprobar un gran paquete de estímulo a una economía golpeada por el coronavirus. Se trata de la prioridad legislativa número uno del presidente Biden. Un desembolso de 1,9 billones de dólares, con partidas para acelerar la vacunación, una nueva ronda de cheques a los ciudadanos, ayudas a los desempleados, así como inversiones en infraestructuras. La previsible aprobación del texto, sin apoyos republicanos, sería la primera gran victoria de Biden y, a la vez, una señal de las dificultades que tendrá para sacar adelante su agenda.
La de este viernes promete ser otra nueva jornada maratoniana en la Cámara alta, en el proceso de aprobación del gran paquete de estímulo a la economía, por valor de 1,9 billones de dólares. La tortuosa tramitación de la que constituye la primera gran iniciativa legislativa de Joe Biden deja al menos tres pistas acerca de lo que le espera al presidente para sacar adelante su agenda reformista, mientras se mantengan estas frágiles mayorías demócratas en las dos cámaras del Capitolio. La primera es que, por mucha experiencia legislativa que tenga y por mucho talante moderado que exhiba el presidente, su propósito de lograr consensos y tender puentes entre los dos partidos no va a ser tarea fácil. La segunda es que, aun sin el apoyo de los republicanos, en una cámara dividida en 50 senadores de cada partido, los demócratas podrán sacar adelante buena parte de sus planes gracias al voto de desempate de la vicepresidenta Kamala Harris. Y la tercera es que si los demócratas siguen resistiéndose a legislar para eliminar procedimientos como el filibusterismo, como solicita el sector progresista, los republicanos podrán boicotear buena parte de esa agenda o, cuando menos, convertir la acción legislativa en un proceso endemoniadamente lento y farragoso.
El miércoles, el presidente Biden aceptó nuevos límites en la definición de los destinatarios de la siguiente ronda de pagos directos a los ciudadanos, una pieza central de la legislación. Era la segunda gran concesión en cuatro días respecto al texto aprobado la semana pasada por la Cámara de Representantes, el segundo elemento prioritario para el sector progresista al que se renunciaba en aras del consenso. El jueves por la mañana el Senado, gracias al voto de desempate de la vicepresidenta Harris, aprobó proceder con el debate de la ley. Por la tarde, el senador republicano Ron Johnson echó mano de las arcaicas reglas que rigen las sesiones y decidió solicitar a los empleados de la Cámara que leyeran, palabra por palabra, las 628 páginas del proyecto de ley.
Así lo hicieron los trabajadores, leyendo en alto durante horas, en turnos de 20 o 30 minutos, ante una Cámara prácticamente vacía de un Capitolio en alerta por un posible nuevo ataque por parte de radicales trumpistas. Empezaron a leer a las 15.21 y terminaron pasadas las dos de la madrugada. “Esto conseguirá poco más que algunas afonías de los empleados del Senado”, dijo Chuck Schumer, líder de la mayoría demócrata.
La maniobra republicana no tenía otro objetivo que retrasar la inevitable aprobación de una ley, con amplio apoyo bipartidista en la sociedad, que contempla partidas urgentes de cientos de miles de millones de dólares para distribución de las vacunas, ayudas a las escuelas, complementos a las prestaciones de desempleo, pagos directos a los ciudadanos o ayudas al sector cultural. Los demócratas quieren a toda costa que la ley esté lista para que la rubrique el presidente antes del 14 de marzo, fecha en la que expiran las ayudas al desempleo aprobadas en el anterior paquete. Para los republicanos, se trata de un derroche de dinero público en un momento en que la campaña de vacunación y el paulatino retorno a la actividad pintan ya un horizonte de recuperación. “Nuestro país está ya listo para una tremenda recuperación, los demócratas heredaron una marea que ya estaba cambiando”, dijo el líder de la minoría republicana, Mitch McConnell.
Este viernes continúa el procedimiento, con tres horas de debate seguidas de una sucesión de votaciones sobre las muchas enmiendas presentadas, lo que hace prever que la sesión se prolongará de nuevo hasta la madrugada. La primera enmienda llamada a votarse es una del izquierdista Bernie Sanders que, junto con el liderazgo demócrata, quiere incluir en la ley una subida del salario mínimo de 7,25 a 15 dólares la hora. El equipo jurídico del Senado señaló el mes pasado que hacerlo por este procedimiento, que requiere solo mayoría simple, no es adecuado. Pero los demócratas podrían revertir la decisión, algo que la Casa Blanca ya ha descartado en un gesto a los moderados.
Los esfuerzos de los republicanos difícilmente tendrán efecto en el desenlace final. Los senadores demócratas han revisado a fondo el texto aprobado por la Cámara baja y se espera que actúen en bloque en la votación final, en la que tampoco se esperaban adhesiones republicanas. La aprobación de uno de los proyectos de ley más amplios y ambiciosos de la historia del Congreso, que ayer parecía inevitable, será el primer gran logro legislativo de la Administración de Biden. Pero será también una señal de las dificultades que tiene por delante.